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La España de Velázquez, de Cervantes, de Unamuno y Santa Teresa de Jesús. La de Buñuel y Berlanga. La de los Juegos Olímpicos, la del Pórtico de la Gloria y la de Emilia Pardo Bazán. Ese es el país que el historiador y director de la Fundación Vocento, Fernando García de Cortázar (Bilbao, 1942), recupera en 'Y cuando digo España' (Arzalia), toda una carta de amor al país a través del arte y la cultura.
–¿Qué quiere contar en 'Y cuando digo España'?
–Quiero transmitir mis sentimientos y emoción hablando de España. Este libro es un viaje por el corazón de nuestro país en un momento en el que fuerzas nacionalistas atacan a España. Quiero movilizar a los ciudadanos de una España viva. Hacerlo a partir de lo que yo llamo un patriotismo cultural.
–En el título del libro añade 'todo lo que hay que saber'. ¿Somos ignorantes de la historia de nuestro país? ¿Por qué ahora era necesario reivindicarla?
–Por la existencia de esos nacionalismos que niegan la unidad de España. Por negarle le niegan hasta el nombre y se refieren a ella como 'Estado español'. Hay cierta incultura de los españoles que no conocen bien su historia. Cuando por televisión vemos el incendio de Notre Dame y nos apena tanto, también debemos reivindicar nuestro Pórtico de la Gloria. Pero también a Velázquez, el Museo del Prado o las víctimas del terrorismo, que han tenido un comportamiento ejemplar.
–Se detiene en 1992. ¿Desde entonces no ha habido ningún hecho reseñable en estos años?
–He parado ahí porque ese momento es en el que España es el gran escaparate de Europa. En la actualidad, vivimos el momento más crítico de división y de pérdida de conocimientos de la historia. Pero sí hay personas como Rafa Nadal, alguien muy visible que muestra su amor a España.
–Su alegato va más allá de una mera reivindicación...
–Es que también debemos defendernos de las quemas de estatuas, de símbolos... Trágicamente vivimos una época de debilidad del pensamiento, de puro y duro anacronismo. Nada ni nadie puede soportar un examen moral visto con ojos del siglo XXI.
–En esa reivindicación, ¿qué espacio ocupa Valencia?
–Es un ejemplo. ¿Cómo olvidar al Cid y los versos del Cantar? Hablo de esta primera gran pieza de la literatura castellana, la primera manifestación de memoria histórica en nuestro país, y también del poeta Ausiàs March y del 'Tirant lo Blanch'. No puedo dejar a Blasco Ibáñez, cuya novela 'El intruso' fue una de las primeras visiones que tuve del Bilbao noventayochista. Y claro está, a Sorolla, cuyos cuadros atrapan el blanco verano mediterráneo sin perder la soltura de Velázquez, espejos de una España sensual y lumínica, en las antípodas de la España negra de Zuloaga.
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