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Llamativo y fulgurante. Así es el macroespectáculo 'Cruz de navajas', subtitulado 'El último Mecano'. Ha vuelto a Rambleta después de su estreno mundial en marzo de 2020 y su suspensión a los pocos días a causa de la pandemia de la Covid-19.

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Ideado por ... el productor Gonzalo Pérez, está estructurado con un formato rompedor de sucesión de 'sketchs' a partir de cada canción de Mecano, el mítico grupo de los pasados años ochenta con temas que son himnos generacionales. Podría parecer en principio un musical «juke box». Pero se aleja de esta fórmula de agolpar en un argumento los temas conocidos del grupo. Dista completamente del esquema dominante del modelo Broadway así como del 'tributo' (¿por qué no llamarlo 'homenaje' dado que 'tributo' significa impuesto fiscal?). No es un simple concierto disfrazado: existe un guion de escenificación, audiovisuales con vídeos y dramatizaciones relacionadas contextualmente con cada una de las treinta canciones conocidas del grupo.

En todo momento busca un nuevo modelo de espectáculo con números de distintas artes escénicas: música, escenas dramatúrgicas, audiovisual, danza y circo. Cada canción aporta una secuencia autónoma; una pequeña historia hasta reconstruir el universo de Mecano. Las coreografías (en el estreno dirigidas por Sergio Alcover y ahora por Sergio Melantuche) dan protagonismo a los bailarines. Ellos y los maravillosos cantantes no son simples figurantes de adorno: actúan y se ganan la simpatía del público hasta con interactuaciones, alguna poco lúcida.

Destaca el impacto de los efectos creados por la iluminación apabullante de un experto como el balear Pau Fullana, con un mapeo envolvente de imágenes en estructuras móviles con pantallas led de alta resolución. Se proyectan espacios por los que se puede caminar con la mirada por tres dimensiones desde el inicial 'Héroes de la Antártida'. La escenografía de Eduardo Moreno alberga a los músicos y sirve de pantalla, consiguiendo efectos cautivadores en temas como 'Perdido en mi habitación' o 'No es serio este cementerio', esta con sorpresas externas a Mecano.

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También es relevante el oficio de los arreglos de las canciones. Las mejoran. La dirección musical de Dani Hdz es excelente, aunque peque de algo por desgracia habitual en estos tiempos: la percusión atiende más a la reverberación espectacular que a la armonía suave. La batería con medida, las claves y un mayor número de agudos en las congas de 'Cruz de navajas' o 'Bailando salsa' podrían haber sido más eficaces sin el abuso del 'shaker'.

El reparto de nueve cantantes, ocho bailarines y cinco músicos en directo consigue la fuerza necesaria en cada número. La aparición de Lieta Molinet añade su voz prodigiosa al conjunto. Es de alabar el 'casting' porque los bailarines son resolutivos en las numerosas exigencias, sobre todo físicas. El conjunto emociona en lo romántico ('Mujer contra mujer' o 'Me cuesta tanto olvidarme'), lo coral ('Bailando salsa' o 'No hay marcha en Nueva York') y en los estilos variados como el aflamencado de 'Una rosa es una rosa'.

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'Cruz de navajas' supero a los numerosos musicales de Mecano ('Hoy no me puedo levantar', 'Hijo de la luna' o 'La fuerza del destino') por su visualidad y sonoridad. No es un defecto carecer de una historia central cuando se vive una experiencia de la que por su factura excelente técnicamente se sale con satisfacción. Y sin caer en la falacia nostálgica de «cualquier tiempo pasado fue mejor».

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