CARLOS MARZAL I POETA
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CARLOS MARZAL I POETA
Carlos Marzal: «Nos hace falta un buen poemario sobre el fútbol»El poeta valenciano Carlos Marzal, Premio Nacional de Poesía 2002, acaba de publicar 'Euforia', título que supone regresar a la poesía tras trece años sin publicar versos. Sigue a su anterior obra, 'Nunca fuimos tan felices', en la que aborda su pasión por el fútbol, ... deporte para el que echa en falta algún poemario que le cante. Con 'Euforia' quiere transmitir su pasión por la alegría como motor de la existencia. Del poemario, habitado por Valencia, la amistad, el amor y la familia, habla con LAS PROVINCIAS en una conversación en la que confiesa la fuerza literaria que encierra lo cotidiano y augura buen futuro al verso.
–Llevaba mucho tiempo sin publicar poesía, ¿a qué se debía?
–Sin publicarla y sin escribirla. Doce o trece años sin escribir un poema y no sé explicar por qué. Puedo escribir un artículo con oficio, un cuento, unas páginas o la novela que tengo entre manos. Pero no me pasa con la poesía. Para ello necesito un clima; no me basta la idea, la música del poema. Necesito una temperatura emocional, que en mucho tiempo no había encontrado. Me curaba con otros géneros. Aunque la echaba de menos todos los días, no tenía necesidad. Tenía mono, pero no necesité recurrir a sucedáneos.
–¿'Euforia' es un encuentro consigo mismo?
–Todos los libros de poesía lo son, pero sí, es un destilado de lo que he aprendido en el oficio y también de mi vida, o de la vida del personaje que habla en los poemas porque siempre habla un sujeto moral. Creo que es un retrato moral mío del pasado, de los intereses, de los gustos, de los amores, de los desamores.
–¿Pero no son todavía unas memorias poéticas, aún queda?
–No, pero la escritura siempre tiene algo de memoria o de memorias literarias y poéticas. Para mí la literatura es siempre autobiográfica, la confesionalmente autobiográfica y la que se esconde bajo otras características. En 'Euforia' hay un poema, 'La lista de la compra', que es una composición autobiográfica.
–'La lista de la compra' me ha encantado. El arte de lo cotidiano me resulta muy atractivo, veo una manera de retratar la vida mirando en esa dirección.
–Es la mejor forma de retratar la vida. Me gusta mucho la pintura de interiores, esa escuela de la intimidad, de la cotidianidad de la que hablabas. Vermeer, toda la pintura de los Países Bajos me parece extraordinaria. Esos paisajes interiores con una mujer vertiendo leche, unos burgueses reflejándose en el espejo, interiores de las casas con sus suelos y sus mesas. Creo que la poesía también habla de eso.
–Estoy recordando el frigorífico y el lavabo de Antonio López.
–Esos interiores, claro que sí. En la generación de Antonio López hay muchas mujeres extraordinarias pintoras que han retratado eso, tal vez un vaso de agua en el que está el misterio del mundo, en la transparencia y la quietud de un vaso de agua.
–¿Por qué regresa a la poesía?
–Yo no he querido abandonarla. Ha sido la poesía la que me había abandonado porque es misteriosa y se escribe cuando ella quiere, no cuando uno lo pretende. Al menos en mi caso. No puedo forzar la escritura de un poema. Necesito esa temperatura especial y me pongo a manejar el lenguaje. Escribir es como hacer calceta con las palabras. Es una manera de cocinar el lenguaje.
–Ante este cambio de civilización por la entrada de las nuevas tecnologías, ¿la poesía sigue viva con su misterio en ese mundo?
–Sigue viva. Tiene presente, muchísimo pasado y buen futuro. Hay muchos jóvenes que escriben poesía; ha habido una moda de la poesía adolescente, que no sé si generará muchos lectores, pero al menos ha creado un interés, aunque sea por la mala poesía. No sé si conducirá a que salgan buenos lectores de buena poesía, pero es un fenómeno interesante. Los jóvenes siempre que tengan un buen profesor de literatura, un maestro cercano, se aproximarán al verso. Lo veo con mis alumnos, universitarios norteamericanos, pero interesados en la poesía española. Cuando se la explicas, les interesa porque la poesía habla de lo que no va a morir nunca: el amor, el desamor, la alegría, la tristeza, el dolor por la muerte, la satisfacción por estar todavía vivos... Todo eso es eterno, es parte de la sustancia de la vida.
–A las páginas del libro que publicó antes de este poemario, 'Nunca fuimos más felices', saltaban temas como la familia, la amistad y la infancia. ¿Siguen siendo constantes?
–Sí, en 'Euforia' hay homenajes a amigos escritores y a amigos muertos. Hay poemas sobre la amistad, el amor, la familia. Son los asuntos que más me interesan y que han interesado a los poetas, que más pronto o más tarde cantan los asuntos próximos, cercanos. La poesía es como una lente de aumento que fijamos sobre lo que es minúsculo para darle la debida importancia.
