El arte valenciano de las últimas décadas no se entendería sin el universo escultórico de Miquel Navarro (Mislata, 1945), el autor de ciudades concebidas como cobijo de la humanidad. El artista que ha sembrado de creatividad las calles de numerosas ciudades y cuyo trabajo se ... muestra en museos de todo el mundo ha inaugurado esta semana en el MuVIM la exposición 'Urbanismo poético', una muestra comisariada por Carmen Velasco, jefa de Culturas de LAS PROVINCIAS, que recorre su obra. La cita llega en el vigésimo aniversario de la emblemática obra 'El Parotet' y en vísperas de que en 2024 'La Pantera Rosa' cumpla cuarenta años. Miquel Navarro habla de estos y otros asuntos del arte en una conversación en la que deja muy claro que sigue activo, que no deja de trabajar.
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–¿Para qué sirve la obra de arte?
–Para equilibrar el pensamiento y encontrarse en contacto con la naturaleza en el sentido más amplio de la palabra, tanto en el sentido primitivo, como en el que se refiere a cuando el hombre ya puede tratar de comprenderla.
–¿A Miquel Navarro de qué le ha servido el arte?
–Para manifestar mi deseo, básicamente, pero también para la experimentación de los territorios desconocidos de mí mismo.
–Ahora tiene una exposición en el MuVIM y seguro que ya está preparando algo más. Está muy activo.
–Yo no paro. He hecho ya dos audiovisuales más. Después del que presenté en la Diputación ya he hecho dos.
–¿Qué temas aborda?
–Uno lleva el título de la exposición que hice en Ribarroja que era 'Territorio humano'. El otro es 'Ojos', que trata de reconocer en mi obra los trabajos que están relacionados con el ojo y la mirada. El ojo es fundamental. Si fuera ciego supliría la ausencia del sentido de la vista por el tacto. No me he dedicado a la enseñanza, pero hubo un tiempo que tuve el taller en el Bellas Artes de Madrid. Allí tenía un grupo de veinte alumnos a los que enseñaba a modelar y entre ellos había un joven ciego. Llegó a modelar sólo con el tacto una esfera que cada vez era más exacta.
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–Ya se prepara el museo dedicado a su obra, el que llevará su nombre. ¿Cómo va esta iniciativa?
–Muy pronto empezarán las obras de restauración del edificio.
–¿Hay fecha?
–No lo puedo decir con certeza, pero puede que empiece en dos meses.
–¿Cuándo espera que pueda abrir sus puertas?
–Tampoco hay una fecha concreta. Pero si empieza, a finales de 2024 ya se debería abrir.
– Contar con un museo de la propia obra es un acontecimiento a celebrar, ¿qué significa para usted?
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–Significa que mi obra se muestre teniendo un hilo que conecte el principio y el final de mi trabajo, que se pueda estudiar y también sea posible disfrutar de ella en un discurso completo porque la obra no esté desperdigada. Además, la fundación servirá para más actividades. Habrá exposiciones de otros artistas, proyecciones de cine y también puede haber conciertos ¿por qué no? No es muy grande. Son dos naves industriales, nada más.
–¿No es muy grande?
–No es tan grande como otras fundaciones.
–¿Usted que ha hecho escultura para el espacio público, que tiene obras en las calles de Valencia, está dispuesto a otro encargo?
–Siempre estoy dispuesto a lo que sea. Estoy muy activo. No paro. Parar es la muerte y más para un artista, bueno y para todo el mundo. Tengo amigos que me dicen que se han jubilado. Yo les digo que no sigan esa rutina clásica de jubilados que es meterse en un espacio cerrado como centros de acogida para jugar al dominó o al ajedrez y todas esas cosas. Hay que pasear y si no tienes una afición específica te puedes dedicar a mirar, a reconsiderar tu ciudad y conocerla más, a visitar museos o acudir a conciertos. La cultura es muy importante.
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–¿No miramos lo suficiente la ciudad, verdad?
–No, y aun mirándola siempre te pierdes algo y un día de repente aparece. Tengo que decir que Valencia, una ciudad donde se superponen varias culturas, es muy interesante.
