Una ciudad es tantas cosas que no se pueden enumerar. Se impone la selección. Hoy LAS PROVINCIAS se queda con sus calles, que tampoco es poco. Hay que seguir acotando. La selección conduce a la singularidad, condición que nos sitúa ante el museo que se ... descubre sin necesidad de abandonar las aceras. El espectáculo está servido de la mano de una decena de grandes arquitectos que a lo largo de los años han hecho de las orillas del Turia, y del mismo antiguo río, un museo en la calle.
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Los libros hablan de ello. Y si lo hacen es porque hay sobradas razones. Un ejemplo reciente viene a confirmarlo. Acaba de ver la luz la obra 'Tres arquitectos, una ciudad y un tiempo. Ribes, Mora y Goerlich en la Valencia de principios del siglo XX', publicación de la Generalitat coordinada por Luis Arciniega García. Crearon una capa que se sumó a las de sus predecesores. Y se añadieron otros para dar la urbe del XXI.
Demetrio Ribes, Francisco Mora, Javier Goerlich, Cayetano Borso di Carminatti, Fernando Moreno Barberá, Ricardo Bofill, García de Paredes, Norman Foster, David Chipperfield y Santiago Calatrava. Podrían ser más. Todos levantaron ese museo que es Valencia. Basta mirara izquierda y derecha, arriba y abajo para descubrirlo.
Y para empezar a visitar esa gran sala de exposiciones, qué mejor que el punto de llegada a la ciudad. Entre 1906 y 1917, Demetrio Ribes levantó la estación del Norte. Bajo los cánones del Modernismo la ciudad ganó el edificio que hoy por fortuna disfruta, una joya que conceden personalidad a la capital. Es escaparate de arquitectura, y al mismo tiempo de cerámica y rejería. Supuso «un punto de inflexión en la historia urbana de la ciudad y como tal hoy supone un elemento clave de su evolución», señala la catedrática Inmaculada Aguilar en 'Tres arquitectos, una ciudad, un tiempo'. En esa construcción. advierte «Ribes utiliza un nuevo lenguaje, más flexible, más espontáneo».
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La visita conduce a Francisco Mora, que casi al mismo tiempo que Ribes, dejó su impronta en el majestuoso Mercado de Colón (1916). Fue arquitecto municipal y autor de los proyectos más importantes de la ciudad. Levantó el nuevo Ayuntamiento y el Palacio de la Exposición Regional, entre otros referentes. Dice Daniel Benito Goerlich, catedrático de Historia del Arte, en el mencionado libro que el «Mercado de Colón es sin duda su obra maestra y la más conocida» y apunta que la concepción de «arte total» que acompañaba el trabajo de este arquitecto le llevó a mostrar esa apuesta en «el trazado y diseño de los menores detalles». En su esencia, de la que hoy se puede disfrutar, llevaba el sello de la estética modernista que campó en ese barrio de «la burguesía acomodada».
Sin abandonar el centro de la ciudad, los pasos sitúan ante Javier Goerlich. Entre los años treinta y cincuenta del siglo XX renovó una ciudad de la que llegó a ser arquitecto mayor. Hablar de aquel diseñador de edificios es lo mismo que hacerlo del perfil urbanístico de la Valencia moderna. Muchas son las paradas del museo urbano que llevan su nombre. Autor de rótulos de calles o comercios levantó edificios públicos, pero también privados como los Barrachina y Balanzá, que todavía hoy asombran a quien recorre las calles, y el Banco de Valencia. Regaló la huella racionalista a la calle Xàtiva, siguió con casas modernistas, abrió la Avenida del Oeste, diseñó el Mercado de Abastos y la desaparecida plaza del Ayuntamiento conocida como 'la tortada'. Y si el visitante del museo urbano lo desea puede cruzar el río para conocer el Colegio Mayor Luis Vives y la Biblioteca Joan Reglà.
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Por aquellos años treinta también la que fue arquitectura industrial merece visita en la Avenida de Burjassot. Cayetano Borso de Carminati dejó su impronta racionalista en el Teatro Rialto y en 1930 en Bombas Gens, factoría dedicada a la fabricación de bombas hidráulicas que hoy está bellamente restaurada y acoge el Centro de Arte Bombas Gens.
En ese otro lado del río donde Goerlich levantó el Colegio Mayor Luis Vives puede también el visitante encontrar la obra que Moreno Barberá dejó en los años sesenta en la ciudad universitaria del entonces Paseo de Valencia al Mar. La piqueta acabó hace unos años con la antigua escuela de Agrícolas, pero quedan otras muestras de aquella avanzada arquitectura como la Facultad de Filosofía o la de Historia.
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Y la sala de exposiciones urbana llega al final del siglo pasado para mostrar en las orillas del viejo cauce del Turia el emblemático Palau de la Música del arquitecto Carlos García de Paredes de 1987. Valencia iniciaba un nuevo ensanche sobre el espacio que le había regalado el viejo cauce del Turia. Recorrer ese curso que conduce al mar lleva a la visita del museo de la calle a encontrarse con el jardín que ese mismo año diseñó Ricardo Bofill.
El antiguo lecho fluvial había inaugurado su etapa como espacio para la arquitectura. Allí se contempla la monumental Ciudad de las Artes y las Ciencias, con los edificios futuristas que erigió Santiago Calatrava para abrir el siglo XXI. Recorrerla resulta indispensable para conocer el museo que es Valencia y que llega hasta el mar para descubrir la obra de David Chipperfield en el pabellón de la Copa América.
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Y para terminar el periplo que ha empezado en una de las entradas a Valencia, merece la pena desplazarse hasta una de sus salidas -o entradas-, la norte, para disfrutar del Palacio de Congresos de Norman Foster, que también construyó el puente de las Artes en esa arteria clave que es el viejo cauce.
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