Un acto de justicia. Una deuda pagada a un valenciano universal, el maestro de la luz Joaquín Sorolla (Valencia, 27 de febrero de 1863 - Cercedilla, 10 de agosto de 1923), que llega justo cuando se están desarrollando los actos que conmemoran el centenario ... de su fallecimiento. El Museo de Bellas Artes de Valencia ha acelerado el paso y ha adelantado la apertura de la nueva sala Sorolla de la pinacoteca a este viernes, cuando el público ya puede disfrutar de un conjunto de 46 obras del genio -de las 54 que conserva la institución- ubicadas en un espacio que se erige como un 'minimuseo' «más que digno», ha dicho el director del centro artístico, Pablo González Tornel.
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La intención del titular era reabrir la sala Sorolla a final de año. De esta forma, el museo volvería a contar con un enclave dedicado íntegramente a los fondos que con la firma del valenciano conserva la entidad. No hay que olvidar que fue en 2019 cuando la sala Sorolla del Bellas Artes se cerró. Durante algunos años había languidecido. Se encontraba en la primera planta del museo, en una estancia contigua al espacio dedicado a los retablos. Ahora, la nueva sala Sorolla se ubica en la tercera planta del edificio Pérez Castiel, resultante de la reciente ampliación de la pinacoteca.
Dos motivos, según ha explicado González Tornel, ha motivado que las previsiones se adelantaran y, al fin, Sorolla sea profeta en su tierra con un espacio dedicado en exclusiva a su obra, desde ese primer bodegón que realizó siendo un adolescente a obras icónicas como 'La grupa' o 'Yo soy el pan de la vida'. La primera razón, en palabras del director, ha sido la conmemoración del Año Sorolla. Pero, la segunda y quizás más relevante, la adquisición el verano pasado de la Colección Lladró, un conjunto de obras de los responsables de la firma cerámica que la Generalitat adquirió por 3,7 millones y que conservaba algunos cuadros de Sorolla que ya son propiedad de los valencianos.
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«Con todo ello, nos pusimos a trabajar y reformamos esta sala que ahora es la sala Sorolla», ha contado el director, quien ha querido reivindicar que la institución, y aunque no puede compararse con el Museo Sorolla de Madrid, que salvaguarda más de un millar de cuadros y creaciones del artista, «saca músculo y, aunque sin poder alcanzar el volumen de obras que tiene la pinacoteca madrileña, mostrar en su tierra la obra de Sorolla que conserva el Bellas Artes».
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El recorrido por la sala Sorolla se inicia con el primer bodegón que un joven Sorolla pintó con apenas 15 años y que, por carambolas del destino, fue adquirido por quien luego sería su suegro, Antonio García del Castillo, en uno de los puestos de la plaza del Mercado Central. La estancia está dividida en dos partes. En la inicial, además de ese primer cuadro, se sitúan los desnudos que el artista realizó en su estancia en la Academia en Roma. También, esas escenas religiosas que llegan al punto álgido con 'Yo soy el pan de la vida', la pieza más monumental de la sala y la obra de mayores dimensiones con la firma de Sorolla. Tras ellas, se accede a la pintura de paisaje del valenciano y a cinco pequeñas pero maravillosas marinas que forman parte de los fondos de la institución. Después, es el caso de los retratos, tanto familiares (como el de sus hijas protagonizando 'La grupa') como de personajes ilustres como Isabel Bru, Lucrecia Arana o José Tramoyeres, entre otros.
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'María convaleciente', 'El niño de la bola' o 'Labradora valenciana' también forman parte de una sala que rinde tributo a Joaquín Soroll, «el protagonista indiscutible de la pintura española del período de entresiglos», según González Tornel, quien ha insistido en que el valenciano «merecía una sala dedicada a su formidable personalidad artística en el edificio Pérez Castiel, destinado a ser el gran referente en arte de los siglos XIX y XX». »La sala Sorolla permite ver todos los géneros que trabajó el genio de la luz, desde el paisaje, al desnudo, el retrato o la pintura religiosa», ha destacado.
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Si bien es cierto que el centro artístico tiene en su poder 54 creaciones con la firma de Sorolla, 46 son las que se exhiben. Algunas están prestadas a exposiciones que homenajean el Año Sorolla como es el caso de 'Los abuelos de mis hijos', obra realizada por Sorolla en 1905 y que en estos momentos se exhibe en la muestra 'Sorolla en negro' en la Fundación Bancaja. Otras, ha relatado el director, están en proceso de restauración como es el estudio para 'La vuelta de la pesca' que la Generalitat adquirió en la subasta de obras del extinto Círculo de Bellas Artes de Valencia. Además, las obras realizadas en papel, según Gonzalez Tornel, por su delicadez no pueden estar expuestas mucho tiempo y vienen de la exhibición que de la Colección Lladró se hizo hasta el pasado junio en el antiguo edificio de Correos (ahora llamado Palacio de las Comunicaciones).
Además, la sala se completa con dos bustos realizados por el escultor Mariano Benlliure, íntimo amigo de Sorolla. El primero, de Vicente Blasco Ibáñez, el tercer vértice de ese triángulo artístico y literarios que formaron los valencianos. El segundo, de Lucrecia Arana, pareja de Benlliure y protagonista de uno de los retratos que se instalan en la exposición ya permanente de esa sala Sorolla (que llega tras las recientemente inaugurados sobre Muñoz Degrain, Ignacio Pinazo y José Benlliure) que ha devuelto al pintor de la luz al lugar que le corresponde: profeta en su tierra.
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