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Habla sin ser consciente de que casi cada frase es un titular para esta entrevista. El actor, dramaturgo, director y veterano de las tablas españolas ... Rafael Álvarez 'El brujo', que actúa hoy y mañana en la Rambleta de Valencia con el espectáculo 'Dos tablas y una pasión', es un incombustible del escenario. No en vano, se sube en solitario para recitar los versos de Cervantes, Calderón de la Barca o Shakespeare. En plena pandemia, envió una carta al gobierno en la que le exigía apoyo para la cultura. A 'El brujo' no lo amilana nada ni nadie. Aunque, eso sí, no pretende bajarse de los escenarios.
–¿Qué hace tan vigente recitar a Shakespeare, a Cervantes, a Calderón...?
–Ellos conservan la esencia, representan la sustancia máxima, la conexión con los valores humanísticos. Son grandes autores del barroco, cuya clave es eso del 'tempus fugit', que el tiempo se va. Es una grandísima filosofía, con altura de miras.
–¿La política entiende de esos valores humanísticos?
–No. Los políticos tienen prisa, apuestan por el éxito a corto plazo.
–¿Es por esa razón por la que envió una carta al Gobierno el pasado mes de junio criticando al Ejecutivo y asegurando de forma irónica que «si pensamos que la cultura es superflua, acabemos con ella de una vez por todas»?
–Esa carta fue respetuosa, me preocupé mucho de no ser crítico de manera visceral. No quería significarme de una forma radical, que a veces es una pose. Era una reflexión sobre el momento del teatro en este país. Yo llevo dedicándome a esto más de 40 años y noto un deterioro de la conexión con la cultura que no tiene nada que ver con su significado real, que es de transformar a la sociedad. Con el auge de lo digital, vivimos en un momento de cultura de usar y tirar, de exceso de información. Con el 'boom' de las redes sociales, con el hecho de estar siempre conectados, se ha perdido mucho la concepción de cultura, que ahora es de consumo rápido.
–¿Los políticos le tienen miedo al teatro?
–Para nada, miedo no. Lo que les produce es una indiferencia total. Cuando estábamos en la dictadura de Franco, la gente del teatro nos poníamos en aprietos. Pero ahora, hasta nosotros mismos hemos perdido bastante conciencia, hemos perdido el significado de lo que hacemos. Hemos sido devorados por una dinámica del trasiego. Y mucho más ahora con la pandemia. Bastante tenemos la gente de las artes escénicas con sobrevivir. Cuesta mucho. También a nivel físico. Cuando te obsesiona si vas a poder pagar a tus compañeros, queda poco tiempo para pensar. Sólo queda salir adelante. La gente del teatro vivimos muy presionados por lo que está pasando.
–¿Alguna lección positiva pueden sacar las artes escénicas de la pandemia?
–Que se están planteando muchas preguntas muy interesantes. Esta crisis nos está confrontando con nuestras verdaderas necesidades.
–Asegura que la profesión está sobreviviendo. ¿Usted también lo ha pasado mal?
–Por supuesto. He pasado angustia económica. Pese a que me subo solo al escenario, mi equipo es grande. Cuento con un músico, una directora de producción, otra compañera, un técnico, un conductor... Toda esta gente ha tenido que seguir cobrando. ¿Sabes la cantidad de gestiones que he tenido que hacer? Con los bancos, con una estructura digital a la que tenido que adaptarme... He sentido ansiedad.
–¿Al final, nos ha salvado la cultura de no perder la cordura?
–La cultura es un arma enorme. Es realmente el legado que nos dejan los que han vivido antes que nosotros. Es lo que han atesorado como vivencias. Una sociedad sin memoria ni cultura, sin conexión con el conocimiento, partiría de cero, sería casi animal. La cultura es la herramienta que nos permite hacernos las grandes preguntas de la humanidad.
–En su larga trayectoria, ¿pensó que vería el patio de butacas lleno de mascarillas? ¿Se acaba uno acostumbrando?
–Es lo que hay. Más vale que lo hagamos a quedarnos en nuestras casas. Hubo un momento en el que dejé de trabajar. Salí un día a la calle y me pareció estar en una película apocalíptica, en una guerra química. Por aquel entonces, no sabíamos lo que este virus iba a destrozar a la gente, la cantidad de muertos que iba a dejar. En ese momento, plantearse volver al teatro era impensable. Pero ahora, con la vacuna y el descenso de la incidencia, se empieza a ver la salida. La gente tiene ganas de vivir, de salir, de ir al teatro. Hoy, en los teatros, se aplaude como nunca.
–El espectáculo que presenta en la Rambleta se titula 'Dos tablas y una pasión'. ¿Aún siente esa pasión por el escenario?
–Totalmente. Mantengo dos cosas: pasión y necesidad. Cuando sucedió todo esto, no sabía si iba a volver al teatro. Ya tengo una edad... Pero me puse a escribir una obra que, en septiembre, se pudo ver. Un amigo empresario me dijo: «ahí tienes el teatro para que la estrenes, si quieres la haces». Y la hice. De repente, vas viendo la respuesta del público y en las últimas funciones había 400 personas.
–Siempre se sube solo a las tablas...
–Lo hago porque tengo un gran equipo detrás. Ellos son los que me ayudan a contrarrestar la soledad del escenario.
–¿Piensa en la jubilación?
–Me quedan años sobre los escenarios, si Dios me lo concede. Seré de los que se jubile tarde. Físicamente estoy perfecto, como nunca. Hago ejercicio y estoy muy bien.
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