A la artista Carmen Calvo (Valencia, 1950) le acompaña una brillante trayectoria creativa salpicada de premios como el Nacional de Artes Plásticas de 2013. Este año recibirá en Valencia el Julio González convirtiéndose en la primera mujer española, y con ello valenciana, que lo tiene ... en sus manos. Comprometida con el arte, se confiesa «una obsesa del trabajo», algo que asegura que la «libra de la locura». Y no tiene intención de parar. En este momento sigue en marcha, dispuesta a ser futuro en una sociedad a la que reclama «apoyo para la cultura» porque es una actividad «muy frágil. Desde su estudio, ese universo repleto de pequeñas cosas desde el que ha dado y da una gran obra al arte, Carmen Calvo conversa con LAS PROVINCIAS en el mes que este periódico ha dedicado a la mujer. Habla de la vida y del arte, que en su caso es conversar de lo mismo.
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–¿Tuvo una infancia feliz?
–Sí. muy feliz. Además, paralela a esta calle donde ahora tengo el estudio; cosas del azar. Nací en el número 45 de la calle Turia. Mis padres eran los porteros o conserjes de la finca. Había una terraza, que mi padre tenía llena de plantas, recayente al Jardín Botánico. Se oían las campanas de la Iglesia de San Sebastián. Iba a este colegio que está tan cerca, el Cervantes. Y dibujaba rayuelas en las aceras. Allí viví hasta la riada. Son sonidos, sensaciones, olores...
–Cita mucho las rayuelas, ¿Son importantes en su vida?
–Ahora que tengo cerca a los niños del colegio –el que fue mi colegio– me encanta ver sus dibujos y hacen rayuelas. La infancia es tan importante. Por eso también lo es la educación, enseñar a los niños. Yo esa suerte la he tenido, desde los siete años iba a las clases de repaso de dibujo que me pagaba mi hermano.
–¿Esos sonidos, aromas y emociones están en su pintura?
–Está todo. Y también el individuo, el personaje hombre o mujer. Casi siempre más mujeres. También hay una mirada a la infancia de hoy, al maltrato, la prostitución. Tengo un montaje, que está ahora en Berlín, ‘Una jaula para vivir’, que surgió porque leí en un diario que había una niña a la que sus padres tenían encerrada en una jaula.
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–¿Compromiso y arte tienen que ir unidos?
–La obra de cualquier artista es un compromiso en el orden que sea.Yo no me planteo el trabajo en torno a qué corriente tengo que seguir, qué moda, o al debe y al haber, y vivimos de esto o malvivimos. Pero creo que tiene que existir sobre todo el compromiso con uno mismo, con lo que hace. Eso implica el proyecto que quieras ofrecer. El mío habla de la evolución del ser humano, de la mujer. Desde que yo empecé la situación de la mujer ha cambiado, pero todavía hay que seguir luchando.
–Este año recibirá el Premio Julio González que otorga el IVAM y con ello el museo le dedicará una exposición el próximo julio. Es la primera mujer española, y por tanto valenciana, distinguida con este galardón. ¿El reconocimiento viene a demostrar ese avance femenino al que ha hecho referencia?
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–Sí. Yo estoy muy agradecida. Los premios, y más entre las mujeres, son siempre un aliciente para seguir adelante. Parece que te ponen en otro punto. Los premios son eso, un aliciente, y más cuando tienes una edad y hay gente que te dice ¿no te jubilas? Pues mira, para ser un poco díscola, como dice un amigo, cotinuaremos.
–¿No piensa jubilarse?
–No me jubilo, ya tengo edad, eh.
–En una ocasión me dijo que si se trabaja la nave va. ¿Qué quiere decir con esa afirmación?
–La frase es del título de la película de Fellini. Lo que quiero decir es que hay que trabajar incluso a contracorriente. En estos momentos estoy exponiendo en seis espacios y esto me da gran satisfacción porque, en primer lugar, me estoy dedicando a algo que he elegido. Y no me quejo, los que se quejan es que nunca han hecho nada, hablo de arte y en general. En lo nuestro hay muy poco pastel para repartir. Es un abanico abierto, pero sabemos en qué condiciones estamos y más en España. La queja de ‘no me han hecho caso’, eso no existe. Si has trabajado te han hecho caso. La queja no me gusta.Esto lo has elegido, nadie te ha dicho tienes que ser pintor, lo escoges que es lo más grande qué hay. ¿Entonces de qué te vas a quejar? Los artistas siempre estamos exponiendo y con el mensaje se vende, ante lo que surge el interrogante. Ahora estoy con seis exposiciones, pero quizás no haya suerte: la pandemia, la guerra, todo dificulta porque somos frágiles. La cultura es muy frágil, por eso hay que apoyarla más que nunca.
