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Cuadro de la serie Hispanic Society que representa a la ciudad. LP

Sorolla y las emociones de la Senyera

LAS GRUPAS ·

En el panel de la Hispanic Society dedicado a Valencia, el pintor temió no superar el sentimiento tan hondo que despertaba el tema

Sábado, 7 de octubre 2023, 23:59

La Senyera, la bandera de todos los valencianos, es una pieza sustancial en Las Grupas, el panel que Joaquín Sorolla dedicó a su tierra, ... junto con el palmeral de Elche, dentro del gran friso, Visión de España, encargado por Archer Huntington para la sede de la Hispanic Society, en Nueva York. El pintor, en enero de 1916, se emocionó hasta las lágrimas al verse ante el tema elegido finalmente, después de viajes, búsqueda y duda: «Se me anudó la garganta y lloré como un chiquillo: los maceros, les banderoles…» A la hora de componer su gigantesco resumen de las regiones, Valencia estuvo presente con un colorista desfile de grupas, huertanos, naranjas, palmeras, la Virgen y la Senyera. Fue, a su modo, una gran procesión cívica, desbordante de color.

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Según el profesor Garín Llombart, recientemente fallecido, el color, en el panel de más de tres metros dedicado a Valencia, elude los riesgos del tópico. Lo recuerda reproducido en los billetes de mil pesetas de 1951 y dice que «hasta que no hemos visto en color ese panel, nos pareció siempre abigarrado, disperso, convencional, más cartel que cuadro, y lleno de concesiones poco afortunadas. El color, confesémoslo, lo cambia todo…» Y es que el cuadro es una alegoría. Valencia, dice Garín, «era demasiado» para Sorolla. Y no podía dejarla reducida a «una anécdota de playa o de rincón huertano».

Las emociones del maestro afloraron en Valencia porque era un escenario muy especial. Después de terminar el trabajo dedicado a Cataluña, el pintor pasó la Navidad de 1915 en Madrid, con la familia, y salió hacia Valencia a mediados de enero de 1916, acompañado de Teodoro Andreu y de todos los bártulos propios del oficio. Proyectaba que el lienzo tuviera como marco las tareas de recolección en un huerto de naranjos. De modo que buscó un marco adecuado: el Huerto del Santísimo no le contentó y el de su suegro, el fotógrafo Antonio García, le pareció algo desolador por los recuerdos y el abandono.

Blanca Pons Sorolla ha reconstruido todos los pasos del pintor a través de las cartas que, a diario, enviaba a Clotilde, su esposa. La búsqueda le llevó a Manises, a Godella y Carcaixent, pero no dieron con el sitio. Y lo encontró en Alzira. La ciudad del Xùquer no tenía hotel, pero podía ir y venir en tren todos los días desde Valencia: «Es facilísimo y nada pesado», le dice a Clotilde, a pesar de que, entre ida y vuelta, tren y coche en la estación, solo podría trabajar en el escenario del huerto entre las once de la mañana y las dos de la tarde.

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«Les banderoles»

Pero no estaba seguro y pensó también usar el Jardín Botánico como ambiente. Hasta que de repente, un día de enero, pasó por la plaza de la Constitución y vio salir de la catedral el ensayo de la inminente fiesta de San Vicente Mártir. La carta a Clotilde de ese día lleva el optimismo del que ya ha encontrado la meta: «La impresión que me hizo oir els timbals y trompeteros del Ayuntamiento no es para descrito. Se me anudó la garganta y lloré como un chiquillo. Los maceros, les banderoles… (…) Ya no voy a Alzira, (en el cuadro proyectado) habrá naranjas, pero no los huertos ). Quédome en Valencia y la próxima semana empiezo».

El aparato del artista se desplegó en Valencia, finalmente en «el huerto del padre». Tarima, escalera, mesas y un caballete apto para un lienzo de tres metros y medio. Se trataba de pintar una procesión cívica, un desfile colorista por la huerta con aire de síntesis: tres caballos enjaezados transportan parejas de labradores; dos huertanos llevan una pértiga de la que cuelga un gran pomo de naranjas; en el fondo hay palmeras y el casilicio de la Virgen de los Desamparados del puente del Mar. Sin embargo, no está el puente ni el río, sino el paisaje interminable, de intenso verde, de la huerta que se asomar al mar. Y como piezas clave, en un plano intermedio, los pendones de la ciudad: las cuatro barras del rey y la corona, pintada como tal y no desplegada de forma esquemática sobre su fondo azul.

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Empezaron a desfilar todos los personajes y modelos ante el enorme lienzo. «El tío de les banderoles es simplemente un monumento y las banderas de estos con unos bellos dorados, las grupas y los huertanos con los ramos de naranjas darán un conjunto de gallardía y color. Quizá lo más pintoresco de todo cuanto llevo hecho», le escribe a Clotilde.

«Me conmuevo demasiado»

El 31 de enero escribe que «hoy, gracias a Dios, he empezado mi nuevo cuadro y estoy excitado». Las sucesivas cartas transmitirán a la esposa una emoción creciente. Sorolla quisiera estar tranquilo –tener un «temperamento más frío, más linfático»—pero se conmueve al trabajar; y al ver ante sus ojos el montaje que prepara como un director de escena. Sorolla comunica tener «un modelo de la huerta, tan fino como inteligente; es cuñado de Mongrell y con el traje y los zaragüelles, es un griego». Las muchachas que posaron para él fueron «guapotas y redones»; en la siguiente carta alabó a la gente que se dejaba retratar con alegría: «Ya sabes tú lo inteligente que es esta raza, listos como pocos».

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A la hora de pintar el personaje de la izquierda, escribirá que «tengo ahora un modelo gordo viejo y reluciente labrador, que es una delicia, más fí y més pillo… Yo lo oigo y me cae la baba, porque hay que convenir que el valenciano es precioso». Y más llamadas a los sentimientos: «Hoy hice montar les banderoles y mis lágrimas se asomaron a mis ojos al contemplarlas junto a las grupas».

Era enero, quizá febrero en sus primeros días; pero la luz le contagió la alegría de la hermosura del mundo vivo. «No recuerdo haber hecho nada tan emocionante como esto», escribió a su confidente. Y añadió, en lo más hondo de su intimidad: «Al mismo tiempo, alguna criada de al lado cantaba cosas valencianas… En fin, chochez, que se apodera de mis pobres nervios», escribió el 3 de febrero. En la carta del día 11 podemos encontrar el resumen de esas emociones valencianas: «Lo que siento es no poderme sobreponer y dominar mis nervios. Me conmuevo demasiado».

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