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Miguel Maldonado, el primero por la derecha, en una foto familiar. LP
Maratón de Valencia | Los mil obstáculos de Berni Maldonado

Los mil obstáculos de Berni Maldonado

El atleta argentino pesaba 110 kilos el día que llegó con un coma etílico a casa. Su madre descubrió que su padre llevaba una vida paralela con otra familia. Siete años después salió con los mejores del maratón, aunque abandonó en el kilómetro 33

Lunes, 2 de diciembre 2019, 10:08

Era el día que Berni Maldonado celebraba que hacía 18 años. Un cumpleaños infeliz para un chaval con sobrepeso que creía que su novia, su primer amor, le había dejado por estar rechoncho y que, encima, tenía que cargar con las bromas pesadas de los compañeros por ser el gordito de la clase. Estaba un poco harto de todo. También quería dejar Económicas y no se atrevía a decírselo a sus padres. Su cabeza hervía. Y por eso, ese día, se le fue la mano. Un padre tuvo que llevarle a casa a las tres de la madrugada porque no se tenía en pie. Él no recuerda nada. Su madre, llorando, lo agarró y se lo llevó directamente al hospital con un coma etílico.

Entonces pesaba 110 kilos -mide 1,73- y su vida no le gustaba. Así que buscó un cambio. Berni se apoyó en el deporte para quemar los kilos y los malos recuerdos. Una carrera a pedales hacia un futuro más feliz. Aunque, en realidad, él no era un chico sedentario: siempre había jugado al rugby.

Cuando bajó de los 90 kilos se apuntó a su primera carrera. Una prueba de diez kilómetros después de que un primo le desafiase a correr contra él. Hizo 49 minutos tras pararse varias veces. «Mi primo me ganó por un minuto pero yo lo viví como todo un logro».

Este argentino parlanchín cuenta su historia mientras come, al fin sin miedo, sentado a la mesa de L'Alquimista, un pequeño restaurante con cuatro mesas en Ruzafa. Una piadina con calabaza y un plato de pasta con almejas y mejillones. Hidratos a granel a dos días del maratón. Tiene 25 años y un reto olímpico por delante.

Porque ahora es un atleta de los buenos. Aún no en la élite absoluta, pero desde aquella carrera con su primo, los pasos han sido de gigante. En el verano de 2012 -el invierno argentino, en realidad- ya había llegado a los 76 kilos. Más de 30 perdidos en solo cinco meses. «Mi alimentación era muy monótona: ensalada, yogur, pollo deshuesado, cero de alcohol... Mis padres me querían mandar al psicólogo. Decían que estaba enfermo. Era impresionante cómo había cambiado».

Semana tras semana comenzó a llenar la casa de trofeos. Todo sin hacer un entrenamiento específico de atletismo

Al año siguiente se relajó. Vacaciones en la costa, noches de fiesta, concesiones la dieta. Subió tres o cuatro kilos que no le impidieron, a la vuelta, probarse en una carrera de tres kilómetros. Logró acabar tercero y eso le gustó. Semana tras semana comenzó a llenar la casa de trofeos. Todo sin hacer un entrenamiento específico de atletismo. En abril se unió un grupo de trail donde hacía sesiones tan pintorescas como arrastrar con una cuerda a su entrenador subido a una bicicleta. Una fuerza bruta. A finales de año conoció a su actual entrenador, Darío Núñez, y pasó de prepararse tres días a hacerlo a diario y en doble sesión.

En 2014 todo se desmontó por culpa de una lesión en la rodilla. Seis meses parado. «Entonces me convencí de que esto de correr no era para mí. Pensé que se iba la opción de ser un atleta de alto rendimiento». Pero en 2015, ya con 21 años, corrió el medio maratón de Rosario en 1:17.42. Allí recuperó la fe.

Eran los tiempos en los que vivía con sus padres, trabajaba en un restaurante y estudiaba Nutrición. En 2016, aprovechando que los Juegos Olímpicos se celebraban en su continente, acudió a Río a ver algunas pruebas, y su entrenador, allí mismo, le propuso preparar un ciclo olímpico. Ese mes de diciembre disputó la San Silvestre Vallecana y corrió toda la prueba al lado de Brigid Kosgei, actual plusmarquista mundial de maratón, el día que batió el récord de la carrera. «Estuvo muy bien porque yo llevaba varias semanas en París, había engordado varios kilos después de comer todo lo que quise...». Crecido, al año siguiente rebajó su marca en medio maratón hasta los 67.31, además de sus tiempos en 5.000 y 10.000.

El año pasado viajó por primera vez a Valencia para disputar el Mundial de Medio Maratón, pero desde la Mass Race. Ese día acabó cuarto después de que Castillejo, despechado, corriese también fuera de la élite y arrasara. «Entonces ya entrenaba más en serio pero seguía estudiando Nutrición y trabajando de mozo en un restaurante, donde, a veces, acababa a la una de la noche».

Su madre descubrió que el padre de Berni, ingeniero agrónomo, llevaba una vida paralela con otra mujer y tres hijos

Su cambio radical desde aquella noche infausta con demasiados brindis, inspiró a toda la familia. En 2014 su madre decidió hacerse el by pass gástrico porque pesaba 96 kilos. Bajó a menos de 60. Todo iba perfecto, pero al año siguiente, su madre descubrió que su marido, el padre de Berni, que es ingeniero agrónomo y trabajaba a 200 kilómetros de Córdoba, tenía una vida paralela con otra mujer y otros tres hijos. Un golpe que zarandeó todo su hogar.

En 2016, su hermano, que pesaba 106 kilos y no le gustaba el atletismo, también empezó a adelgazar. Y en 2018, con el entrenador de Berni, hizo la media de Rosario en 1.18. Este año ya corrió en 1.13. No se ve límites. «La diferencia es que él ya tiene 33 años, trabaja en un banco y no va a apostar por esto». Y este año empezó a correr su hermana, que ya ha subido al podio en una carrera de tres kilómetros.

La culminación de la transformación de Berni Maldonado llegó en Valencia, donde logró acabar el medio maratón en 63.01, la cuarta mejor marca argentina de todos los tiempos. Luego se quedó en España, en Tarragona, en casa de su amigo Gervasio Mogio y este domingo ha aparecido en Valencia donde soñaba con la mínima olímpica. Berni arriesgó, se derrumbó y terminó retirándose en el kilómetro 33. Pero no le asustan los obstáculos y ya está rumiando nuevos retos.

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