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En el año 2010, el Consorcio de Museos organizó la exposición 'Cartografías de la creatividad. 100% valencianos', una exposición en la que un centenar de creadores de la Comunitat o vinculados con ella mostraban sus creaciones en el Centro del Carmen de Valencia. Desde pintores a diseñadores, la exhibición quería rendir homenaje a los autores valencianos. El proyecto, según relata el comisario de la muestra, Rafael Gil, en el catálogo, nació «con la firme voluntad de mostrar, de la manera más completa posible, el panorama actual del arte valenciano, desde una óptica amplia que abarca las más importantes manifestaciones que son resultado del espíritu creador. En esta radiografía de los autores que mostraban ese «espíritu creador» participaban también tres artistas urbanos: Julieta, Wooper y Sr. Marmota. Invitados a formar parte del proyecto, accedieron a mostrar piezas como 'Cuando los segundos se convierten en minutos que se convierten en horas eternas' (Julieta), 'Marcados' (Wooper) y 'Anathema' (Sr. Marmota). Tres grafitis que, entre las decenas de piezas que conformaban 'Cartografías de la creatividad' se instalaron en el claustro renacentista del Centro del Carmen, el mismo espacio que, casi una década después se ha ubicado el controvertido mural de los artistas PichiAvo, una obra que ha generado las críticas por haberse realizado en un antiguo convento del siglo XIII que, además, tiene la catalogación de Bien de Interés Cultural (BIC).
Pese a que se tratan de obras similares, que introducen en los museos al arte urbano, entre un proyecto y otro hay una diferencia sustancial. El primero, se realizó en paneles que simulaban la pared del patio renacentista, se podían quitar y transportar, por lo que no se alteraba ni era necesario intervenir en la pared de un espacio protegido. El segundo, por su parte, sí que se sirvió de las propias paredes del claustro para realizar la obra, una acción que ha generado que numerosos expertos y arquitectos hayan pedido respeto para un entorno BIC y, sobre todo, hayan alertado de que este tipo de intervenciones «bordea la Ley de Patrimonio valenciano».
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Pero la razón de que, en el primero de los casos se utilizaran estas chapas externas, que se podían quitar, fue la negativa de la dirección general de Patrimonio a que se interviniera el espacio de forma directa. Según fuentes consultadas por LAS PROVINCIAS, quienes en 2010 supervisaron el montaje de la exposición, una de las propuestas realizadas por sus responsables era la de que los tres artistas realizaran sus respectivas obras sobre las paredes del claustro renacentista. No obstante, según estas mismas fuentes, fueron los propios técnicos de Patrimonio los que, tras una consulta, desaconsejaron e impidieron que esta actividad se llevara a cabo.
Entonces se buscó una fórmula alternativa, la de utilizar unas piezas, a medida de la pared, que incluso tomaban la forma de los arcos que sujetan el edificio, para que los autores desplegaran toda su creatividad. Como se puede apreciar en esta imagen, los tres paneles se instalaron en el claustro renacentista. Se mantuvieron el tiempo que duró la exposición, de febrero a mayo, después se quitaron. De esta forma, el grafiti entró en el Centro del Carmen, pero no necesitó de una intervención directa en las paredes de un convento del siglo XIII.
El grafiti realizado por el dúo de artistas PichiAvo tiene fecha de caducidad. Deberá desaparecer el 19 de marzo, coincidiendo con la noche de la cremà. Los autores, que han realizado esta obra en el claustro renacentista con motivo de la exposición 'Evreka', son además creadores de la falla municipal. Sin embargo, tal y como adelantó LAS PROVINCIAS el pasado viernes, la dirección general de Cultura y Patrimonio aseguró que no ha pedido todavía un informe sobre cómo borrarlo. Y eso que el arquitecto de la rehabilitación del museo, Julián Esteban Chapapría, sostiene que eliminarlo requiere de un estudio -aunque este departamento lo considera innecesario-. Lo que sí se ha solicitado, según la directora general de Patrimonio, Carmen Amoraga, es un análisis del Instituto Valenciano de Conservación y Restauración (Ivacor) que «avalará que no ha habido ninguna agresión». La dirigente ha defendido el grafiti ya que «la Ley de Patrimonio contempla este tipo de intervenciones porque se ha hecho en una pared que ha sido 15 veces repintada, no en muros» y ha manifestado que no se ha vulnerado la norma.
