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Relato de Bárbara Blasco: La influencer
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Los antidepresivos ayudaron pero fue sobre todo esa publicación en Instagram hablando de su pelo lo que la salvóBárbara Blasco
Domingo, 10 de octubre 2021
Tantos años de penurias económicas bien disimuladas, saliendo de cañas, aprovechando las tapas para darse por comida, riendo en rojo Deliplus, del que mancha un poco los dientes, desplazándose en bicicleta, que es mucho más ecológico, qué importan los dos grados. Tantos años practicando el coworking, el coliving, el crowfounding, tratando de no ensuciar con su propia pobreza la lengua de todos. Leyendo noticias estúpidas en los periódicos, que si los jóvenes se resisten a ser propietarios de una vivienda, que si los jóvenes apuestan por la flexibilidad laboral, que si los jóvenes prefieren los botellones al pub.
Escucha el relato aquí:
Tantos años compartiendo piso o pagando su soledad a un precio desorbitado, en cuchitriles interiores, sin luz natural, sin espacio para sus libros, pero sí para la vergüenza de traer a alguien a casa. Tantos años ya desde que terminó la carrera de Bella Artes, ¿ocho, nueve? recuerdos que parecían de otra era. Tantas veces tentada de tomar atajos, ojeó incluso aquella web en busca de un sugar daddy. Qué cosa tan empalagosa y sórdida al tiempo un sugar daddy, como un algodón de azúcar manchado de mierda.Tantos años, en fin, de ensayar para la verdadera vida, esperando el estreno. El día en que, al llegar a su covacha, accionó al interruptor y la oscuridad no se inmutó, Delia se hundió. Dos recibos de la luz sin pagar. La negrura se le metió tan adentro que permaneció varias horas tumbada en el suelo, sin moverse. Al alba, vio pasar a una cucaracha y ni siquiera el asco la hizo reaccionar. Fue a deprimirse por espacio de tres meses a casa de sus padres en una pequeña ciudad de provincias. Estuvo todo ese tiempo sin salir apenas de la cama, sin lavarse el pelo. Una mañana constató que había perdido toda su grasa, su cabello lucía más brillante que nunca y sin rastro de electricidad estática. Los antidepresivos ayudaron pero fue sobre todo esa publicación en Instagram hablando de su pelo lo que la salvó. 1500 corazones.
Abrió un canal de YouTube, con consejos capilares que pronto combinó con su faceta de artista. Ideó peinados en forma de palmera, de cubo de Rubik, los fue sofisticando hasta componer una cigüeña en su nido, delfines saltando o la torre de Pisa con la inclinación exacta.Conocida como Artista Pelástica, cada día se imponía el reto de conseguir una figura más alta.A los seis meses ingresaba cerca de 5.000 euros mensuales. Alquiló un piso de techos altos en el centro de la pequeña ciudad, con bañera, calefacción eléctrica, vitrocerámica, lavavajillas. Contrató más de 6 kilovatios. La luz había alcanzado máximos históricos, el Gobierno hablaba de reducir impuestos y blablablá. Pero ella podía pagar. Aquel día se metió en la bañera, decidida a relajarse. Un hater la había llamado niñata frívola, más trabajar y menos figuritas chorras. Cerró el grifo, el agua cubría todo su cuerpo. Qué sabría él de precariedad, de aquella noche sobre el suelo más frío que ha existido nunca. Se estaba quedando sin batería. Conectó el móvil al cargador. Ahora podía cargar ese móvil y mil más si quisiera. Eso le iba a contestar al listillo: el arte siempre es hijo de la necesidad, nada más que eso, cuando el teléfono se le escurrió de las manos. Lo vio entrar en el agua, como una rana inofensiva, justo antes de sentir la descarga definitiva en su cuerpo. Luego sobrevino la oscuridad. Cuando la encontraron, su cabello, desafiando las leyes de la gravedad, alcanzaba los 45 centímetros de puro arte.
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