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La historia de Fátima Diame es formidable. Ya no porque integre la primera generación valenciana nacida de una pareja senegalesa que decidió buscar fortuna en España. Ni porque sea atleta por la pura casualidad de que un día le diese por asomarse al Estadio del Turia ... y le sedujese lo que allí acontecía. Su vida deportiva es la de un portento físico castigado por las lesiones. Ya le pasó en Río: «Justo cuando empezaban las calificaciones. Era muy joven y aquello no supuso tanto». Ahora llevaba otros dos años sufriéndolas y, cuando creía haber superado el túnel, volvió a lastimarse: «Justo cuando por fin estaba bien. Pensé en dejar la temporada, pero tuve el apoyo de mi familia». Muchas horas de entrenamiento, y su capacidad de sufrimiento y de reorganizar su técnica de salto, la premiaron con el momentazo: la heroica mínima olímpica que logró en el Mitin de Castellón, en el último brinco de la última oportunidad.
«Sabía que podía hacerlo. No había logrado la marca, pero la tenía. Primero hice 6.70, pero no ajusté bien y me dejé mucha tabla», recuerda: «Después llegué a 6.75, y todavía podía ajustar». Aquel brinco fue con viento ilegal. «Pensé: '¡Ahora me va a salir!'. Mi entrenador (Rafa Blanquer) ya me lo había dicho», relata. Fátima Diame se abstrajo de lo que acontecía a su alrededor. Se concentró y ni siquiera escuchó al speaker que le ponía emoción al instante. Aguardó a la señal de Blanquer («esperó a que parase un poco el viento») y echó a correr: ¡6.82 con +2.0! «Fue el salto perfecto», afirma.
«Yo creo que todavía no lo he asimilado. Lo haré cuando me suba al avión para viajar a Tokio», comenta Fátima Diame, que cuenta con el respaldo del Proyecto FER, y que ya figura en una selección olímpica de atletismo que incluye a siete deportistas de la Comunitat. «Ahora tenemos un mes para trabajar la carrera más larga, puedo entrar más rápido y saltar más», señala.
Se le nota aliviada tras dos años de calvario con las lesiones en los que ha tenido que modificar toda su técnica. «Y cuando mejor estaba, en el Europeo me lastimé en el talón, lo que me obligó a cambiar la pierna de salto», detalla: «Y en la primera competición al aire libre, en Zaragoza, se me quedó enganchada la pierna y me hice daño en la rodilla. Pensé en dejar la temporada, pero con ayuda psicológica y de la familia, y con el trabajo de los fisios, pude seguir compitiendo con el mínimo dolor».
Y al final, el deporte quiso impartir justicia con Fátima Diame. «En Castellón estaba más tranquila que en el Campeonato de España, donde también te estás jugando un título y eso al final cuenta a nivel de presión. Y yo sabía que tenía la marca», incide la valenciana, que se muestra cauta con respecto al concurso de los Juegos Olímpicos: «El salto de longitud es una prueba muy técnica y puede pasar de todo».
Pero ella tiene claro el camino a seguir. «A Tokio tengo que ir a por marca personal. Y si lo consigo, tendré mis opciones de meterme en la final olímpica», señala la valenciana, quien subraya el respaldo que ha tenido por parte de su pareja, el también atleta Dani Arce (competirá en 3.000 obstáculos): «Los dos teníamos el objetivo de clasificarnos para los Juegos, nos hemos apoyado mutuamente en estos meses».
Quienes no podrán acudir serán sus padres y sus padres: «Lo tenían planeado, pero con las restricciones no puede ser». La familia ya piensa en París. Porque a sus 24 años, tras ese emocionante brinco en Castellón, Fátima Diame sabe que tiene un gran potencial y quiere seguir progresando.
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