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–Carmen Calvo ha recorrido distintos países en su trayectoria, pero se estableció en Valencia. ¿Ante las tesis que apuntan que hay que salir para conseguir una carrera cree que es así?
–La clave es el trabajo. Yo he estado doce años viviendo fuera. Venía e iba. Cuanto más sales dices, qué bien estoy aquí. Este espacio no lo podría tener en París. Me vine por mi madre. He salido mucho por ahí, pero se está tan bien aquí. Tienes a los amigos, además de la familia, se come bien, se vive bien. No nos damos cuenta.
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–¿Se puede desarrollar una carrera artística en Valencia?
–Sí. Hay que trabajar. Yo soy una obsesa del trabajo. Estoy completamente entregada. He renunciado a muchas cosas, no con pena, sino como fruto de una decisión. El trabajo me libra de la locura.
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–Con su obra parece que mira al pasado.
–No. Yo trabajo con imágenes porque no soy fotógrafa. Lo que hago es una recopilación de documentos básicos que busco. Las fotografías no son familiares, son personas anónimas, que cuando salgo a buscarlas, es el interés que me sugiere la imagen lo que me atrae. Es como si salieras a pintar con el caballete.
–¿En los rastros y rastrillos hay muchas claves? Al ver su estudio da esa impresión. ¿Lo que allí se contempla no son cachivaches es algo más? ¿Qué son?
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–André Breton tenía una estantería con sus historias, todo muy bien colocado, de exhibición. En mi estudio, no. Aquí hay la locura de la acumulación, no porque sea coleccionista, aquí no hay nostalgia. Los objetos siempre han pertenecido al artista desde Zurbarán con sus bodegones. Picasso, Miró, Tapies, todos han pintado utensilios de la vida cotidiana como sillas, camas... El objeto importa porque forma parte de nuestra vida.
–¿Qué es más importante, las subvenciones o una buena política cultural?
–Una buena política cultural, pero esa política tal vez requiere que los que nos representan –los galeristas– puedan tener la posibilidad de tener alguna ayuda para poder acudir a las ferias.
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–¿Añadiría algo a la gestión valenciana en ese territorio?
–Se han hecho cosas, como los premios Goya. Todo tiene su público y hace que la ciudad se enriquezca. Lo único, mayor credibilidad por los orígenes. Se puede recuperar la huerta, algo complicado, y las calles, los barrios.
–¿Con su obra, qué ha querido contar y quiere seguir contando?
–El proyecto sigue siendo el mismo desde que empecé, ha habido cambios a nivel matérico. Mi historia es el día a día, lo que observo, lo que veo.
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–¿No se le acaba la ilusión?
–No, por eso estoy tan contenta. Si trabajas te llaman. Y a contracorriente, porque cualquier profesión en este tiempo lo ha pasado muy mal.
–Pasillos, pocos.
–Ninguno.
–¿Porque no los necesita?
–Siempre he confiado en mi trabajo. Eso forma parte de uno. ¿No vas a Arco?, me preguntan. Si he ido treinta o cuarenta años, ¿a qué voy a ir? Allí están las obras, que las defienden los galeristas.
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–En Valencia hay opiniones que apuntan que hay bastantes museos, y otras que dicen que faltan. ¿Cuál es la suya?
–Hay suficientes museos. a lo mejor se están quedando pequeños por la compra de obra. El de Bellas Artes San Pío V, el IVAM, el Benlliure, el Carmen. Están acoplados.
–¿Los valencianos deberíamos apreciar más lo nuestro?
–Sí, por eso decía que salir fuera, además de que te abre el cerebro, también sirve para apreciar lo que tenemos dentro. Para eso hay que salir, lo que se pueda, y ver. Ya lo hacían los clásicos.
–¿Las matas de pelo en su obra qué significan?
–La mujer. Ha sido como el punto de atracción y el de castigo porque en la guerra a las mujeres de cierta tendencia politica se les cortaba el pelo como castigo.
–¿Qué importancia concede a la memoria?
–En la vida la memoria es muy importante. Un país sin memoria no existe. Por eso su reivindicación es importante.
–¿Hay coleccionistas o los valencianos estamos faltos de esa sensibilidad?
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–La cultura siempre está falta d de esa sensibilidad. Nos falta la mirada fuera de un entorno ya aprendido, del siglo XIX por ejemplo. Lo nuevo siempre cuesta. Valencia tiene sus coleccionistas, pero el que te ha comprado ya no lo hace.
–¿En cuanto al IVAM, aquel tiempo difícil de Consuelo Císcar está superado?
–Sí. Es una lástima que Consuelo Císcar supiera tan poco gestionar ciertas cosas, porque otras, puedes pensar que no estaban mal.
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