Roberto Iniesta (Plasencia, 1962) es ahora Robe, sin más. Eso le ha permitido sumar nuevos públicos que no congeniaron –el autor de estas líneas– o no conocieron –el de muchos otros– aquel rock de Extremoduro que se hizo leyenda y que llegó a engatusar incluso ... a pijetes, hoy cayetanos, que querían presumir de ser un poco malotes, hoy canallitas. Pero lo extraordinario de Robe es que con su reformulación, estos ritmos más lentos, más de preparty que de jarana, todavía mantiene a su gente de siempre a pie del escenario. A mediodía ya había alguno de estos sospechosos habituales, individuos claramente identificables por su pelo y sus camisetas, cercando el lugar del evento. Como si un comisario inspecciona el lugar del crimen.
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Allí se citaron todos, unas gentes que parece que frecuentan más los parques que los auditorios. Pero las grandes citas no admiten rutinas. Era día de Robe. Y de cerveza. Volvamos a lo de las audiencias, que hasta Robe tiene Instagram, qué decepción. ¿Será que ya no queda terreno para la revolución?
De los tres colaboradores que rodean al que firma esta crónica, dos son fieles de Extremoduro. «Bueno, para mi Robe es la versión mejorada», aclara Lucía. El resto únicamente profesamos la fe de Robe, o el poder de Robe. Y en eso que arranca el concierto y, de repente, entra 'Adiós cielo azul, llegó la tormenta', con esa playa sin final y esos músicos tocando... Nada como el bienestar que contagia esta pieza.
'Ni santos ni inocentes' es el título de presentación de la gira. Conté, no sin esfuerzo, creo que siete sobre el escenario. Pero eso es lo de menos. Y eso que todos recibimos con agrado ese violín en 'Nada que perder', otro de los tops de este magnifico 'Se nos lleva el aire', cumbre -si no hay más- de la carrera de Iniesta. Robe es tan presidencialista que el equipo, quizá para su desgracia, es elemento terciario. Era la primera cita del tour y hubo lleno. No será una situación extraordinaria. Hubo voz de Robe y un sonido más que aceptable. «Conseguir un mundo mejor me importa una puta mierda», vino a decir en una de las pausas. Bueno, es Robe. «Tengo tantas cosas metafísicas que decir que me canso y decido no seguir hablando». Más de Robe. Fueron cerca de tres horas de concierto, con un descansito. Por cierto, que anunció ese receso y, de repente, coló ahí 'El poder del Arte'. Muchos la escucharon en la barra o más lejos, en unos baños, que funcionaron aceptablemente. Las colas casi resultan inevitables. ¿O no?
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Lo del emplazamiento merece capítulo aparte. ¿De verdad que Valencia no tiene nada mejor que ofrecer que permita, también, el respeto de los vecinos? No se puede perder una hora para salir del parking. Habrá que darle una vuelta para la próxima cita. Por cierto, ¿cuánto le falta al Roig Arena?
Tras el descanso, llegó lo más emocionante para los que superan los 40, franja mayoritaria a partir de la cual se posicionaban los asistentes. Pero también se vio, sorprendentemente, a veinteañeros. No parece fácil conquistarlos en los tiempos que corren. Lo dicho, que cerca de la medianoche, metió 'So payaso' y 'Salir', dos de los temas más codiciadas de la noche. Terminó con 'Ama y Ensancha el Alma«. Hubiera elegido tantos finales diferentes que cualquier desenlace me hubiera decepcionado. Pero uno no se debería porder marchar sin regalar un bis.
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«Mira, he viajado de nuevo al instituto, volviendo a casa con el discman, cuando iba al Casa Vella por El Carmen», resume María. ¿Existe algo más gratificante que recordar cuando fuimos felices de salvarnos de «una vida inerte, de una vida triste o de una mala muerte? Ese es el mayor de los poderes de Robe.
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