Una de las sedes del Institut Valencià de Cultura (IVC). damián torres

El polvorín del Institut Valencià de Cultura

Rovira repite el error de Barrera de destituir a dos cargos sin tener reemplazo en una institución poco operativa y con el mayor presupuesto de la conselleria | La burocracia fagocita el funcionamiento de una entidad con una plantilla diezmada

Carmen Velasco

Valencia

Martes, 24 de septiembre 2024, 00:46

El Institut Valencià de Cultura (IVC) es una entidad altamente inflamable. Es una institución poco operativa pese al presupuesto que maneja (más de 53 millones), con una plantilla diezmada (sobre todo en el terreno del audiovisual), con una organización fuertemente burocratizada y con una fuerte ... dependencia de la Conselleria de Cultura. El IVC es un instituto fallido. Con demasiadas grietas que lo convierten en un polvorín. Con demasiadas fisuras que lo encaminan a ser señalado por Intervención de la Generalitat, que acostumbra a sacarle los colores por una gestión económica salpicada de irregularidades.

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El IVC, que ahora dirige Álvaro López-Jamar, es el resultado de la fusión de las distintas direcciones artísticas dependientes de Cultura (Teatres de la Generalitat, Institut Valenciano de la Música, Filmoteca de Valencia, etcétera). Nació como CulturArts bajo el mandato del PP en 2013, entonces María José Catalá era consellera de Cultura. Su primer responsable fue Manuel Tomás, quien hoy está en el equipo de la actual alcaldesa de Valencia. El holding cultural, cuya creación acarreó más de medio centenar de despidos, se consolidó bajo las legislaturas del Botánico, que ganó las elecciones de mayo de 2014. El conseller Vicent Marzà le cambió el nombre por Institut Valencià de Cultura y también la forma de elegir a los subdirectores o directores adjuntos. No quiso o no se atrevió a introducir más cambios pese a la declaración de Abel Guarinos nada más asumir el cargo de director general del IVC: «CulturArts se podría dinamitar con total impunidad y no pasaría nada». Lo dijo el 6 de abril de 2016. Seguramente algunos dentro y fuera del IVC todavía piensan como él. La entidad continúa en las mismas: anclado en la inercia de siempre pero con otras caras. Los mismos males de siempre pero ahora con otras siglas.

El IVC es un ente autónomo sobre el papel, pero sus cargos son elegidos a expensas de la Conselleria de Cultura, que decide los criterios y parte de los miembros del jurados que han de determinar a los responsables. Así sucedió durante el mandato de Compromís y también en la breve etapa de Vox al frente de la cartera. Vicente Barrera prescindió de todos los responsables del IVC nombrados durante el Botánico. Nombró a los suyos también por convocatoria abierta. Tras la salida de Vox del Consell, el titular de Educación asumió las competencias de Cultura y cambió el organigrama cultural prescindiendo de todos salvo de Pilar Tébar al que ascendió de directora general de Patrimonio a secretaria autonómica de Cultura. José Antonio Rovira repite el error de su antecesor: ha cesado a los directores adjuntos de Audiovisual y Cinematografía (María Fuster) y Música (Joan Cerveró) sin tener reemplazo. Desde Cultura, apuntan que los nuevos responsables serán elegidos «por concurso», es decir, no barajan nombrar a los segundos mejor puntuados en la última convocatoria, la que se resolvió el pasado abril. Lo dicho: el IVC depende de la Conselleria de Cultura.

¿Por qué no es operativo el IVC? Porque está altamente burocratizado (cualquier acción obliga a numerosos trámites) y porque falta personal (en el archivo audiovisual se externalizan servicios). Esto resta agilidad e incluso puede mermar la iniciativa. De todo esto, de la burocracia y la cultura, da buena cuenta Remedios Zafra en su ensayo 'El informe: Trabajo intelectual y tristeza burocrática'.

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Otra señal de que el IVC es una institución fallida es la respuesta de distintos colectivos artísticos a la acción de la entidad. Algunos ejemplos: uno, el Cor de la Generalitat suspendió actuaciones y salió a la calle a protestar por su situación; dos, las protestas del sector de las artes escéncias y la exigencia de dimisión del responsable del IVC. En ambos casos, estaba Guarinos, que fue cesado en febrero de 2024, al frente del IVC.

Si la gestión artística ha suscitado críticas (también hubo protesta del Circuit Teatral en el breve mandato de Barrera), la económica no se queda atrás. El IVC es la institución de la política pública cultural con mayor presupuesto: 53 millones de euros para 2024. El informe de la Intervención General de la Generalitat detecta algunas anomalías sobre el funcionamiento administrativo del IVC respecto a 2023. El informe se centra en el año en el que el Consell del Botánico y el del PP-Vox compartieron ejercicio.El IVC, que ha dirigido Abel Guarinos hasta su cese el pasado febrero, ha contraído «gastos sin tramitar el oportuno expediente administrativo por importe de 2.132.705 euros (2.789.745 euros en el ejercicio 2022)». De esta cantidad, 1,6 millones resultó abonado a compañías y profesionales artísticos del Circuito Cultural e Intervención resalta que estos pagos «no están respaldados por un convenio administrativo o un acuerdo de concesión de subvención». Por eso, recomienda «que analice/consulte la idoneidad del proceso que se utiliza para asignar gasto a la actividad del Circuit Cultural».

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