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Hay películas pero no conocemos obras de teatro españolas sobre el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) salvo un monólogo de Jorge Santos ... estrenado en Madrid en mayo pasado, '¡Estate quieto, niño!'. Este vacío lo ha llenado el actor valenciano Bruno Tamarit en su estreno como autor con 'Laila' mostrando a una adolescente que lo padece y su universo personal, escolar y familiar.

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Cualquier opera prima es una incógnita. Pero esta residencia de Carme Teatre es original e innovadora al introducir el flamenco dentro del texto; no como una vía de exploración artística o gratuita sino como motivo temático sustancial. Es la ayuda que necesita la protagonista para paliar su hiperactividad y expresar sus estados de ánimo. Vehicula sus emociones y su trasiego impaciente gracias al lenguaje corporal del baile, sin dudar en sisarle a su madre para pagar las clases o comprar unos zapatos de taconeo.

Pero 'Laila' no solo incide en la historia personal para concienciar con un mensaje global de necesidad de comprensión y ayuda del entorno. También reflexiona sobre el ritmo frenético de nuestra vida actual y la costumbre agobiante de la necesidad de inmediatez de resultados. La prisa es un problema del presente que favorece el crecimiento del trastorno.

LAILA

  • TEATRO Texto y dirección: Bruno Tamarit. Reparto: Lorena Martínez, Isabel Julve, Juan Benavent. Coreografía y movimiento: Alejandra García. Música: Truman Fernández. Escenografía: Andrés Tamarit. Carme Teatre (Hasta el domingo)

Bruno Tamarit ha salido airoso de su apuesta y del riesgo adquirido. Atina desde el arranque con el veterano bailarín de danza española y coreógrafo, Juan Benavent. Es Salvador, el jefe de estudios que lanza la consigna semanal a las aulas por el micrófono. Llama a Laila y a su madre Valentina para hablarles del trastorno. Tres nombres que simbolizan el carácter y la función de cada personaje. Incluso une el de la protagonista a la canción homónima de Eric Clapton.

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Los números evasivos de flamenco de Laila, de Salvador y más adelante del trío para unirse frente al problema también separan las secuencias textuales sin perder el hilo. El mensaje queda claro en el desenlace: el apoyo familiar y social es fundamental para aprovechar este trastorno para el crecimiento personal. Hay escenas punzantes como la disputa de madre e hija en el cumpleaños de la protagonista con el que alcanza la mayoría de edad.

Las interpretaciones son eficaces y resueltas en las conseguidas coreografías de Alejandra García. Dan sinceridad a la puesta en escena con su compenetración entre palabra y movimiento. Lorena Martínez hace creíble a Laila, inquieta sin parar hasta llegar a lo acrobático en sus gestos y posturas. Isabel Julve (Valentina) despliega simpatía y gracia con toques de humor al ser una mujer humilde que salió adelante a pesar de las dificultades y no entiende a su hija. Y canta y baila. Juan Benavent, el intérprete de flamenco Lucerito de las Marismas, se sacrifica al texto como hilo conductor y voz de la conciencia. Da relieve a los giros argumentales. La dirección de Tamarit conjuga los tiempos y da claridad a lo cómico y a lo dramático con respeto al tema y esquivando toda caída en la superficialidad. Con buena música de Truman Fernández, sobre todo la excelente versión tecnificada de la lorquiana «Leyenda del tiempo», y los aportes de la iluminación, sobre todo de rojos y laterales, a cargo de Carles Sanchis.

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Muy buen debut en la autoría de Bruno Tamarit. Hábil e innovador, con un mensaje de concienciación y una vía posible para el TDAH del adolescente.

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