Eva Mir

Eva Mir: «Cada vez hay más injerencias políticas en el teatro»

Lleva al Teatro Rialto 'Pródigo', la nueva reinterpretación de la Parábola del hijo pródigo que se podrá ver hasta el 2 de marzo

Viernes, 28 de febrero 2025, 01:37

La dramaturga Eva Mir estrena 'Pródigo', la obra que reinterpreta la Parábola del hijo pródigo ahondando en «las ansias nihilistas y la falta de oportunidades» que han calado en las generaciones jóvenes. Todo a través de una familia que pasa de regentar un comercio local como tantos otros a comandar un imperio cárnico. Se podrá ver en el Teatro Rialto hasta el 2 de marzo. La obra está interpretada por Laura Romero, Aurora García Agud, Sonia Almarcha, Íñigo Rodríguez-Claro, Pablo Justo y Marcos Nadie.

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–¿De qué manera adapta la parábola de la Biblia a nuestros días?

–Al tener estructura de relato, la parábola te lo da todo: el seno familiar, la decisión de partir del hijo, el derroche de la herencia del padre y su vuelta. Esa decisión de volver es precisamente lo que yo no entiendo, y parto de eso en mi obra. No entendía el final: la misericordia del padre, el perdón, la vuelta del hijo. Eso choca con nuestro tiempo. Ahora intentamos darle psicología a todo, entender nuestra parte de responsabilidad en las circunstancias familiares. Ese Dios que te perdona si te arrepientes y te conecta con el castigo y el pecado me chirría. En el Siglo de Oro se hicieron muchas versiones de la parábola, y siempre se centraban en el viaje, en el momento del derroche y en los pecados cometidos. A mí me interesaba más poner el foco en los que se quedan. El padre, la hermana en la que recaen los cuidados para que el otro hijo viva una aventura. ¿Qué pasa con los que no tienen derecho a irse, descubrir su identidad y luego volver? He intentado encontrar las bajezas de quien decide irse y no es un héroe. En nuestra generación, a veces te vas huyendo de los problemas que no te apetece asumir.

–Habla de esa huida de los jóvenes hacia el derroche y el placer terreno por causa de la incertidumbre y la falta de oportunidades. ¿Cómo ve a los jóvenes de hoy?

–Como en todas las generaciones, no se puede generalizar, pero creo que hay una gran fuga de energía, porque es muy difícil avanzar en una sociedad hiper saturada por tantos estímulos y exigencias. Es complicadísimo tener momentos de calma para pensar y accionar y, por otro lado, a nivel político e individual estamos inmersos en un sistema que no favorece la lucha colectiva.

'Pródigo'

–La obra integra otras muchas críticas como la gentrificación o el sistema de consumo masivo.

–El protagonista pertenece a una familia que se ha enriquecido de la noche a la mañana. Pasan de tener un local de barrio a un gran imperio tras un golpe de suerte. Pasan a ser un poco cayetanos (ríe). Me costaría empatizar con esto en un primer momento, pero es interesante que en el teatro se refleje la humanidad más allá de la clase de la que vengas. A través de esta familia, además, se habla de comercios locales sustituidos por macroempresas que no cuidan el trato humano y, también, de ciudades despersonalizadas por el cierre de sus negocios.

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–Esa realidad que narra es terrible. ¿Cree que estamos abocados al fracaso?

–Si no tuviera esperanza, no estaría haciendo esto. Mi forma de tener esperanza es seguir creando. Pero también tengo mucho miedo y desconsuelo. Aunque hay verdaderas iniciativas movidas por jóvenes para conservar todo lo bueno que había en el pasado, el tú a tú, la forma que había de cuidarse.

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–Es muy joven y ya ha dirigido varias obras y ha trabajado en un montón de proyectos. ¿Cómo ha hecho tanto en tan poco tiempo?

–Empecé muy pronto a estudiar Dramaturgia. Solo tenía dieciocho años. A los veintidós terminé, y en ese punto ya había empezado a hacer proyectos. Ocurrió algo que fue el punto de inflexión. A los veintidós me concedieron el Premio Nacional de Teatro Calderón de la Barca, y eso lo precipitó todo. A partir de ese momento, empezaron a surgirme oportunidades hasta que dirigí mi primera obra en un teatro nacional con veintitrés años. De otra forma, me hubiera costado mucho más. Luego he ido encadenando proyectos. Me siento muy privilegiada, dentro del hecho, eso sí, de que no paro de trabajar.

–¿Cómo ve la situación del sector teatral?

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–Siempre se dice que estamos en un mal momento, entonces pierdo un poco la perspectiva (ríe). Pero de verdad creo que estamos en un momento especialmente malo. Ha empezado a haber mucha injerencia política en el teatro, lo que le hace un flaco favor a la cultura. Están cambiando muchas programaciones, reduciendo presupuestos para producciones y cada vez cuesta más encontrar lugares donde se apueste por el riesgo, que al final es lo más importante para crecer como artista y para ver cosas como público que te confronten con lo que eres. Es una pena que nuestros teatros dependan tanto de lo político, porque cada vez que cambian los gobiernos cambian también las dinámicas de los teatros. No hay una estructura para que el teatro resista a los cambios.

–¿Qué diría que es lo que le aporta tanto la escritura para dedicarle tu vida?

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–Creo que es la sensación de que no sabría hacer otra cosa. Y ya no tanto la escritura, sino más bien la creación en sí. Quizás me canse dentro de unos años, lo digo sin tapujos. Creo que es triste que tengas una vocación y te sientas en la obligación de responder a ella durante toda tu vida. ¿Por qué no se puede cambiar de profesión y de vocación? No se contempla que quizás quieras hacer otra cosa en la vida. Yo a veces me lo planteo, porque esto es una carrera de fondo. Aunque, por otro lado, por muy cansada que estuviese, creo que nunca podría renunciar a crear. Encontraría la manera, ya sea desde la escritura, la creación conjunta o lo que sea.

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