cayetano ros
Jueves, 23 de abril 2020
-¿Les insultaban por correr en los años setenta?
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-Estaba mal visto porque faltaba cultura. Entrenábamos por la Alameda, cuatro o cinco atletas federados, y algunos pensaban que correr era de cobardes, como si huyéramos de la Guardia Civil.
-¿Qué le parece la eclosión del atletismo popular?
-Ya no te dicen que estás loco por correr, sino al contrario. Hay muchísima afición porque se han dado cuenta de que el deporte es muy bueno para la salud.
-¿Debería el Gobierno dejar salir a hacer deporte?
-A todos los deportistas federados o de alto nivel, sí. Otra cosa es competir, pero salir a entrenar creo que sí deberían dejarlos.
-¿Le ha sorprendido la pandemia?
-Hemos visto que hay una epidemia cada 100 años. A ver si aprenden los gobiernos: deberían gastar menos en armamento y más en Sanidad, Educación y Ciencia.
-¿Cómo lleva el confinamiento?
-No salgo más que a comprar el pan y a un huerto donde cultivo hortalizas: alcachofas, coles, tomates, naranjos, ajos, lechuga... para entretenerme.
-¿En qué entorno se crió en Pedralba?
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-Mis padres son agricultores. Tenían tierras propias que son las que tengo yo heredadas. Empecé a jugar al fútbol, de mediocampista, corría mucho, arriba y abajo, hasta que me vio Anselmo, delegado de Deportes del pueblo, y me dijo que iban a venir de Valencia a una carrera de juveniles. Yo tenía 15 años. Les gané a todos con mis zapatillas de tenis. El segundo fue Ramón Hinarejos. Era mi primera carrera. Anselmo creó un club de atletismo en Pedralba y entonces vino ficharme el Valencia, en diciembre de 1966. Su entrenador era Emilio Ponce.
-¿Qué sentía al correr?
-Libertad. Y hacer lo que me gustaba. La segunda carrera, 3.500 metros lisos en Sueca, también la gané. Yo trabajaba en el campo: labrar, abonar, arar con el animal... y también unos años de albañil. Me iba a correr después del trabajo en el campo y algunas vecinas le decían a mi madre que no podía seguir así porque era demasiado esfuerzo para un niño. Mi madre fue a hablar con el médico, don Vicente, y este le dijo que me alimentara bien y no se preocupara.
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-¿Cuándo se va a vivir a Valencia?
- En el 71, en una casa de huéspedes de la Gran Vía Fernando Católico. Rafa Blanquer, mi entrenador, me hizo campeón de España y me llevó muy bien durante 12 años.
-En sus 20 años de carrera, ¿le ofrecieron algún tipo de sustancia dopante?
-Cuando en la federación me daban alguna pastilla, yo la tiraba a la taza del wáter. Había un médico que solía darnos cosas. Cuando competíamos en el extranjero, los lanzadores rusos y alemanes iba muy cargados, pero incluso aquí, en la residencia Blume, llevaban un montón de pastillas.
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-¿Ni siquiera tomaba café como estimulante?
-Estuve 20 años sin tomar café porque, cuando era un crío, con 15 años, fui a pasar el reconocimiento médico a la federación valenciana de fútbol, en Barón de Cárcer. Y el médico me dijo que yo nunca podría hacer deporte. Me puse a llorar. Al ponerme muy nervioso, me salía la tensión muy alta. Pero seguí jugando al fútbol, con la ficha de algún compañero, porque no había pasado el reconocimiento médico. El médico del pueblo, don Vicente, me dijo que no pasaba nada. Recorrí 115.000 kilómetros en 20 años de atleta, del 66 al 86, los primeros siete años con Alfonso Ortega, por correspondencia porque él era entrenador del Celta, y los 12 siguientes con Blanquer.
-¿Cómo fue su rivalidad con Mariano Haro?
