Muñoz Degrain nunca entendió el arte de Picasso». ¿Por qué debería de haberlo hecho? Esta podría ser la primera pregunta que surge tras leer la afirmación que la historiadora Susana López Albert escribió en el ensayo 'Los discípulos de Muñoz Degrain. Su relación con Pablo ... Ruiz Picasso', un artículo aparecido en la revista 'Ars Longa' en el año 2000. En ese texto, que ahora cobra más sentido que nunca cuando se celebra el Año Picasso, una efeméride que conmemora el 50 aniversario del fallecimiento del genio malagueño –que se cumple en abril de 2023– y que tiene un programa de actividades con más de 40 exposiciones, llega a la actualidad para rememorar la relación que el pintor Antonio Muñoz Degrain (Valencia, 1840-Málaga, 1924) mantuvo con el autor del 'Guernica'.
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Para ahondar en esta unión hay que viajar, inevitablemente, a Málaga. La ciudad andaluza fue donde falleció el artista valenciano. Años antes se había trasladado allí para ser profesor de la Academia de Bellas Artes de Málaga. Una carrera, la de docente, que desarrollaría gran parte de su existencia. Pero para llegar a Picasso antes debemos deparar en la amistad entre el valenciano y Don José Ruiz Blasco, el padre del pintor malagueño, apodado 'el inglés' y quien también tenía muchas aspiraciones de convertirse en artista. Don José fue «amigo de los pintores más relevantes de la realidad artística de Málaga, entre ellos Bernardo Ferrándiz y Muñoz Degrain, quienes constituyeron el núcleo de lo que se llamó la Escuela Malagueña, convirtiéndose en verdaderos revitalizadores de la pintura del siglo XIX» en la ciudad andaluza.
Y aunque Muñoz Degrain, como sostiene López Albert, «sólo reconoció a José Nogales y a Flora Castillo como sus dos únicos discípulos», bien es cierto que animó a Picasso a pintar en sus años de infancia y juventud, cuando este comenzó sus estudios en la Escuela de Bellas Artes malagueña.
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Según el ensayo, el hecho de que el progenitor de Picasso estuviera matriculado en la Escuela de Bellas Artes de Málaga, aunque para Pablo Ruiz Picasso su padre pintaba «cuadros de comedor, de aquellos que tienen perdices y pichones, liebres y conejos, de pel y ploma» (según se recoge en 'Picasso. Una biografía', de J. Richardson) y, por ende, mantuviera una gran amistad con el valenciano, hizo que le confiara a Muñoz Degrain la educación pictórica de un joven Picasso que, tras estar en Málaga, pasó a estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. «Sabemos que Picasso no compartía en algunos aspectos la misma opinión que su padre y Muñoz Degrain se convirtió más bien en un estorbo y un personaje al que quería evitar constantemente. El problema era que Picasso, que contaba entonces con unos 20 años, no acababa de aceptar el perfil que le habían trazado su padre y Muñoz Degrain», sostiene López Albert.
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Esa tensa relación, sobre todo en las dos maneras tan diferentes de entender el arte, es la que caracteriza la forma en la que el valenciano trata a un joven Picasso que ya comenzaba a despuntar en el mundo artístico. En este tira y afloja, esa tutela casi paternal que ejerció Antonio Muñoz Degrain sobre un Picasso ya trasladado a Madrid es donde se da un episodio que marcaría la relación de ambos.
Muñoz Degrain «informaba a su padre de sus progresos», dice el ensayo. De ahí que la autora deje entrever cómo era la opinión de ese joven Picasso sobre el valenciano. Es más, «Picasso, aunque respetaba a Muñoz Degrain por la relación que había mantenido con su padre, era consciente de que el artista no participaba de las nuevas tendencias del arte». Por ello, en esa época madrileña, antes de marchar a Barcelona, el pintor valenciano «controlaba» al joven. Pero Madrid, según la experta, «le supuso una de las etapas más duras de toda su vida» a Pablo Ruiz Picasso. «Pasaba cada vez más tiempo en la cama y trabajaba cada vez menos. De hecho, sus obras de este periodo acusan gran pérdida de personalidad y fuerza», argumenta López Albert.
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Ese fue el punto de inflexión y se explica así: «Cuando Muñoz Degrain informó a Don José de que su hijo era un holgazán y un irresponsable, que pasaba su tiempo en los cafés y no asistía a las clases de la Academia, la paga que el joven recibía periódicamente le fue suspendida».
