Espíritu navideño

Esta versión bien dirigida por Mingo Ruano, estrenada hace un año en el teatro Pavón de Madrid, se caracteriza por añadir una nueva visión musical actualizada. El mensaje y la relación de los personajes sobre el materialismo son contemporáneos: el hombre codicioso pendiente del dinero. Ese sentido actual, positivo y cómico, adquiere simpatía con el humor, a veces muy sutil, dando importancia a la reflexión sobre el paso del tiempo y la necesidad de la generosidad y de amar.

Este sentimentalismo demuestra que el desarrollo no pierde el respeto al clásico. La escenografía recoge las calles y el ambiente del Londres victoriano decimonónico en que fue escrita la novela y desarrolla el argumento del original. El huraño protagonista es un ser abominable que solo desea acaparar fortuna. Esclaviza a su secretaria Vivien hasta querer hacerla trabajar el día de Navidad a pesar de tener a su hijo enfermo. Desprecia a su familia negando la invitación a la cena de su sobrino. Todo gira con la aparición del espíritu de su antiguo socio fallecido, Morley, y la irrupción sobrenatural sucesiva de tres espíritus de su pasado, su presente y su futuro, que le hacen presenciar las causas de su carácter, la bondad del sobrino y el terrorífico futuro premonitorio hasta hacerle reflexionar.

Incluso recurre a la desnudez y las paredes destartaladas de la casa de Scrooge, realzando la oposición suya con el resto de situaciones y personajes. La iluminación de Juani González intensifica lo necesario, con momentos sublimes y graduados como en las apariciones de los fantasmas sin mostrar excesos. Sin olvidar la magnífica caracterización de Cayo, alejada de referentes que podríamos tener en mente.

Son muy emotivos los números musicales intercalados. Buena parte son villancicos del siglo XX con arreglos muy conseguidos llenos de toques de swing y jazz. Algunos temas son originales, como el extraordinario dueto de Ángela Rucas, excelente actriz y cantante con una voz deliciosa, y de Carlos Valledor en la ruptura entre Scrooge adulto y su prometida Bel.

Y qué decir de Fernando Cayo. Que se merienda el escenario con su energía, como siempre. Sencillamente sublime. Pero también contenido, sobre todo cuando es testigo de su vida y su destino junto a cada fantasma. A veces sacrificado al lucimiento del reparto, como cuando muestra la relación de poder con Belén Orihuela (Vivian), muy buena actriz. Aunque quien más destaca, además de las dos simpáticas niña y el niño, muy vivos y creíbles, es Estefanía Rocamora, dicharachera e hiperactiva fantasma del pasado. Para quien no la identifique, actuaba con la compañía Yllana en 'Chefs' en este mismo escenario de Rambleta. Sin olvidar al resto del reparto, muy solventes y destacables en el movimiento y en el canto coral.

Un trabajo entrañable muy profesional. La bondad sentimental navideña ya está aquí. Aunque no tan pronto como las iluminaciones públicas.