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Una adaptación de Eduardo Galán es garantía de calidad textual. Es un excelente depurador para acercar las historias clásicas al público actual sin perder el ... argumento ni los temas sustanciales. Lo ha demostrado durante su larga trayectoria con 'Tristana' o 'Los pazos de Ulloa' y la semana próxima estrenará 'La Regenta' en Madrid.
Entre las dos últimas ha ofrecido 'La Celestina', la célebre obra de 1499 acabada por Fernando de Rojas. Galán sabe que conocemos la historia de la vieja alcahueta y los frustrados amores de Calisto y Melibea. Sin apartarse de la trama, le proporciona singularidad envolviéndola en una confesión de Celestina a Pleberio, padre de la joven hija única, como un 'flash back' donde justifica sus actos y se considera una víctima de esa sociedad materialista de criados pervertidos tan ávidos de riquezas y dinero como ella.
Viste el lenguaje limpio y actual con la prosodia del clásico y cuidado en el manejo del humor y el drama para darle sentido de tragicomedia. Se subraya el erotismo. Los criados no se dejan llevar solo por el dinero sino por el ímpetu sexual. Incluso Melibea se debate entre la honra y el placer. La fiebre del deseo manda.
También es una adaptación inteligente por la escenografía metafórica de Mónica Teijeiro, creadora a su vez de un vestuario elocuente para cada personaje: módulos móviles que parecen jaulas con los personajes encerrados como aves. Están presos de la codicia y carecen de libertad por los hábitos morales o inmorales. Ingeniosa hasta conteniendo la ventana del encuentro de Calisto y Melibea.
El elenco está inconmensurable. Destaca la dicción bien modulada y diáfana. Anabel Alonso con su desparpajo y naturalidad, y a veces su tono habitual conocido, transmite la astucia y humanidad de Celestina. Víctor Sainz, forjado en el teatro clásico, es un enérgico Calisto, a veces poco atemperado, y David Huertas un espléndido Pármeno que acaba corrompiéndose después de mostrar su firmeza. El resto dobla personaje. Destaca el protagonismo del valenciano José Saiz. Resuelve con grandeza la dificultad de pasar de la gravedad y el dolor de Pleberio al criado cojo Sempronio, pícaro por el beneficio. Su «¿por qué?» final queda grabado.
La joven Claudia Taboada gira su interpretación con eficacia como la dulce Melibea y la ramera Areúsa. Beatriz Grimaldos está encantadora como la criada Lucrecia y la prostituta Elicia, entre la timidez como consejera y el descaro impetuoso. Geniales criados.
El punto endeble es la dirección de Antonio C. Guijosa. Le falta condimentar con la emoción. No salva la distancia creada por haberse presentado Celestina como un fantasma al inicio por lo que algunos acontecimientos quedan lejanos y fríos, como las muertes. Como se expresa en el texto, «para comerse el ave hay que quitarle las plumas»: eso debía haberse logrado para traspasar al patio de butacas el calor en escena. La adaptación de Galán necesita habilidad y hondura para evitar que los personajes queden a veces en la superficie. Aunque convence la duplicación gestual previa a la muerte de Melibea.
Hemos visto muchas adaptaciones de 'La Celestina'. Pero esta, producida por Secuencia3, Teatro Romea y la valenciana SAGA que se programa hasta el 28 de enero en el teatro Flumen, es distinta por el tono de Anabel Alonso, el subrayado de los tics cómicos, el cuidado del lenguaje y el erotismo. Demuestra que la vieja alcahueta sigue siendo actual. Son frecuentes las artimañas para enriquecerse en nuestra sociedad.
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