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–¿Qué haría si le encargaran una obra para Valencia?
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–Creo que ya tengo bastante con 'El Parotet' y 'La Pantera Rosa'. No quiero que me den otro encargo, que cuiden lo que tienen. El otro día me decía un amigo que me faltaba hacer una fuente de muro como la 'Fontana de Trevi'. Yo le dije que no lo vaya diciendo por ahí porque no sé si es momento para hacerlo y sí se debe. Hay que considerar el tiempo en el que te encuentras y cuáles son las necesidades primarias de la ciudad. Pero no por ello, por muy mal que puedan estar las cosas, hay que olvidar que la cultura es muy importante. Aunque no es el pan del día, sí es el pan espiritual. Las ciudades deben disfrutar de un urbanismo y una arquitectura que sea cada vez mejor.
–La ciudad es una constante en su obra, ¿ha sido una obsesión?
–Creo que ha sido un pretexto para reunir mis deseos, manías y fobias.
–¿Usted que ha mirado, dibujado o esculpido la ciudad cree que hemos ido a mejor o a peor?
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–Todo esto depende del momento. Las metrópolis sí que las veo asfixiantes porque hay excesiva riqueza y también mucha pobreza, que es lo peor que le puede pasar a una ciudad. Valencia no llega a ese punto, se insinúa un poco en ciertos barrios que están un poco más marginados, pero es lo mínimo con respecto a ciudades como Nueva York o París.
Valencia. 'El Parotet' esa escultura esbelta que se descubre en la plaza de Europa. En el entorno de la Ciudad de las Artes es «un insecto, pero también un faraón, una figura muy egipcia, con la patita hacia adelante», explica Miquel Navarro, el creador de esta pieza que cumple veinte años y que junto a la 'Pantera Rosa', también inspirada en los insectos, forma parte no sólo del escenario urbano de Valencia, sino también del imaginario colectivo de los valencianos.
–¿Hemos deshumanizado las ciudades?
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–Sí, porque no hemos sabido casar bien las aportaciones de gente que viene de otras culturas. Es muy importante que tú asimiles lo que ellos traen y ellos lo que hay; tiene que ser un matrimonio entre las culturas.
–¿El arte es una buena manera de humanizarlas?
–Sí. Hasta el arte ornamental es importante para la comunicación. Y el menos ornamental, el más intrínseco, también sirve para comunicar.
–¿De ahí la importancia de que se encuentre en la calle?
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–Claro. Por ejemplo cuando se inauguró 'La pantera rosa', la gente no la entendía. Ahora ya la entiende. Se ha convertido en un signo, en un indicador de la ciudad como lo es el campanario de la iglesia X. Además, el hombre desde Roma hasta hoy no ha inventado muchas cosas más, salvo la tecnología.
–¿Entonces 'La Pantera Rosa', que en 2024 cumplirá cuarenta años, es como otro campanario?
–Un tótem más. El otro día ví un autobús urbano que anunciaba Valencia con una reproducción de El Miguelete y 'El Parotet'. Normalmente una obra mía no sale en un autobús, pero para esa imagen habían hecho una selección y salía mi trabajo.
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–¿Qué supone para Miquel Navarro que Valencia haya interiorizado 'La Pantera Rosa' hasta hacerla parte de sí misma y darle ese nombre tan popular?
–Lo de esta obra es algo casual. Cuando la hice utilicé la ironía en torno a un obelisco que rompe la pirámide y ésta se convierte en la cabecita de un insecto. Es una fontana conmemorativa como las que hacían los romanos que construían acueductos para llevar el agua. Cuando se inauguró había unos niños que al verla dijeron que era 'La Pantera Rosa'. Y se quedó para toda la vida.
–¿Estuvo pintada de rosa?
–No, siempre la pinté de rojo, pero perdió color. Es que hay una cosa que se llama mantenimiento. Además, se mancha de blanco porque el agua lleva cal y habría que poner un descalcificador en las bombas. Pero de eso no digo nada, bueno, ya lo he dicho. Ahora parece que se va a limpiar 'El Parotet'.
