Secciones
Servicios
Destacamos
JUAN CARLOS VALLDECABRES
Sábado, 28 de marzo 2015, 23:49
valencia. Estudiante de audiovisuales en la Universidad de Valencia; mediapunta en el primer equipo que el Villarreal creó para mujeres (luego jugó en el Parreta); piloto militar en la Armada; entrenadora de fútbol en Estados Unidos y ahora cooperante-profesora-entrenadora (los tres conceptos a la vez) para los niños más desprotegidos, que son muchos, en Uganda. Patricia Campos Doménech, natural de Onda, puede presumir a sus 35 años de tener un curriculum un tanto especial, en el que el balón le ha acompañado prácticamente en todas sus actividades. Esta mujer cumple precisamente hoy su primer mes en un pequeño pueblo -por llamarlo de alguna manera- de Uganda, un país zambullido en la miseria en el que buena parte de los niños están condenados a vivir toda su vida en la más absoluta de las miserias.
Allí, a casi 5.500 kilómetros de su céntrica casa de Valencia, exprime ahora Patricia su particular experiencia futbolera. Lo decidió un buen día cuando en Estados Unidos se le planteó la posibilidad de echar una mano a los más pequeños, precisamente en algo que siempre lo ha tenido dentro: el fútbol.
La ONG a la que se arrimó encajaba perfectamente en los ideales que le inyectaban energía: Fútbol sin Fronteras. De cabeza se fue. Ha solicitado una excedencia en la Armada y ha pasado de hacer vuelos de reconocimiento y entrenarse en misiones de combate a pilotar un grupo de chicas en un campo de fútbol, por llamarlo de alguna manera ya que el terreno más bien parece una explanada desarbolada con dos verdaderas reliquias de madera como porterías. Igual deambula por allí una vaca soltando plácidamente sus necesidades que ensaya Patricia con sus jugadoras cómo se controla un balón y cómo hay que pasarlo a la compañera.
Lo significativo de esta historia es que esta exfutbolista y militar trata a través de su testimonio de hacer un llamamiento a los principales clubes valencianos para que le den el empujón definitivo que sirva para encauzar en condiciones su proyecto. ¿Cómo? Con el envío de cualquier material deportivo: zapatillas, botas, balones, camisetas... Lo que sea. «Sé que la Fundación del Valencia, con el nuevo dueño, se ha propuesto dedicar parte de sus esfuerzos a ayudar a los más necesitados. Pues ahora tienen la oportunidad tanto el Valencia como el Levante de ayudar. A los dos equipos les guardo mucho cariño. En 2014, por ejemplo, hice el día de la mujer el saque de honor en un partido del Valencia Femenino. También el Levante se apresuró a ceder jugadoras en un partido que hicimos benéfico. Les estoy muy agradecida», confiesa atropelladamente a través del teléfono.
No es nada fácil contactar con esta mujer. Las condiciones del país impiden muchas veces hasta una simple llamada telefónica. «Es terrible lo que pasa aquí. Por supuesto hay cosas más importantes que el fútbol, pero hay que estar aquí para darse cuenta de que el deporte puede ser un incentivo muy importante en sus vidas, sobre todo en el caso de las chicas más jóvenes», afirma con cierta vehemencia.
Y es que, Patricia ha querido romper moldes. En Uganda se vive una situación un tanto especial en lo que a las mujeres se refiere. Lo que hoy en día en muchas partes del mundo se considera hasta bueno y saludable: que las chicas practiquen fútbol; allí no es algo que se pueda concebir como lógico. Contra eso es contra lo que ha tenido que luchar. «Uno de los éxitos que más recompensa me ha dado es que por fin hemos formado un equipo de chicas. Eso es algo que no entra en los planes de una familia normal aquí. La gente considera que ese tipo de cosas lo pueden hacer únicamente los hombres. De ahí que tuve que luchar primero con las propias niñas para convencerlas, y luego y eso fue quizás lo más difícil, con sus familias».
En este caso, adquiere todavía algo más de dificultad la empresa puesto que buena parte de los niños y niñas que asisten a la escuela donde Patricia da clases de español son huérfanos. «Pese a que la mayoría no tiene padres, tienen protectores, que hacen de familia. Les dije que me dejaran las niñas una temporada y que luego observaran si su comportamiento y su rendimiento mejoraba tras hacer deporte. Y lo mejor de todo es que ahora todos están contentísimos con esto».
Para Patricia, lo de intentar transmitir sus conocimientos de fútbol no es nuevo. Cuando aprobó la oposición de piloto militar fue destinada a Rota, base en la que le tocó compartir vivencias con militares de Estados Unidos. Hasta allí se enroló con el equipo de chicas militares estadounidenses de la base americana, paso previo a desempeñar desde 2013 a 2015 su labor como entrenadora de fútbol en el condado de San Diego. Allí fue donde nació esta aventura que le tiene que mantener teóricamente en Uganda hasta 2016.
La musungu de la selva
«No sé lo que pasará en un futuro pero la experiencia que estoy viviendo es única. Aquí hay mucho trabajo por hacer. A las lesbianas se las viola, a los homosexuales se les asesina, está prohibido el uso de preservativos y hay una tremenda corrupción en todos los aspectos de la sociedad. El otro día conocí a un joven que con veinte años ya tenía tres niños. Los niños son lo mejor: a mí me llaman 'musungu'' (blanquita)», expresa la valenciana, que para arrancar ha tenido que pagar de su bolsillo el poco material deportivo del que disfrutan los niños y niñas de su colegio.
«Jugaban como lo podíamos hacer los niños hace muchísimos años, con bolsas de plástico. Las porterías están hechas con árboles partidos y lo más curioso es que todos están acostumbrados a jugar descalzos. Aquí la gente no tiene el menor problema en caminar por la selva descalzo y se encuentran por el camino de todo: desde basura y excrementos, hasta vidrios», comenta tratando de hacer partícipe del panorama que se vive en esta zona, castigada por enfermedades como la malaria, el sida y las fiebres tifoideas. «Aquí se camina por la selva, hay carreteras en lugar de caminos y sólo en la capital se pueden ver semáforos. Para que te hagas una idea, en una moto casi siempre van subidas cuatro o cinco personas», añade por último por el teléfono, confesando de inmediato que lo mejor de sus horas dedicadas a la escuela es cuando llegan las cuatro de la tarde: «Es la hora del entrenamiento».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.