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Ernesto Rubio es un valenciano que se dedica a la traducción y que recientemente ha obtenido el Premio Nacional a la Mejor Traducción compartido con su compañera en este trabajo, Agata Orzeszek. El reconocimiento les ha llegado por traer al castellano la novela polaca 'Los ... libros de Jacob', obra de Olga Tokarczuk. Ernesto Rubio, que reside en Varsovia, ha hablado con LAS PROVINCIAS de ese trabajo y de otras cuestiones que conciernen a una profesión que a su juicio necesita mayor comprensión por parte de los lectores. De ahí que reivindique la «visibilización» de una tarea que está «precarizada».
–¿Qué supone recibir este premio?
–Ante nada, una alegría por el reconocimiento a un trabajo como el nuestro que parece que pasa desapercibido.
–¿Ha sido difícil la traducción de 'Los libros de Jacob'?
–Ha costado mucho porque es una obra de gran calado, con infinidad de voces, referencias y estilos. Además con un lenguaje que en muchas ocasiones llega a ser antiguo. Ha sido un trabajo arduo. Hemos tardado año y medio con algunas interrupciones. Tuvimos mucho tiempo, que eso se agradece, pero fue muy complejo, interesante y enriquecedor.
–Usted mismo lo ha dicho, la tarea de traductor pasa bastante desapercibida, ¿por qué cree que la sociedad no entiende el valor de esta labor?
–Es una gran pregunta. Yo tampoco lo acabo de entender. Es un trabajo muy desconocido. Siempre se habla de la invisibilidad porque ser transparentes es sinónimo de una buena traducción; es un tópico que una buena traducción no se nota porque somos intercesores entre los lectores y los escritores. Pero esta transparencia y humildad inherente a la profesión tiene un doble filo. Nos hemos encontrado con que esa invisibilidad ha jugado en nuestra contra. De hecho, por suerte, desde hace años y gracias al trabajo de compañeros y asociaciones, se está reivindicando la aparición de nuestros nombres en reseñas periodísticas y en portadas de libros. Somos autores, cobramos derechos de autor porque formamos parte del proceso de manera determinante. No deja de ser llamativo que un lector no sea consciente.
–Claro, una traducción es un texto nuevo, ¿no?
–Por completo. Y esto que es una obviedad, contínuamente pasa desapercibido. Como colectivo nos hemos dado cuenta de que cuanto más presentes estamos, mejores condiciones podemos tener.
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–¿El universo literario está necesitado de traductores o hay suficientes?
–Sí, constantemente está necesitado porque la producción editorial en nuestro país es enorme. Hay muchísimos nuevos traductores, hay estudios reglados y con ello gente joven. Pero es un trabajo muy vocacional, y eso también tiene un doble filo. La profesión tiene que entusiasmar, pero a veces es difícil porque vivir exclusivamente de la traducción literaria es muy complicado.
–¿Se puede vivir de la traducción?
–De la traducción, sí. De la traducción literaria es más complicado. Buena parte de mis compañeros, yo mismo, compaginamos distintas actividades porque traducir libros por desgracia es una profesión muy precarizada. Las tarifas están congeladas desde hace muchos años. Evidentemente hay editoriales mejores y peores.
–¿Cómo trabaja un traductor, primero lee el libro?
–Bueno, hay dos escuelas. Algunos prefieren no leerla primero, otros sí y comenzar después. Son dos opciones válidas. Nosotros en particular nos pusimos a traducir directamente.
–Traducir a dos bandas, a cuatro manos, será complicado.
–Bueno para mí es muy interesante porque este es un trabajo bastante solitario y existe esta modalidad tándem. Agatha y yo ya hemos traducido ocho libros juntos y la verdad es que es una maravilla trabajar con ella. Nos entendemos muy bien. Ella es polaca y comprende hasta la última resonancia o eco de la lengua polaca. Además, lleva muchos años en España y habla un castellano perfecto. Trabajar a cuatro manos en realidad es lo ideal, pero no es habitual.
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–Ha hablado de las dificultades de la profesión, ¿en este momento qué reivindicaría para su trabajo?
–Es complicado.Para empezar sería interesante trasladar al público lector en qué consiste nuestra profesión y a partir de ahí todo vendría de la mano.La mejora de condiciones es una pelea muy pequeña, tenemos asociaciones, pero es difícil. Es fundamental que el lector entienda este trabajo y en eso estamos dando pasos importantes hacia la visibilización. Además, las editoriales pequeñas que han ido apareciendo cuidan más las ediciones y ante la literatura de calidad los lectores se van fijando más en quién traduce y cómo están las traducciones
–¿Los traductores extienden el saber, el conocimiento, la literatura, es así?
–Sí, sin querer. También ejercemos a veces como agentes. Agatha y yo traducimos mucho para una editorial valenciana, La Caja books, y también proponemos libros; se establece una alianza. Hacemos informes de lectura estableciendo una relación con las editoriales. Y sí, tenemos un papel como de una especie de intercesores.
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