Valencia recupera uno de los perfiles más populares de su trazado urbano o tal vez habría que decir del itinerario de tejados que se contempla ... a vista de pájaro. Y lo hace vestida de domingo. El popular pardal de Sant Joan ha regresado, se ha vuelto a poner a la vista de todos. Refulgente como el oro, desde lo alto del monumental templo de los Santos Juanes, prueba que el proyecto impulsado por la Fundación Hortensia Herrero avanza sin demora.
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Basta situarse ante la Lonja, junto al Mercado Central, levantar la mirada y contemplar el andamio que cubre la fachada recayente a la plaza del Mercado para comprobar que nada se ha detenido en el deseo de devolver el brillo a la iglesia más grande de la ciudad del Turia después de la Catedral.
Las lonas azules que hace poco más de dos meses cubrían la totalidad de la fachada, hasta lo más alto, ya se han retirado de la veleta. La apocalíptica águila de San Juan, la que los valencianos hicieron suya bautizándola como el pardal de Sant Joan, ha quedado libre de la atadura que la cubría recuperando el significado de su liberador y protector mensaje lanzado a más de treinta metros del suelo. También es ya perfectamente visible el oscuro pináculo que soporta la esfera sobre la que descansa el ave de elegante vuelo y la coronación arquitectónica, libre del polvo que imprimen los años, de la torre que luce el reloj mecánico de la construcción. Por debajo, de camino a la plaza, siguen extendidas las lonas azules que cubren los andamios. Por los resquicios de luz que deja la efímera tela, se descubre el ir y venir de los albañiles que trabajan en tan magna obra.
El resultado que se observa supone un paso adelante en la última fase de la intervención sobre la estructura del edificio, como en mayo explicó el arquitecto Carlos Campos, director de la restauración arquitectónica. En esta cara del templo, la oeste, el proceso de limpieza ya ha deparado algunas sorpresas. Como también relató Campos «en el frontón encontramos una inscripción y un escudo borrados sobre una placa de piedra, cuyo origen estamos investigando». Las hipótesis apuntan a que se trate de una lápida, no funeraria, reutilizada cuando se construyó la iglesia. Hablaba el arquitecto de que es «una inscripción bastante larga que luego fue borrada –sobre la piedra– escrita en caracteres góticos, lo que hace pensar que puede tratarse de una pieza del siglo XV». También investigan a qué o a quién perteneció el escudo esculpido sobre la piedra.
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No acaban ahí las curiosidades de la fachada recayente al Mercado Central y la Lonja. La Virgen del Rosario que preside este rostro del templo en contra de lo que parece, «no es de piedra». Es de estuco que a consecuencia de la suciedad acumulada a lo largo de los años, ha adquirido el color de la piedra. «Es una obra de gran valor de los artistas Aliprandi y Bertessi, autores también de los estucos del interior» que claro está también se recuperará concediendo gran atractivo a la fachada». También llegará el día que la artística imagen mariana se libre del velo de obras que aún la cubre. La otra fachada, la recayente a la plaza de Brujas, ya luce esplendorosa desde que en febrero finalizara la intervención que regaló a la ciudad el espectacular óculo al que también los valencianos le dieron nombre, la 'O' de San Juan.
Y mientras, en el interior del templo avanzan los trabajos que desembocarán en la recuperación de los frescos de palomino que adornan la bóveda. Elevar los ojos a lo alto de la iglesia descubre que los andamios ya se han desplazado hasta alcanzar el ábside, la cubierta del Altar Mayor.
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Mientras hasta ahora los enormes bastidores se extendían por los pies de la construcción, en estos momentos ya han alcanzado la cabeza, incluso el retablo del altar mayor está cubierto por telas de protección. Poco a poco las pinturas que el devastador incendio que en el inicio de la Guerra Civil trató de borrar el valor de la obra recuperan sus colores.
En el ábside, el trabajo será otra, porque allí no quedó nada. Sobre el área que cubre el presbiterio se proyectará la reproducción de las pinturas que lo adornaron y que ha sido posible extraer a partir de una fotografía en blanco y negro –gracias a los avances digitales– de antes de la guerra. La recuperación intramuros, dirigida por la especialista Pilar Roig, comprende también la limpieza y reparación de los elementos ornamentales. Y así es como la visita permite el encuentro con un experto que, espátula en mano, cura las heridas a una de las esculturas que también brillará en 2025, cuando acabará el proyecto.
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