–En estos momentos está ocupado con la fundación, que ya está constituida, preparando el museo y tiene en marcha la muestra del MuVIM ¿Prepara alguna exposición más?
–Este verano he trabajado he hecho figuras pequeñitas. Me siento y modelo, he hecho unas treinta o cuarenta que aún no he cocido. Yo trabajo el barro como si fuera escultura, no sólo lo modelo. Después de modelarlo, lo esculpo. Eso lo hacían los etruscos.
–¿Cuándo no modela, Miquel Navarro qué hace?
–Dibujo, y también cocino.
–¿Qué plato le sale mejor?
–Los guisos.
–¿Tradicionales?
–Siempre son tradicionales, pero...
–¿Eclécticos?
–Sí, añadiendo algo. Por ejemplo, hago un guiso de manzanas. Además, en mi casa hacemos mermeladas, pero como soy diabético las preparamos sin azúcar.
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–Como artista tiene una trayectoria muy larga, ¿cuántos años lleva en este universo?
–En el ámbito de las exposiciones desde 1964. Hay que sumar la época en la que hice Bellas Artes de una manera un poco anárquica porque como tenía que trabajar había clases a las que no llegaba. Me levantaba a las cinco de la mañana, me iba a Abastos para ganarme el jornal y luego me iba a la Escuela de Bellas Artes.
–¿Qué hacía en Abastos?
–Cargaba y descargaba sacos de patatas y de cebollas. Murió mi padre y mi madre y yo nos quedamos solos. Tenía que trabajar para mantener la casa y estudiar al mismo tiempo.
–Detrás de esto hay una experiencia de esfuerzo y deseo de superación. ¿Cree que esta cultura la hemos perdido?
–No puedo exigir nada a los demás. Yo veía a los chicos con padres con poder económico y pensaba: qué suerte tienen; no me daban envidia. Alababa que ellos pudieran estudiar. Sí que es verdad que la comodidad castra, que es peligrosa para una carrera artística. Yo podía haber terminado Bellas Artes y ponerme a dar clases, pero eso tiene el riesgo de que te sientes cómodo con el sueldo y ya no hay tiempo para la creatividad. Se han dado casos de que han hecho las dos cosas, pero suele paralizar el motor creativo. Eso también lo vi venir y me dije: no, prefiero trabajar en lo que sea. Trabajé echando leña en un horno por la noche y haciendo cerámica artística. Nunca he mezclado nada con mi actividad creativa, eso ha sido sagrado.
–¿La experiencia en esos trabajos le ha dado mucha escuela?
–Claro. Me ha dado la escuela del esfuerzo, y también la del oficio.
–¿También la de saber comprender esa otra cultura, la de un mundo de un trabajo que no es creativo?
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–Yo digo que la cultura es todo. También es saber plantar cebollas. Plantar un huerto o un jardín es cultura y yo vengo de una sociedad de huerta, lo he vivido. He plantado y he cosechado.
–¿Hemos cambiado el concepto?
–La sociedad es más cómoda. Pero no voy a discutir este tema, pienso que cuando la tecnología se convierte en una ciencia inevitable, el espíritu del esfuerzo corre peligro.
–¿Y cuando oye hablar de los asuntos de la Inteligencia Artificial qué piensa?
–De momento es una fechoría.
–¿Una fechoría?
–Sí porque la máquina esa o lo que sea hay que alimentarla muy bien. De lo contrario contesta errores.
–Pero podrá pintar, hacer una obra.
–Podrá, por ejemplo, hacer una obra que será como la de Miquel Navarro, pero nunca será la obra de Miquel Navarro. Es un decir.
Mislata tendrá el Museo Miquel Navarro. Todo apunta a que será a finales de 2024 cuando abra sus puertas un espacio expositivo con vocación de ir más allá para erigirse en centro cultural. El propio escultor lo confirmó a LAS PROVINCIAS tras apuntar que muy pronto, «tal vez en unos dos meses» empezarán los trabajos para que donde hoy se encuentra el taller del escultor se convierta en el museo que acogerá unas 500 piezas del artista que éste donó a la Fundación que lleva su nombre.
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