Urgente Óscar Puente anuncia un AVE regional que unirá toda la Comunitat en 2027

Sentado junto a la ventana, los últimos rayos de sol iluminan los ralos cabellos blancos del viejo, absorto en la belleza del instante. La fuerza de la naturaleza se dibuja en el cielo. Gigantes cumulonimbos, champiñones de algodón, son batidos por el viento. Una imagen que le lleva atrás en los recuerdos, cuando evitarlas con el parapente era optar por la seguridad.

Publicidad

Emocionado, saca del bolsillo libreta y lápiz.

Al tomarlos entre los dedos, el dolor de la artrosis se refleja en su rostro. Es lo que trae el invierno de la vida. Los amigos hace mucho que partieron, los hijos, ya mayores y con sus familias, un par de visitas de compromiso alguna vez al año, pero la mayor soledad llegó al perder a su mujer. En la habitación reina el silencio, la penumbra es un continuo. Fuera, el invierno; dentro, el frío aviso de un ciclo que termina. Las soledades son capas, la peor, la del olvido.

Es en la propia mente donde uno proyecta las mejores imágenes de la vida, aquellas que nos hicieron felices o cómplices de situaciones donde todos eran niños, jóvenes, adultos o mayores. Trampear algunos recuerdos, descartar aquellos que en la soledad llevan a revivir un malestar lleno de frustraciones, desilusiones, traiciones, olvidos. Preferible sumergirse mil veces en compañía de todos con los que compartimos la plenitud o la belleza de los lugares que el progreso destruyó, antes que en unos instantes de amargura y frustración pasada. Los sueños de niño fueron escalas para el adulto. Y salto al vacío al final, donde el único baúl que permanece es el de los recuerdos atesorados.

Quiere ser nube, escapar, perderse en las alturas para no morir mil veces en los abismos de este infierno, en los que la parca sortea números entre aquellos que van cayendo. Es inútil escribir. Desiste y, resignado, impulsa la silla de ruedas al patíbulo, el comedor del asilo. Con suerte, el virus no cantará hoy 'bingo' en su mesa.

Si quiere participar, ha de enviar su microrrelato a cuentosminimos@lasprovincias.es. La extensión exacta del relato es de 330 palabras.

 

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€

Publicidad