Vaya por delante -lo sé, tengo que cambiar la fórmula con la que comienzo muchas de las columnas porque me repito como el ajo- que adoro a Marc Giró. El ingenio, la agudeza mental, la forma en la que se expresa y esa verborrea incontenible ... me atrapan como a un tonto.

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Y, sin embargo, soy incapaz de disfrutar de 'Late Xou con Marc Giró', un programa que inició su andadura en la desconexión de TVE en Cataluña y que ahora se emite todos los lunes a través de La 2, después de que RTVE Play haya entrado a producirlo en colaboración con Minuto de Barras, y con fichajes como los de Henar Álvarez e Isa Calderón.

Tengo la sensación de que todo está relacionado con que siempre he visto al de Barcelona como un perfecto colaborador -o panelista, como los llaman en Miami, quien haya seguido 'Sálvese quien pueda' me entenderá-, un tipo disruptor, que agita al público cuando entra en plató, que pone en un brete al presentador de la función y que lo lleva a un extremo donde el Buenafuente o Sardá de turno fingen no estar tan cómodos y no tener control sobre lo que está sucediendo frente a las cámaras.

El caso es que en el 'Late Xou', Marc Giró sigue siendo Marc Giró, a pesar de que su cometido es llevar la batuta y ser el maestro de ceremonias, y eso enrarece el resultado porque su presencia rivaliza con la de sus invitados y colaboradores. Creo que el buen presentador es aquel que aporta lo necesario y da un paso atrás para dejar que brillen quienes lo rodean y en ese sentido el excesivo protagonismo de Giró no juega a favor. Que el plató sea calcado al del extinto 'Late Motiv' de Andreu y que los invitados hayan pasado ya por otros programas como 'El hormiguero' o 'La resistencia' tampoco ayuda.

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