La Fundación Castellano Comenge aspira a construir el museo de pintura del mecenas

Un empresario que sorprendió hace ahora ocho años como un mecenas que irrumpía en el panorama cultural con el objetivo, y así lo marcaba su Fundación, «el fomento del arte y las acciones sociales». Castellano Comenge, con un fondo artístico de más de 200 obras de arte de creadores valencianos (Carmen Calvo, Horacio Silva, Equipo Crónica, Equipo Realidad, Genaro Lahuerta, Michavila, Genovés...), falleció el pasado viernes a los 74 años. Lo hizo sin ver realizado ese sueño, el de su Museo de Pintura Valenciana de los Siglos XX y XXI, y para el que había invertido una ingente cantidad de dinero (más de un millón de euros para la adquisición y rehabilitación de una antigua fábrica de curtidos en la Plaza del Autor de Valencia, en pleno barrio del Carmen).

El mecenas ha fallecido sin haber puesto en marcha un proyecto que, ante las trabas burocráticas y la falta de licencia para iniciar las obras, no pudo abrirse en el año 2022, tal y como era su previsión. Es más, hasta la fecha, el inmueble que compró y cuyo proyecto recoge una pinacoteca con salas de exposiciones y espacios para albergar actividades culturales, continúa en un estado ruinoso. «Soy viudo y no tengo hijos, quiero compartir mi colección», dijo en una entrevista en LAS PROVINCIAS en el año 2019. Y habló de su fundación: «El objetivo es que nos sobreviva, que no se desperdigue este patrimonio y lo puedan disfrutar las generaciones que vienen detrás. Lucharemos hasta el final».

Ahora es esa entidad que levantó en 2016, la Fundación Juan José Castellano Comenge (JJCC), la que aspira a mantener no sólo el legado del mecenas sino a lograr levantar el sueño artístico del empresario, cuyo patrimonio derivaba de sectores como el inmobiliario. Este 2024, además, tiene que tener lugar a final de año la cuarta edición de esa bienal artística con la que no sólo premiaba a creadores actuales sino que, con cuyas obras, iba engrosando los fondos de la institución que quería poner en marcha como herencia para los valencianos. No obstante, según las fuentes consultadas por este diario, su delicado estado de salud en los últimos tiempos le obligó a tomar la decisión de paralizar el procedimiento para dar a conocer las bases de la bienal de este ejercicio. Se desconoce si se celebrará. Aunque el empresario creó su fundación precisamente para mantener ese legado. De nuevo, resuenan con más fuerza sus palabras: «que no se desperdigue este patrimonio y lo puedan disfrutar las generaciones que vienen detrás». Asimismo, en la web de la entidad sin ánimo de lucro se puede leer que la próxima edición de la bienal, la que tiene que tener lugar este año, «se celebrará en la nueva sede de la fundación en la plaza del Autor de Valencia». Nada más lejos de la realidad.

El fallecimiento del empresario y mecenas valenciano deja incógnitas en cuanto a la gestión de su legado, aunque lo que sí es la fundación tiene el mandato de continuar con esa apuesta por el arte y la acción social que impulsó un amante de la pintura y un ciudadano que huía de la exposición pública y que tuvo que ponerse frente a los focos con el objetivo de dar a conocer su labor social.

Además, Castellano Comenge se rodeó de expertos que lo acompañaron en esta aventura llamada mecenazgo. El pintor y catedrático Horacio Silva es asesor de la colección y la mano derecha del empresario a la hora de ir engrosando su extensa colección, unos fondos que, al no contar con un espacio para exhibirlos, el empresario guardaba en su propio despacho y en los almacenes de las galerías donde los adquiría. Es más, cuando la Fundación despegó en 2016, lo hizo con una serie de patronos muy relacionados con el ámbito cultural y artístico valenciano. Así, al acto de constitución asistieron el presidente de la Fundación Bancaja, Rafael Alcón, el propio Horacio Silva y otros reconocidos pintores como Vicente Peris y Marisa Vázquez, y los principales galeristas de la ciudad como los hermanos Vicente y Alejandro Segrelles, de la Galería Benlliure; José Giménez y Rafael Alamar, de Subastas y Galerías de Arte; Sara Joudi, de Shiras; o José Ferrer Martí, de la Galería Ferrer i Roig.

Fue en ese momento cuando el empresario adquirió popularidad al conocerse su extenso patrimonio artístico y ese premio de pintura entre los mejor dotados del país. Al poco tiempo, saltó a los titulares tras solicitarle al Ayuntamiento de Valencia, en aquel momento en la primera legislatura del gobierno municipal del Rialto -el formado por Compromís y PSPV y Joan Ribó como alcalde- la cesión de unas naves en el Cabanyal para situar su museo de pintura. Castellano Comenge se comprometía a financiar toda la rehabilitación del inmueble y a que la planta baja fuera gestionada por el Consistorio. Él se quedaba con la de arriba para exhibir su colección. En aquel entonces, la que era concejala de Cultura, María Oliver, del partido València en Comú, se negó y alegó que este espacio iba a ser destinado a una escuela de circo que nunca se llegó a construir.

Tras el fallecimiento del empresario, queda su legado, personal y, sobre todo, artístico. Una herencia cultural que está en manos de la fundación que dejó como emblema de su apuesta por el mecenazgo y la generosidad con los valencianos. Falta que su museo sea una realidad.