Quizás fue este uno de los hechos que marcó esa relación anómala entre ambos, porque cuando el pintor valenciano dijo que Picasso era un «holgazán» y un irresponsable», el tío del joven, Don Salvador, que en muchas ocasiones había ayudado a la familia Ruiz Picasso y era una de los principales benefactores del creador malagueño, tomó la determinación de dejar de mandarle dinero.
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Cuenta, además, la biografía de Picasso realizada por Richardson que en alguna que otra ocasión, Picasso le mostró sus obras a Muñoz Degrain. En el caso de un paisaje que pintó en el parque del Retiro de Madrid, cuando se lo enseñó al amigo de su padre, el valenciano lo rechazó «diciendo que parecía un huevo escalfado».
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Hasta tal punto el artista nacido en la Comunitat no lograba entender la obra del joven Picasso que le recomendó a su progenitor que lo orientara hacia otros caminos laborales ya que «carecía de cualidades artísticas».
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Tras sus años en la capital de España, Pablo Ruiz Picasso se trasladó a Barcelona. También pasó por la Escuela de Bellas Artes de La Coruña. Aunque al malagueño parece que le daba alergia lo relacionado con los centros formativos. Es más, siempre mantuvo que fue de su padre de quien aprendió la técnica del dibujo y la pintura porque, aunque desde bien niño conoció a Muñoz Degrain, este nunca llegó a darle clase.
En algunos estudios se llegó a afirmar, además, que la etapa rosa y azul de Picasso estaban relacionados con los azulados y malvas de la etapa orientalista de Muñoz Degrain, aunque Susana López Albert sostiene que tiene que ver más con el estado de ánimo del malagueño que con la supuesta influencia que pudo ejercer la obra del pintor valenciano en su producción pictórica. Aún así, en el texto se recoge que en el gusto por lo natural de Picasso si podría existir esas referencias al arte del valenciano. «De hecho, esas pinceladas las podemos encontrar en dos paisajes que realizó Picasso en el verano de 1895 como resultado de un viaje en barco con sus padres a Valencia. López Albert habla de 'Marina de Valencia desde el barco' (1895) y 'Alicante desde el barco' (1895).
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«Si bien es cierto que Picasso respetó la figura de Muñoz Degrain en primer lugar lugar como amigo de su padre y en segundo como la de una afamado artista de la época, era consciente de que había determinados aspectos que no encajaban con la realidad artística y cuando Picasso se instaló en París prácticamente perdieron el contacto», asevera la experta. Aún así, cita un estudio de María de los Ángeles Pazos Bernal incluido en el primer volumen de 'Picasso', una monografía de tres tomos editada por el Ministerio de Cultura en 1981 que, bajo el título 'Picasso y Málaga' se recoge que en las navidades de 1895, Picasso envió a Muñoz Degrain un retrato de Don José felicitándole la Pascua. Era una acuarela del padre de Picasso arropado con una manta y el gorro de dormir. Un hecho que da buena cuenta de mantuvieron el contacto pese a las discrepancias. Asimismo, relata el texto que en 1905, ambos se encontraron en la capital francesa. Hablaron de pintura y rememoraron tiempos pasados. Picasso, con todos estos antecedentes, no quiso mostrar su trabajo al veterano creador. Le explicó cómo era su producción, pero Muñoz Degrain llegó a la misma conclusión que toda su vida: no entendía el arte de Picasso.
Aunque siempre vivieron esos vaivenes, hubo otro hecho que los marcó, siempre ejemplo de la estrecha amistad entre el artista valenciano y el padre de Picasso mantuvieron. Y es que en la casa del pintor valenciano en Málaga nació Lolita, hermana de Pablo Ruiz Picasso. Fue a finales del año 1884, cuando la ciudad andaluza vivió una serie de terremotos. La familia Ruiz Picasso pensó que estaría más segura en la vivienda de Muñoz Degrain, donde sólo se encontraba su mujer. Allí se trasladó el progenitor con un pequeño Pablito, su esposa, María Picasso, dos tías y su suegra. María dio a luz a una niña a la que apodaron 'la terremótica', un adjetivo que también podría definir la relación de Muñoz Degrain y Picasso, al que el valenciano llamó holgazán e irresponsable».
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