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El periodista Jorge Alacid (Logroño, 1962), jefe de Coordinación y Canales de LAS PROVINCIAS, acaba de lanzarse al vacío literario. Aunque no se puede decir que lo haya hecho sin red. Porque 'Los seres queridos' (Pepitas de calabaza) es una novela negra que tiene todos los ingredientes para sorprender al lector. En ella nos cuenta la vida de Viberti, un director de un periódico de provincias en plena Transición Española y que sigue la pista de unos turbios suicidios. De periodismo, literatura, pasado y presente, el autor desgrana algunas claves del libro en esta entrevista. Además, este jueves 2 de febrero lo presentará en la librería Bangarang de Valencia (Calle Historiador Diago, 9) a las 19 horas en una cita en la que le acompañará la jefa de Culturas de LAS PROVINCIAS, Carmen Velasco.
–Decía Doris Lessing que «escribir es comprender». ¿Qué ha comprendido del periodismo y la literatura, de la vida en general, al embarcarse en la novela?
–Creo que uno de los atributos más valiosos de este libro es que tiene una mirada compasiva con los personajes. Como escritor, haces el esfuerzo de intentar comprender a personas que son seres humanos que habitaron esta tierra en un momento muy concreto, de alta densidad histórica como fue la Transición. Ahora ejercemos una profesión, la de periodista, más pautada y menos asilvestrada que la de entonces.
–¿Cómo era ese periodismo?
–Una de las claves es que se ejercía en horario vespertino y nocturno y en condiciones precarias, en escenarios inhóspitos, sin medios... Un político de la Transición un día me dijo que la política se hacía por aquel entonces sin fotos, sin horarios y sin sueldo. Creo que esa definición representa el escenario en el que trabajaban.
–Lo que sí muestra es un tipo de periodismo que parece que ya no existe...
–La esencia del periodismo sí sigue existiendo pero yo hablo de la forma de llevarlo a cabo. Cada periodista, e incluso quien no lo es, puede tener una definición del oficio. Para mí, el periodismo es el relato de la vida. Y aquellos periodistas lo hacían de una manera más rebelde e inconformista, que obedecía a un tiempo en el que todo estaba por construir. Esa generación se arrojó al futuro con un carácter audaz que es digno de elogio. Su objetivo era, y es el tema de fondo de la novela, intentar llegar indemne al final del día con la integridad y la decencia no muy lesionadas. Las redacciones de entonces estaban desbordantes personajes atrabiliarios, con cierta propensión a la bebida, noctámbulos empedernidos, náufragos...
–Habla de náufragos, ¿cómo ha conseguido no ahogarse en ese océano en el que se mezclan el periodismo y la literatura?
–La tabla de salvación de todo periodista es lo que a mí me ha ayudado a escribir 'Los seres queridos': el hábito. Nosotros tenemos facilidad para escribir y estamos adiestrados. La psicosis del folio en blanco es un lujo que el periodista no se puede permitir. En un cierto sentido, he escrito este libro con una mano atada a la espalda para que no aflorase el 'yo' periodista y sí el 'yo' novelista.
–Durante mucho tiempo el suicidio era tabú en los medios pero su protagonista, Viberti, quiere investigar una serie de sucesos turbios que considera asesinatos. ¿Ha cambiado la percepción que tenemos del suicidio en las redacciones?
–Ese estigma aún late en ellas. Ahora parece que nos hemos liberado de ese encorsetamiento intelectual que nos permite enfocar el tema del suicidio con otra mentalidad. En estos casos, la misión del periodista debe ser limitar los daños y no añadir dolor a una circunstancia que ya de por sí lo es.
–En el libro, aunque no especifica la ciudad, habla de un director de un periódico de provincias...
–Sostengo desde hace mucho tiempo que el mejor periodismo que se hace en España está fuera de los grandes centros de poder. Ejercer el periodismo de kilómetro cero te faculta mejor para perfeccionar tu oficio. Cuando puedes ver las consecuencias de los que publicas en los rostros de los personajes, mejora tu praxis y te obliga a ser más sensible.
–Dejó su Logroño natal para instalarse en Valencia. ¿Qué le ha dado esta ciudad?
–La posibilidad de contrastar, de pensar que no hay realidades iguales aunque haya puntos de semejanza. En España nos obsesionamos en ahondar en las diferencias y cuando viajas por el país te das cuenta que hay pautas muy comunes, que no somos tan extraños. El valenciano, en general, conoce muy bien su tierra y es un activo muy valioso de lo que, creo, no es muy consciente. Y hay dos cosas que me han llamado mucho la atención: la amabilidad y la generosidad de los valencianos. Son dos atributos que no me canso de saborear y de poner en valor. Esta es una tierra realmente acogedora y hospitalaria.
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