-Mariano fue un pionero, como lo fueron Santana en tenis o Emilio Esteban en natación. Era muy bueno, pesaba muy poquito y su especialidad eran los 5.000 y los 10.000 metros; la mía los 3.000 obstáculos. Pero coincidíamos en el campo a través, 10 o 12 kilómetros. Le gané tres veces y otra que estuve a punto, en Manresa: me dio un tirón pero hube de acabar porque me habían pagado 50.000 pesetas. Y fui segundo.
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-¿Qué carrera guarda con más cariño?
-El campeonato de España del 75 en Anoeta, en San Sebastián. Hice 8,21,06 y fue portada de L'Equipe a la mañana siguiente. Le saqué nueve segundos al segundo clasificado y pude sacar más, pero me reservé porque corría los 10.000 al día siguiente con Mariano Haro.
-¿Cómo es que quiso ficharle el Barça?
-El presidente del Barça, Agustín Montal, me quiso para la sección de atletismo y me daba un trabajo en las oficinas. Hablé con José María Zárraga, el gerente del Valencia CF, y este se lo trasladó al presidente, Francisco Ros Casares. Y me pusieron nómina, de ordenanza, el 1 de febrero de 1975. He estado 40 años en el ValenciaCF hasta el 15 de julio de 2015, me jubilé con Amadeo Salvo. Pasé a conserje y a oficial de segunda y de primera (administrativo en la sección de entradas para los partidos, contaduría se llamaba). Me trasladaron al estadio de Mestalla de conserje, 17 temporadas, y también estuve tres años en Paterna.
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-¿Le indignó que Paco Roig se cargara las secciones deportivas?
-Sí, me indignó porque en los sesenta el Valencia CF tuvo secciones de balonmano, atletismo, baloncesto, tenis de mesa, halterofilia y tiro con arco. Se lo cargó de un plumazo. Solo quería fútbol. Y después apareció el Club Terra i Mar apoyado por la Diputación.
-¿Algún jugador del Valencia se entrenaba con usted?
-Johnny Rep, muy artista y muy 'sinvergüenza'. Nos íbamos en mi coche a El Saler a entrenar: yo corría 20 kilómetros y él se paraba cuando no podía más para hacer abdominales, esprints... Solo venía cuando le había llamado Rinus Michel para la selección holandesa. Yo le preguntaba: '¿Por qué no lo haces esto siempre?'. '¡Porque Ramos Costa no me quiere!'. Se llevaban muy mal. Johnny se iba a Holanda sin permiso y el Valencia le ponía 50.000 pesetas de multa. Pero le daba igual.
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-¿Algún otro futbolista se animaba a seguirle?
-Sergio Manzaneda, cuando hacía la mili, venía por las tardes al estadio, en la avenida Aragón, y un entrenador yugoslavo, Ciric, le decía que se pusiera conmigo a correr. Pero Sergio a veces se enfadaba porque no podía seguir mi ritmo. Ahora tiene una clínica dentista por mi barrio, donde estuvo la antigua Radio 9.
-¿Con qué presidente se ha llevado mejor?
-Con Ramos Costa, Arturo Tuzón, Pedro Cortés, Jaume Ortí... con todos menos con Manolo Llorente.
-¿Por qué?
-Me hizo la vida imposible. Yo era presidente del comité de empresa y él no quería que hubiese sindicalistas. Me tuvo mucha manía porque yo le cantaba las cuarenta y él solo quería gente que le dorara la píldora. Estuve 24 años de presidente del comité de empresa por la UGT.
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-¿El mejor entrenador que conoció en el VCF?
-Alfredo Di Stéfano, muy gracioso si le caías bien; y Víctor Espárrago, muy serio.
-¿Y el jugador?
-Pepe Claramunt, a quien Amancio, Pirri y Velázquez quisieron convencer para que se fuera al Madrid, pero él no quiso irse nunca. Y de extranjeros, Mario Kempes. También tuve amistad con Paquito y entrené con él en el Alzira, en Tercera División. Un día Pepe Carrete me quiso desafiar y yo le reté a una carrera de 10 kilómetros: él y nueve compañeros suyos, relevándose al kilómetro, contra mí. No quisieron.
-¿Cómo resumiría su aventura internacional?