Unas aseveraciones distintas a la opinión de los expertos. Los primeros en alzar la voz fueron los responsables del Círculo por la Defensa del Patrimonio, quienes criticaron que este hecho «sólo va a servir para que pintar monumentos como la Lonja o los puentes históricos se vea como algo normal». Por su parte, Luis Sendra, decano del Ilustre Colegio Oficial de Arquitectos de la Comunitat (COACV), no dudó a la hora de calificar la intervención de «desafortunada». La también arquitecta Diana Sánchez afirmó que lo que se ha hecho es «una actuación encaminada a buscar expectación y polémica en lugar de preservar el edificio». Además, el que fuera director general de Patrimonio en 1993 bajo gobierno del socialista Joan Lerma, Salvador Aldana, cree que no ha sido una acción «correcta. «Ni Alemania ni Reino Unido autorizarían un grafiti en un edificio protegido, es más, nadie consentiría que se pintara el palacio de Westminster de Londres o la puerta de Brandenburgo de Berlín», argumenta.
Pero, además, a todo ello hay que sumar la denuncia interpuesta por el sindicato UGT ante el juzgado de instrucción número 5 de Valencia.
L. Garcés.
El claustro gótico del antiguo convento del Carmen fue objeto de grafitis y pintadas en tiempos en los que la sensibilidad por el cuidado del patrimonio vivía horas bajas y cuando todavía no se había aprobado la Ley de Patrimonio Cultural Valenciano, norma que llegó en 1998. Así, cuando los técnicos responsables de la restauración del edificio, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 1983, accedieron al espacio para emprender la recuperación, que dio sus primeros pasos a finales de los 80, se encontraron con una construcción con claras muestras de degradación.
El arquitecto Julián Esteban Chapapría, quien se hizo cargo de la recuperación del espacio, relata que cuando accedió a la construcción, pudo ver sobre una pared del patio gótico «una pintura que reproducía una caja de lápices Alpino». Recuerda Esteban Chapapría que aquellas paredes habían servido para «ensayos de los estudiantes de Bellas Artes», puesto que el edificio -en la parte recayente al claustro renacentista- fue sede de la escuela hasta 1983, el mismo año en el que llegó el reconocimiento de Bien de Interés Cultural.
El arquitecto apunta que se encontraron pintadas sobre «muretes construidos en el siglo XX para evitar que los arcos góticos se vinieran abajo, pero no sobre los muros de fábrica». Las paredes, en algunos puntos, se levantaron hasta donde apuntan los arcos.
Las aulas de la escuela de Bellas Artes estuvieron en el área del patio renacentista, el gótico y otros enclaves de su área, acogieron el Museo de Bellas Artes. Recuerda Esteban Chapapría que el claustro de arcos ojivales llegó a estar dividido en varias estancias -quedando cerrado- a fin de disponer de espacio para exposiciones.
En el libro 'Arquitectura Gótica Valenciana', de Francesc Pérez y Moragón y Francesc Jarque, editado por Bancaixa en 1991 aparecen varias fotografías que muestran el estado en el que llegó a encontrarse el claustro gótico. Las imágenes muestran pintadas en distintos puntos del patio conventual.
La restauración del Convento del Carmen para convertirse en espacio cultural exigió una inversión pública de 15,1 millones de euros, según explica el arquitecto Julián Esteban Chapapría, quien estuvo al frente de los trabajos. El especialista habla de una obra en cuatro fases. A la primera se destinaron 400.000 euros y se centró en el claustro gótico. La segunda requirió cuatro millones para «actuar en las salas nuevas que recaen a la calle Museo». En la tercera, con la actuación en la sala Ferreres, se invirtieron cinco millones y en la última, que incluía la zona del refectorio, 5,7 millones.
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