Si está de gira, no compone. Prefiere dedicarse, casi en exclusiva, a su público y a empaparse de las ciudades que visita. El músico Jorge Drexler (Montevideo, 1964) llegará en febrero a Valencia, los días 12 y 13 de febrero, y recalará en la Rambleta, donde ofrecerá dos actuaciones en las que habrá «sorpresas». El cantautor uruguayo se confiesa en esta entrevista. Sin tapujos, afirma que tiene «todos los defectos de la sociedad de hoy en día: la dispersión, la vaguedad, la frivolidad, el deseo de aceptación...».
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–La gira con la que recala en Valencia se llama ‘Silente’. ¿No es una contradicción cuando hablamos de música?
–Es contradictorio y una paradoja. Esto último me parece una vía de conocimiento, porque tienes la incertidumbre como motor. Esta es una gira con conciertos basados en la escucha, en que haya una tensión activa con el público.
–Dos citas en una misma ciudad no es habitual. ¿Busca ahora más el contacto con el público?
–Este tipo de actuaciones requiere de un tipo de concentración que se ha perdido con los años. Y yo también lo he perdido. Tengo todos los defectos de la sociedad de hoy en día: la dispersión, la vaguedad, la frivolidad, el deseo de aceptación pública...
–«Uno no escribe sobre lo que quiere, sino sobre lo que puede», ha dicho en alguna ocasión. ¿Hasta un artista como Jorge Drexler se autocensura?
–Sí. Todo el mundo lo hace. En mis canciones, intento ser los más sincero posible, pero la sinceridad no es un bien absoluto. Escribo sobre lo que soy capaz de escribir. Me encantaría hacer una canción sobre la violencia de género, pero es muy difícil. Ahora, quisiera hacerlo sobre la situación en Latinoamérica, en países como Chile o Colombia, pero no puedo. Las canciones de opinión son complicadas porque hay una delgada línea que las separa de las letras que sirven a una causa. Yo quiero hablar en primera persona, no que mi música caiga en la demagogia.
–Cuando hace veinte años llegó a España, le costó arrancar en la industria, sus primeros trabajos no funcionaron muy bien... Pasado este tiempo, y viendo cómo ha evolucionado el sector musical, ¿cómo vive la actual situación de la música?
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–Sigo siendo un pésimo vendedor de discos (ríe) pero lo bueno es que no dependo de las ventas ni de los ‘streaming’. Soy un saltimbanqui. No soy un nostálgico, no echo de menos el tiempo perdido. Soy muy cuidadoso con la romantización del pasado. La industria musical ha cambiado. Yo mismo compraba muchos discos. Los escuchabas enteros. Ahora, una plataforma, a través de un algoritmo, te recomienda un álbum. A la segunda canción, ya te sugieren otros. No conoces a los compositores, no escuchas más de una canción. Ese es un cambio muy dramático, que me entristece.
–Médico de formación, ¿defiende que la música cura el alma?
–Sí. La cultura en general es el perfume de nuestra especie, lo que nos define y nos enseña, es esencial a la condición humana. Nuestra especie, que es muy cruel con las cosas que no le sirven, nunca ha dejado de lado la música porque es una experiencia antropológica. No es sólo entretenimiento, hay que saber entenderla en su misión.
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