

Secciones
Servicios
Destacamos
Cada afirmación de Juan Manuel de Prada podría ser un titular de esta entrevista. Autor libre, sin miedo al qué dirán, presenta el próximo ... miércoles 2 de abril en Aula LAS PROVINCIAS la segunda entrega de 'Mil ojos esconde la noche', la monumental novela sobre la ocupación alemana de París y que en este nuevo libro lleva por título 'Cárcel de tinieblas'. El acto tendrá lugar a las 19 horas en el Casino de Agricultura y, como el personaje principal de la historia, Navales, De Prada promete no dejarse nada en el tintero.
–Quiero empezar destacando lo bien escrita que está la novela. Debería ser una obligación para un escritor, pero ¿le sorprende que se destaque eso de 'Mil ojos tiene la noche'?
–En honor a la verdad, no. Yo soy un escritor muy volcánico, escribo de forma impulsiva y con poca premeditación. Lo he dicho en alguna ocasión y aunque suene un poco truculento, escribo como meo. Soy un escritor barroco. Es verdad que el lenguaje es la casa en la que vivo, y mi intención es tenerla limpia y esplendorosa. Pero no escribo relamidamente. Lo que quiero es que se note amor y que las palabras tengan una magia especial.
–Pero no me negará que muchos escritores no tienen ese 'amor' por el lenguaje en estos momentos...
–Efectivamente vivimos en una época en la que el lenguaje tiende a una palidez cada vez más mayor. Esto es producto de una triste homologación de la escritura. Muchos escritores lo hacen de una manera sencilla, parece que escriben más guiones para una serie de Netflix que libros. Pero si eres un escritor español debes beber de la tradición e inspirarte en lenguaje del que dispones. Lo tienes que emplear a fondo, exprimirlo. Si un autor empobrece su escritura, empobrece su mirada.
–¿Se puede decir que este es su proyecto literario más ambicioso?
–Sí. He de decir que esta no es la segunda parte, por si alguien piensa que la he escrito después. Es una novela partida en dos porque yo escribí 1.600 páginas del tirón y la editorial me dijo que era imposible publicarla en un solo volumen. Así que la anterior se cortó en un momento de inflexión de la trama. Es cierto que hay muchísimo trabajo en ella, mucha documentación. Me he leído libros de memorias de los personajes que aparecen. Pero es una trama hecha con informes policiales.
–Su personaje principal, Navales, hace aquí un acto de redención, de cuestionarse sus actos.
–El ser humano, hasta en los momentos más complejos, tiene capacidad para vencer el mal y cuestionarlo. En esta entrega, se va a enfrentar a situaciones nuevas. Por ejemplo, había un antisemitismo en la sociedad francesa que a él no le tocaba de cerca. Pero aquí va a ver como los judíos son enviados a los campos, les harán llevar estrella cosida en la ropa. Y al observar que todo se pone más tenebrosos, verá confrontadas maldades con esa maldad en mayúscula que le hará cuestionarse cosas.
–¿Qué mitos de la historia rompe con la novela?
–A algunos lectores, los que no tienen una visión cabal de la historia, les sorprende ver cómo los artistas españoles exiliados en París, que habían simpatizado con la República, estaban colaborando con la Falange. A la gente que vive dentro de la cárcel de los estereotipos les puede sorprender, pero a estos intelectuales no les queda otra para sobrevivir. También, la doble censura que vivieron los periodistas, la de España y la de Alemania, que tenía su oficina de propaganda. Vamos a ver a los periodistas al servicio del poderoso, publicando noticias falsas, que estaban vistas desde la perspectiva alemana.
–Como escritor, ¿le espanta la moraleja?
–La literatura no está para dar lecciones, sino para mostrarlas. No está hecha para catequizar. Las lecciones morales se deben desprender de ella. Y más que morales, lo que detesto es la moralina.
–En estos momentos de corrección política y temor a la cancelación, ¿escribe con miedo?
–El miedo es un humano pero yo decidí tomar un camino de disidencia frente al espíritu de mi época. Es difícil porque te van expulsando de todas partes. Hace unos años tenía que quitarme a manotazos las ofertas que recibía para colaborar en medios de comunicación. Pero a medida que decides no transigir o no hacer concesiones, te van estigmatizando. Un escritor tiene que elegir si quiere congratularse con su época o con los que el día de mañana le pueden leer. Siempre digo que yo escribo para los que no han nacido todavía.
–Como a Unamuno, ¿le duele España?
–Sí, claro que sí. Indudablemente es doloroso. Vivimos en un proceso de muy fuerte decadencia, ha logrado imponerse lo que yo llamo la 'demogresca'. Las ideologías son cárceles del pensamiento y a la gente le da igual si las maldades las hacen los suyos, les parecen bien. Me apena que ser conservador te lleve a defender la masacre de Palestina o que ser progresista te haga apoyar el rearme o el salto tecnológico en la defensa, como lo llama nuestro presidente del Gobierno. Creo que Dios nos dio la razón de discernir. Han logrado destruir el sentido común y lo han fanatizado.
–¿Tiene lectores ocultos, que dicen que no lo leen?
–No lo sé. Vivimos en una sociedad en la que hacemos muchas cosas escondidas. Ojalá me leyeran a las claras aunque entiendo que también que lo hagan a escondidas. Hoy en día, si quieres ser aceptado, tienes que pasar por el aro de leer aquellas cosas que los amos del cotarro cultural bendicen. Pero yo estoy a gusto en la clandestinidad. Vendo más libros y soy más leído que los escritores aplaudidos por el régimen.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.