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Alberto Chicote en la taberna Lolailo de Valencia. Atresmedia
Una cucaracha pone «los pelos de punta» a Chicote en su visita al Lolailo de Valencia

Una cucaracha pone «los pelos de punta» a Chicote en su visita al Lolailo de Valencia

Las dueñas de la taberna de la avenida del Puerto reciben al chef con su popular chupito 'mamadita' | Rappel vive el primer servicio del local reformado

Jaume Lita

Valencia

Viernes, 29 de noviembre 2019

«Cero sentido común». Ese es el análisis que ha hecho Alberto Chicote en la taberna andaluza Lolailo de Valencia en su programa de este jueves 28 de 'Pesadilla en la cocina'. La situación del local que estaba situado en la avenida del Puerto ha llegado a tal extremo que el chef acabó «con los pelos de punta» después de que en el plato de un comensal apareciera una pequeña cucaracha durante el primer servicio que controlaba Chicote. La historia de la cucaracha la cuentan los responsables del Lolailo, que cerraron el local de la avenida del Puerto y han abierto otro restaurante con el mismo espíritu y otro nombre en la avenida del Cid.

Una madre con su hija comandan la taberna andaluza Lolailo de Valencia. Junto con ellas, el resto del equipo está formado por una prima, la pareja de la madre y un exnovio. Estas cinco personas son las que deben dirigir tanto la cocina como el servicio en la sala. 'Pesadilla en la cocina' llegaba a un restaurante en el que la clientela había caído en picado y del que, las dueñas destacan su popular chupito 'la mamadita', una mezcla de vodka y nata que sirven entre carcajadas.

Chicote llegaba a la taberna Lolailo de Valencia con un pensamiento contradictorio: «¿Lolailo? parece más un nombre andaluz que valenciano para estar en Valencia». Al acceder y revisar la carta comenzaban las primeras sorpresas. La gabardina se traduce como 'raincoast' y la tabla de quesos en aceite aparece como 'table cheese oil', entre otras perlas. «¿Las croquetas las hacéis vosotras?», preguntaba Chicote ante una camarera, la hija de la dueña, que contestaba un «sí» rotundo para después sembrar la duda sobre el origen de la comida. Pero no fue el único plato sobre el que Chicote, antes de pedir, solicitaba información. «Las paellas las hago yo, están espectaculares», le respondía la camarera que al llegar a la cocina pedía «tamaño mini» de las raciones «porque ha pedido mogollón».

Los platos, como suele ocurrir de forma habitual en el programa 'Pesadilla en la cocina' de Alberto Chicote, están repletos de fallos. Las 'patatas teja' (un plato recomendado por la camarera) las devuelve, mientras que del pulpo con pimentón el chef sentencia «que no sabe a nada» y es que según reconoce la cocinera «no es pulpo, es un tentáculo (sic) similar». Boquerones fritos sin fritura o pimientos «sin sabor» son el resultado final del examen de Chicote a la carta de la taberna Lolailo de Valencia. Incluso probó la bebida estrella del local. 'La mamadita' es invención de la primera de la dueña y reconocen que la sirven «cuando la clientela está calentita y quejándose». Esta mezcla de vodka azul y nata se sirve ante una sucesión de comentarios sexuales.

La paella que probó Chicote no tenía azafrán y «demasiado romero», pero eso sólo era la punta del iceberg que contemplaría el chef en el primer servicio completo que viviria en Lolailo. En una cocina que no tiene fogones y en el que toda la comida está descubierta sin protección, delante de Chicote explota un huevo que «se ha cocido demasiado». Al no poder seguir el ritmo de comandas la clientela se quejaba y mostraba su descontento a los camareros, momento en el que la prima de la dueña creía que era oportuno hacer servir 'la mamadita'. La 'exitosa' bebida no calmó los ánimos de los comensales que acababan de vivir una experiencia desagradable.

En las 'patatas teja' que se servía a una mesa de gente joven, una chica mostraba a cámara una cucaracha de pequeñas dimensiones que había estado en contacto con las patatas fritas. El caos total. Chicote alarmado por la situación mientras la dueña lloraba: «Somos lentos pero una cucaracha no, esto no nos ha pasado nunca». Una situación que ponía a Alberto Chicote «los pelos de punta».

La dueña de la taberna andaluza Lolailo de Valencia le pedía, en una visita con Chicote a la Ciudad de las Artes y de las Ciencias que les debía dar «tranquilidad» para trabajar. Pero este sólo era un propósito que quedaría en nada al llegar un nuevo servicio de cenas. Chicote decidía cambiar los papeles para intentar coordinar de mejor forma el trabajo entre la cocina y el servicio. La hija de la dueña se encargaría ahora de la cocina y empezaban los roces entre el chef y la joven. Un arroz al horno que no se ha hecho en el horno o malas contestaciones a los camareros, además de comentarios despectivos a los clientes que deciden devolver un plato que no responde al solicitado (una ensalada de marisco sin marisco, solo lechuga y mayonesa).

Mientras el incendio en la cocina aumentaba, en sala se encontraba la dueña del negocio intentando capear el temporal. Ante una mesa de turistas, por su desconociento para servir en inglés, la mujer se veía obligada a utilizar un traductor de la tablet en la que apuntaba la comanda para poder entenderse con los clientes. En otra mesa, los comensales pedían puntilla y la dueña alzaba la voz para que toda la sala se enterara de los platos que no quedaban raciones en cocina y «asçi no lo tengo que estar repitiendo».

Tras la reforma del local, con un aspecto mucho más andaluz y la presencia de Rappel, en la cocina se intentaba seguir el ritmo necesario para una nueva inauguración. Los comensales se quedaban sin comer, entre ellos la ilustre visita de Rappel, en un servicio tan especial el caos existente en la cocina, hasta el punto en el que la hija de la dueña abandonaba el delantal para salir del local. «No puedo más». La madre le cambiaba los papeles para volver ella ante los fogones y la joven encargarse del servicio en sala. Las nuevas tareas sirven para desatascar la cocina y que los platos volvieran a salir con puntualidad y buena calidad. «El tema en la sala parece que está controladillo», relataba una de las camareras, la creadora del chupito 'la mamadita'.

Los aires parecían cambiar en la taberna andaluza Lolailo de Valencia pero el local situado en la avenida del Puerto acabó 'cerrado permanentemente'.

Así están los restaurantes valencianos que visitó Chicote

Vídeo.

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