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C. VELASCO
Martes, 14 de marzo 2023
«Mi querida Mamá Concha (así es como te he llamado siempre) más que escribir sobre ti, voy a poner mi alma en escribirte allá donde estés. Seguro que muy cerca de tu hija, mi querida Mamá Cuca, que se fue a tu vera hace poco más de un año y al cerrar los ojos os puedo escuchar cantando juntas...» Así empieza Conchitín Romero Márquez una peculiar carta a su abuela. Una de las nietas de Concha Piquer escribe en el catálogo de la exposición 'Doña Concha', comisariada por Cristina Chumillas a partir del cómic 'Doña Concha: la flor y la espina' de Carla Berrocal.
«Siempre te he sentido y te siento muy cerca de mí. El eco de tu voz siempre resuena en mi corazón, en tu voz había todos los ecos del alma. El eco de tu chispa, de tur risa, de tu mirada, me han acompañado siempre. Dormía contigo cada fin de semana de toda mi infancia y adolescencia. Sueño contigo muchas veces despierta, teniendo en la memoria cuando nos íbamos a acostar».
La radio «hizo posible que tu voz se colara en cada casa» y se creó «esa simbiosis tan especial con tu público; que incluso muchas veces ayudó en épocas muy difíciles a transformar sus penas y desasosiegos, para hacerles olvidar sus derivas y a la vez haciéndote tan eterna».
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La hija de Curro Romero y Concha Márquez Piquer relata anécdotas íntimas. «Bebo un té con limón, como me contabas que te tomabas antes de cantar para calentar tu garganta. El 'Tatuaje' de este ritual se quedó grabado en mí», recuerda. «Y un día, en el pasillo de tu casa de la calle José Antonio 78, hoy en día Gran Vía 78, al cruzarme contigo y sin mediar palabra, me diste una bofetada». ¿El motivo? Que la nieta no se había puesto las gafas.
En la emotiva carta, Conchitín Romero escribe: «Tu amor fue inmenso, entrañable, inquebrantable» y destaca el «amor verdadero» de sus abuelos. Ensalza la elegancia «innata» de la artista valenciana: «Tu presencia llenaba todo el espejo del baño, y yo me quedaba embobada mirándote; y frente al espejo me sonreías». Continúa: «En mi memoria está cuando íbamos de compras y acertabas siempre con lo que me iba y me sentaba bien».
Recuerda los consejos que le dio su abuela: «No lleves nunca tacones de más de cinco centímetros». Y Conchitín reconoce: «En eso no te hicfe mucho caso. En mi adolescencia y también después, llevé andamios».
Concluye la carta con una lección transmitida de abuela a nieta: «Otro mandamiento que se me tatuó en el corazón: ser agradecida. Gracias, Mamá».
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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