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Siete mujeres. Sólo siete artistas femeninas están expuestas en el Museo de Bellas Artes de Valencia. La cifra es a todas luces escasa pero sirve para dar cuenta de la deuda del museo con las pintoras, y escultoras. Las siete creadoras están desde hoy visibles a los ojos del visitante tras abandonar los almacenes. María Sorolla, Elena Carabia, Emilia Torrente, Manuela Ballester, Rosario de Velasco, Marthe Spitzer y Adrianne Guillou son las primeras en tener una habitación propia en el San Pío V. El director del centro ha dado un espacio permanente a estas mujeres como «un primer paso», ya que «es una de las puntas de lanza que el museo quiere llevar adelante en los próximos años». «Era una obligación hacia la sociedad», en palabras de Pablo González Tornel.
La galería de mujeres artistas está situada en un pasillo del nuevo edificio. La tendencia museística actual es integrar la obra de las creadoras en los discursos expositivos y así sucederá cuando el Bellas Artes renueve su discurso museológico. A falta de la aplicación del plan museográfico, que suma años de retraso y que depende del Ministerio de Cultura, el director del San Pío V ha movido ficha y ha desempolvado a la hija de Sorolla, a la mujer de Renau y a la discípula de Mariano Benlliure. El museo ha tratado de despojarlas de parentescos contextualizando su obra. No vivieron de su arte pero no fue una voluntad o decisión propia, sino derivada de su contexto familiar, del marco social, etcétera.
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La nueva sala permanente del museo ha permitido no sólo saldar la deuda histórica con las mujeres, sino ampliar los fondos. Santiago Borrás ha donado al centro 'Retrato de Emilia Torrente', una pieza en yeso de quien fuera discípula de Mariano Benlliure. Respecto a si el Bellas Artes continuará adquiriendo obras con firma de mujer, el responsable ha admitido dificultades primero porque no hay tanta obra y segundo porque son piezas codiciadas.
En la galería de mujeres artistas se exhiben una quincena de piezas de la etapa de entresiglos. En 'Chula', de María Sorolla, se puede apreciar las capacidades artísticas de María Sorolla, y con 'La matanza de los inocentes', de la falangista Rosario de Velasco, el museo recupera a una artista «ignorada tanto pro su género como por su ideología». Son sólo dos ejemplos de que el Bellas Artes empieza a reparar su deuda con las mujeres artistas.
El museo, en palabras del director, no es una institución que cuelgue cuadros sino que cuenta historias a través del arte. En el caso de las galería de mujeres artistas, el Bellas Artes quiere narrar la historia de aquellas que quisieron ser artistas y no pudieron, las que fracasaron en el intento por la sociedad y las que lo lograron. Se fija en la época de finales de siglo XIX y principios del siglo XX, primero, porque son las presentes en el fondo artístico de la pinacoteca y, segundo, porque en esa época se «ve despegar la posibilidad en las mujeres de aprender arte».
De Elena Carabia de Foyos y Espert (1880-1897), se exhiben 'Paisaje' y 'Un banco del parque', que dan cuenta de que podría haber llegado a ser una notable pintora en la Valencia del XX. El 'Retrato de Elena Carabia con sombrilla', a cargo de José Mongrell, sirve para recuperar la memoria visual la autora. Algo similar sucede con el retrato de María Sorolla a cargo de su marido y pintor Francisco Pons Arnau. Ella se vio eclipsada por su padre y su marido y, en palabras de González Tornel, «María Sorolla cumplió con lo que de ella esperaba la sociedad».
La obra de Manuela Ballester se exhibe al lado de la de Rosario de Velasco, dos mujeres con ideologías opuestas. De la pintora republicana se exhiben los retratos de ella y su marido Josep Renau, una figura con nombre propio en la historia del arte en España y que eclipsó a Ballester.
La colección se completa con 'París, vista desde Suresnes', de Adrieenne Guillou, de finales del siglo XIX, y 'La jeune fille latine', escultura de Marthe Spitzer, una artista europea que viajó a España a principios del siglo XX.
El director del Museo de Bellas Artes de Valencia tiene ideas para modernizar el centro cultural y embarca al equipo del centro para desarrollarlas. Sin embargo, la transformación de un centro cultural de titularidad pública requiere de la implicación política. Aquí el San Pío V toca, como hace décadas, hueso. El plan museológico, cuyo primer borrador se presentó en febrero de 2016, es la herramienta para acometer el nuevo ordenamiento expositivo. Hace seis años que se presentó públicamente el instrumento que ha de cambiar el discurso artístico de la pinacoteca. Hace seis años ya estaban Vicent Marzà y Carmen Amoraga al frente de la Conselleria de Cultura, el primero como conseller y la segunda como directora de Patrimonio. Ambos han realizado visitas al Ministerio de Cultural y han defendido la buena voluntad del Gobierno de Madrid, pero sus palabras no se han traducido en acciones, ni en hechos.
Pese a que el Ministerio de Cultura tiene pendiente la aplicación del plan museológico del San Pío V, que año tras año se demora en los presupuestos generales del Estado, el museo realiza pequeños cambios atribuibles a la dirección. Así, el Bellas Artes ha incorporado la colección Gerstenmaier a sus fondos, ha ganado espacio expositivo para las escultoras de Ricardo Boix y ahora ha creado la galería de mujeres artistas. En las exposiciones temporales también se aprecia la visión más aperturista e inclusiva de González Tornel.
Ante la falta del plan museográfico, que suma años de retraso a cargo del Ministerio de Cultura, el director del San Pío V mueve ficha. Preguntado por LAS PROVINCIAS si la galería de mujeres artistas permanecerá cuando cuando se aplique el nuevo discurso artístico, González Tornel dijo: «No lo sé, ni tan siquiera sé si yo seré el responsable de realizar esos cambios». En cualquier caso, el plan prevé que el edificio Pérez Castiel albergue las colecciones del siglo XIX y XX, en las que se datan las piezas de las creadoras.
Ni el Ministerio cumple con el Bellas Artes de Valencia, ni la Conselleria dota de autonomía al centro, ni desbloquea cuestiones menores. El museo lleva desde marzo de 2020 sin cafetería y desde 2017 sin tienda-librería.
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