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El artista valenciano Jacobo Eid. LP
De ingeniero industrial en la Ford a jugar con arte

De ingeniero industrial en la Ford a jugar con arte

Tras casi una década en el sector de la automoción, Jacobo Eid pretende que el espectador encuentre la felicidad en su obra. La parte principal de las creaciones del valenciano está elaborada con fundido de juguetes

Lourdes Martí

Valencia

Jueves, 2 de noviembre 2023

La luz se cuela entre las rejas de una de las ventanas del taller para iluminar el trabajo de Jacobo Eid. El arte impregna cada rincón del estudio ubicado en Ciutat Vella. Del corazón de Valencia nace desde hace apenas un par de años el arte de un ingeniero industrial al que le dijeron que eran una persona «creativa» cuando apenas tenía 9 años. En un momento en el que no sabía ni qué significaba esa palabra y que ha cobrado sentido casi tres décadas después.

Empecé a trabajar en la automoción. Mi primer empleo fue en España GTA que es un superdeportivo que se fabrica a mano en Quart de Poblet, después pasé a una empresa proveedora de Ford y de allí pasé a Ford donde estuve trabajando alrededor de ocho años», explica Eid. En sus últimos 24 meses en la multinacional trabajó en la promoción de innovación para empresas analizando y desarrollando la mejor manera de aplicar la Inteligencia Artificial y las nuevas tecnologías en la producción industrial. «Me matriculé en Bellas Artes y por las tardes, después de trabajar me iba a la Universidad», recuerda. Tras concluir sus estudios empezó a colaborar con la marchante de arte y decoradora, Lupe Fullana. En enero de 2021 fue despedido de la Ford: «Justo en ese momento había vendido todas las obras que había hecho, así que decidí que había llegado la hora de dar un paso al frente«.

El viraje de su trayectoria profesional hacia el arte le llevó de nuevo a la infancia. Su obra trata de algo tan loable como ambicioso: «Alcanzar la felicidad». ¿Cómo hacerlo? A través del juego. «Mi obra trata sobre alcanzar ese estado que todos anhelamos, cada uno la alcanza como puede: unos haciendo yoga u otro tipo de deporte, otros buscan un coach, otros ingieren algún tipo de comida concreta. Para mí el momento más feliz de tu vida es cuando eres un niño pequeño», y prosigue: «Tus padres te dan un sándwich de nocilla y es una fiesta absoluta. Luego nos hacemos mayores y resulta que vas a una pizzería buenísima, el local es perfecto, el camarero, amable pero te han cortado la pizza en cuatro trozos y tú la querías en ocho. Aunque no te quejes en voz alta… lo tienes ahí».

Jacobo Eid en su taller (1), la obra del artista en una exposición (2 y 3). LP
Imagen principal - Jacobo Eid en su taller (1), la obra del artista en una exposición (2 y 3).
Imagen secundaria 1 - Jacobo Eid en su taller (1), la obra del artista en una exposición (2 y 3).
Imagen secundaria 2 - Jacobo Eid en su taller (1), la obra del artista en una exposición (2 y 3).

Eid convierte al espectador, al usuario, en parte de la obra: «Procuro que mis creaciones sean interactivas, acercar el arte al público para que no haya esa distancia. La obra no está por encima del espectador, la pongo a la misma altura, e incluso invito a que el que la visite forme parte de ella. Ese juego que se genera es también parte de la obra», añade. Así pretende llevar a los adultos, quizás alejados del arte contemporáneo a esa época de la vida en la que todo es más fácil: «De pequeño no juzgas, no supones, vives el momento, te enfadas con alguien y se te olvida en minutos. Este juego tiene dos partes: por un lado invitar a todo el mundo que no está implicado o que no le gusta el arte contemporáneo a disfrutarlo de una manera fácil. Y por otro lado, llevarlo hacia la infancia, a que tu la cabeza sienta lo mismo que al tener 4 años y seas feliz».

Implica Eid no sólo a aquellos que visitan sus obras, también a los que pasan por el taller: «A veces les invito a que entren, les doy un spray les digo que se dejen llevar y que pinten y, ¿sabes qué? la gente sale feliz». Quizás haya que mirar hacia la Secundaria para pensar en la última vez que algunas de estas personas dibujaron o colorearon. «Cuando creas arte te concentras, hace que dejes de pensar, la gente se apunta a dibujo o cerámica porque están tranquilos, es una manera de meditar, de despejar la mente. Muchas veces las personas tienen miedo a que no se le dé bien ponerse ante un lienzo o levantar una escultura, no hace falta que sea algo realista», matiza.

Su obra principal está elaborada con fundido de juguetes. Utiliza los objetos que salen defectuosos de fábrica y juega con ellos: «Trabajo e investigo con ellos también por algo más que estética, intento pararme en la estructura para que puedan inspirar para llegar a ser muebles u otro tipo de utilitarios».

Acaba de exponer en un par de Ferias en Madrid y ahora le esperan Países Bajos y Bélgica. Francia y Portugal se vislumbran en su horizonte artístico. «Llegar a todo, porque tengo muchos encargos», confiesa que es su objetivo a corto y medio plazo. Para entender cuál es la clave del éxito de este artista que en un año y medio ha conquistado a todos aquellos que se plantan ante su obra, hay que mirar hacia aquel adjetivo con el que le calificaron con tan solo 9 años: «En una de mis primeras exposiciones, Juan Carlos Uriarte Paniagua (reconocido escultor), me dijo que mi obra era una muestra de que no todo estaba hecho. La innovación es una de las características que más destaca de mí la crítica. También es algo muy emocional. Por otra parte, el hecho de que haya detrás trabajo y que se vea también supone un valor añadido».

Antes de despedirse, Eid reflexiona sobre la inteligencia artificial, una herramienta «muy interesante» de la que se pueden extraer conclusiones positivas. «Va a pasar como con la fotografía, es un medio que cuando lo utiliza todo el mundo es difícil destacar. Algunos sí que le darán ese giro de vuelta y su obra pasará a la historia, pero el resto, será más de lo mismo».

Uno de los pingüinos de la colección de Jacobo Eid. LP

Pingüinos para concienciar

En esa búsqueda del «enganche emocional entre coleccionista y obra», Jacobo Eid encontró en unos pingüinos de madera y el sueño de su sobrina Nerea, una colección que sorprende. «Vi algunas esculturas de este animal en el rastro y me las guardé, siempre tenía el runrún de hacer algo especial. Paralelamente, mi sobrina Nerea siempre había querido tener una mascota en casa, sin embargo sufre alergia al pelo de los animales y no podía», relata. «Recordé el proceso que tuve que hacer para adoptar a mi perro, tenía que completar algunos cuestionarios, vacunarlo… no sólo el tener el perro fue bonito, también el proceso, así que pensé en hacerle a mi sobrina todo ese juego para que adoptase a ese pingüino: tenía que quererlo, leer un manual sobre cómo cuidarlo y así surgió. Lo fui desarrollando y más que una escultura es una obra conceptual, no es el busto redondo si no el juego que hay alrededor», confiesa.

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