-Fui semifinalista tanto en el Europeo de Roma, con 8.38, como en el de Praga, 8.37. Y después llegaron los Juegos Olímpicos de Montreal 76, cuando apareció la gimnasta Nadia Comaneci, a la que llegué a ver por la Villa Olímpica. Fui finalista, octavo, con 8.22, primer valenciano con diploma olímpico. Y eso que se me hinchó la rodilla por un golpe en un obstáculo. Menos mal que José Luis Torrado, el masajista del equipo de fútbol (donde estaban Kubala y Saureta), me dio una hierbas, me bajó el hinchazón y pude correr. Ganó el sueco Anders Gärderud.
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-A su llegada a Valencia, ¿se le reconoció el mérito?
-Nada, nada, ni la federación valenciana ni el Valencia CF. La española sí me dio 100.000 pesetas por haber sido finalista. El deporte funcionaba así. Un directivo se quejaba de haber cobrado 'solo' 50.000 pesetas por dietas cuando nosotros habíamos recibido 17.000. La universidad de Nevada (EE UU) envió una carta en 1975 a la federación española invitándome a estudiar allí, pero la federación no me lo dijo hasta que me retiré.
-¿La Generalitat tampoco?
-Tampoco. Después llegó el alicantino Domingo Ramón y fue cuarto en los JJOO de Moscú 80, en 3.000 obstáculos, el segundo valenciano en lograr un diploma olímpico. Abascal, en los Ángeles 84, fue la primera medalla española (bronce en 1.500). Y más tarde Fermín Cacho en Barcelona 92 (oro en 1.500). Llegué de Montreal, y a entrenar y a competir. Había un campeonato de España de clubes en el que competíamos todos contra todos: el Barcelona, el Real Madrid (que tuvo un año equipo de cross), la Real Sociedad, el Salamanca, el Ministerio del Ejército...
-¿Quiénes fueron sus atletas favoritos?
-Javier Álvarez Salgado, un atleta anterior a mí de cross, que compitió en México 68 y en Múnich 72, en 5.000 y 10.000 metros. Posteriores, José Luis Gonzáles y Fermín Cacho; y extranjeros, Saïd Aouita.
-¿Cómo fue la experiencia en Kenia?
-Lo pasé muy mal por la altitud. Fuimos Antonio Páez, Blanquer y yo, en los ochenta, por la federación española. Pero no se respiraba bien. Estábamos en las montañas, a 2.500 metros de altitud, al lado de los poblado, y decidimos ir a la embajada de Nairobi para volver. Había niños que corrían descalzos al lado y nosotros con zapatillas con cámaras de aire.
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-¿Qué tiene de especial la prueba de 3.000 obstáculos?
-Es muy dura: 28 veces los obstáculos y siete la ría, 35, en siete vueltas. Bajar de tres minutos en cada kilómetro es mucho correr. Saltas, cambias de ritmo, haces mucha fuerza, resistencia, velocidad... Pierdes unos 30 segundos por obstáculo. La ría mide 89 centímetros de alta, 4 metros de ancha y 3,5 metros de larga.
-¿Y ahora le ha dado por el ciclismo?
-Sí, porque bajaba a correr hasta que me operaron del menisco. El médico me dijo que hiciera bici y llevo dos años y pico. He jugado mucho al frontenis y me gusta mucho la pilota. Estuve en la final mítica del 95 en Sagunto entre El Genovés y Álvaro. Y voy mucho al trinquet de Massamagrell a ver partidas y a jugar a cartas.
-Veo que tiene una memoria prodigiosa. ¿Alguna cosa más?
-Apunte las marcas: 1.55 en 800 metros (Valencia, 1975); 2.28 en 1.000 metros (Valencia, 75); 3.41 en 1.500 (Madrid, 75); 7.52 en 3.000 lisos (Finlandia, 76); 8.21 en 3.000 obstáculos (Estocolmo, 76); 13.40 en 5.000 (Finlandia, 76); 28.42 en 10.000 (San Sebastián, 82); y una hora y un minutos en 20 km (Toledo, 82).
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