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Dos mujeres contemplan el retrato de Francisco Franco, obra de José Segrelles, que se expone en la muestra. IVÁN ARLANDIS

El arte se hace un selfi en el museo San Pío V

El Museo de Bellas Artes muestra el retrato de Franco que pintó Segrelles entre noventa obras I La pinacoteca exhibe piezas realizadas por Ribera, Ribalta, Sorolla, Pinazo, Benlliure y Vicente López en la exposición 'Ánima. Pintar el rostro y el alma'

Laura Garcés

Valencia

Jueves, 20 de octubre 2022, 16:54

Noventa retratos y autorretratos, se ponen ante el público en el Museo de Bellas Artes de Valencia. La exposición 'Anima. Pintar el rostro y el alma' exhibe un recorrido por lo que hoy podríamos llamar fotografía al óleo, e incluso siendo más atrevidos selfis del ... arte. La pinacoteca regala una reflexión en torno a la búsqueda de inmortalidad, al deseo de recrearse en una gloria, más o menos vana, por el mero hecho de sentirse alguien hasta que un día llega la muerte y unos sobreviven por la fama, mientras que otros quedan -como la inmensa mayoría de los mortales- cubiertos por el olvido.

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La propuesta ofrece al espectador la oportunidad de extraer sus propias conclusiones al contemplar cada retrato. Lo explicó el director del museo y comisario de la obra, Pablo González Tornel, al hablar del carácter «estático» de la obra, que es el que le imprime el autor cuando la realiza, y el «dinámico», el que concede quien mira la pieza.

El recorrido por el retrato incluye la pintura que el albaidense José Segrelles realizó de Francisco Franco. Ante esta pieza González Tornel admitió saber que «colgar el retrato de un dictador siempre es controvertido», pero con ello lo que persigue es «invitar a pensar en la importancia que tiene el espectador a la hora de configurar un retrato». El hecho de que la muestra contenga esta obra conduce a la Ley de Memoria Democrática, norma que deja en el limbo jurídico la posibilidad de la presencia del cuadro al excluir de la retirada objetos en los que «concurran razones artísticas, arquitectónicas o artístico-religiosas protegidas por la ley».

De las paredes cuelgan obras de Capuz, Vicente López, Francisco Ribalta, Murillo, José Segrelles, Juan Ribalta, José Vergara, la escuela de Velázquez, Antonio Stella o de Madrazo. Casi todas son piezas de la colección de la pinacoteca valenciana.

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El Bellas Artes recoge no pocas reflexiones. Todas sobre el intento del ser humano de trascender a su fragilidad. Es una observación que sin duda concede actualidad a la muestra, por más que entre las obras expuestas haya piezas incluso de finales del siglo XVI. El deseo de trascendencia, de dejar huella tras el último viaje es universal y eterno.

Se abre el recorrido con 'Cuerpo y alma' para contar que el retrato no sólo es apariencia física. Ya se sabe: la cara es el espejo del alma. En este apartado llaman la atención el retrato de Narváez, obra de Vicente López, y el de Alfonso XIII pintado por Pedro Ferrer, junto al dedicado a Franco.

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La muestra también acaricia la mirada que para sí quiso una clase social descrita por el linaje. Para dar fe de ello, la sala acoge los retratos de la familia Vich, obra de Antonio Stella, que se han restaurado y ahora salen a la luz. Más allá de esas alianzas, se dieron las de los ilustres, a la que la exposición dedica otro apartado en el que González Tornel destacó por «su calidad excepcional» el retrato de Gaspar Aguilar de Juan Ribalta. Llaman la atención los autorretratos de artistas, como los de José y Mariano Benlliure que con sus 'selfis' vienen demuestran que también ellos quieren trascender.

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La exposición dedica un espacio a las mujeres para reflexionar sobre las posibilidades de superar su propio tiempo, ya que en la mayoría de casos se limitan a integrarse en un linaje y ser recordadas «meramente por su carácter procreador y de garantes de la estirpe». Es el caso de los retratos de Úrsula Germana de Foix, Ana Vich o Hipólita María Sforza. En el mundo de las mujeres, también hubo excepciones, santa Teresa de Jesús, pintada por José de Ribera como escritora y literata y la cantante Isabel Bru en un retrato de Sorolla. 'Muerte y olvido', cierra con alegorías fúnebres y retratos de personas cuya identidad se desconoce aunque quedó clara, como en el resto, la vana aspiración por sobrevivir a la muerte.

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