–Esa lente también la pone sobre la sociedad. En 'Euforia' algunos poemas posan la lupa sobre la imagen de Valencia.
–Hay asuntos civiles, sociales, que forman parte de nuestra intimidad. Nuestra forma de observar el mundo, nuestra cotidianidad nos constituye: la idea de que somos seres políticos, individuos del tejido social es muy importante para el escritor.
–Es compromiso social, ¿no?
–Sí, yo entiendo el compromiso como servidumbre, primero con la propia literatura. El mayor compromiso del escritor es con el lenguaje y la escritura. Y luego, como individuo –personaje civil–, cada uno tenemos nuestras opiniones, que unas veces se inmiscuyen en lo literario y otras no. No soy escritor especialmente político, pero creo que vierto opiniones y puntos de vista en mis escritos. No tanto en la poesía como en la prosa, pero en los poemas de recuerdo de mi infancia, en los de dibujo de una España de los años setenta y ochenta, existe testimonio, una suerte de enjuiciamiento de la realidad.
–Ha dicho que los autores celebran la vida y la lloran al mismo tiempo, ¿usted qué llora?
–Lloro por casi todo, igual que celebro casi todo porque en algún momento tendremos que dejar todo, la vida nos será arrebatada. Y esa idea lo impregna todo, por eso en el fondo por más que uno sea optimista, tiene un fondo elegíaco, de llanto y de dolor.
–¿Estos tiempos que nos han tocado son de llorar o de celebrar?
–Depende de las horas del día y los momentos. A veces, para reír a carcajadas, para alegrarse; otras para llorar de tristeza. Tenemos un país muy peculiar, pero no soy un cascarrabias que considera que vivimos en el peor de los mundos y el peor de los países. Los que tenemos la suerte de vivir en el llamado primer mundo vivimos en el mejor de los mundos posibles. A no ser que nos ocurra una desgracia como la guerra que sufre Ucrania, nuestra vida es saludable. Otra cosa es vivir en otros lugares del mundo donde hay hambre y dolor.
–Hay en 'Euforia' un poema a Francisco Brines, 'La mañana que enterramos a Francisco Brines', ¿qué significado tiene esta figura en su trayectoria?
–Fundamental. Conocerle ha sido una de las cosas más importantes que me han sucedido. Ser su amigo, tratarle a menudo durante muchos años ha sido una escuela de vida, de literatura y de amistad; también de felicidad. Para los poetas de mi generación como Vicente Gallego, Felipe Benítez o Luis García Montero ha sido un padre, un maestro y un amigo. Es uno de los poetas más importantes de su generación y un clásico de la poesía contemporánea.
–Se lee mucha Valencia en 'Euforia'. Varios poemas encierran emociones ligadas a la ciudad. ¿Es su paraíso literario?
–Tenía ganas de escribir sobre Valencia. Es la ciudad en la que vivo y la que amo. A veces odiosa, a veces terrible, pero siempre maravillosa. No me veo lejos de Valencia. Cuando era joven pensé en viajar y vivir en otra lengua, y hoy sólo pensar que hubiera vivido fuera me da escalofríos. Tengo amigos que se han ido al extranjero y no pueden volver y están horrorizados; lo único que quieren es tener vacaciones y regresar a España. Poder vivir en español. Para un escritor el contacto directo con la lengua es muy importante, sino acaba escribiendo en una especie de dialecto de recuerdos, que no está vivo.
–¿El fútbol tiene poesía?
–Tiene épica, espectáculo. No tiene tanta poesía como los toros, donde hay tragedia y muerte. Alrededor del fútbol hay mucha literatura, pero no sé si tanta poesía. No existe gran poesía del fútbol. No se ha escrito 'El llanto por Ignacio Sánchez Mejías' de Lorca, los grandes poemas de Alberti o los de Gerardo Diego.
–¿Entonces nos falta un poeta de este deporte?
–Sí, falta un poeta del fútbol.
–¿Podría ser Carlos Marzal?
–Bueno, no he sentido el arrebato, aunque en 'Euforia' hay un poema 'A una pelota de fútbol', composición dedicada a la infancia, pero un buen poemario, una buena elegía futbolística no existe; nos hace falta.
–¿Con 'Euforia' que quiere transmitir?
–Por una parte, euforia como alegría vital. El filósofo francés Clemand Rosset decía que la alegría es la fuerza mayor y creo en esa afirmación, en la alegría como uno de los motores fundamentales de la existencia. También quiero transmitir euforia en el sentido etimologico. La 'euforía' griega es un arte para resistir las adversidades, enfrentarnos al dolor. Creo que soy bastante estoico y me gustaría transmitir esa lección de resistencia, mediante la alegría, a las adversidades.
–Esto me parece revolucionario en esta sociedad líquida.
–No sé si es revolucionario. Son cosas eternas. No son cosas de hoy, sino de siempre. El entusiasmo, la alegría, el estoicismo que intenta vivir sin alharacas, sin griterío no tiene fecha de caducidad.
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