
Goce y frustración en la Supercopa exportada
El hincha se resigna a no poder presenciar en vivo una competición que ha ganado interés
alberto del campo tejedor
Viernes, 13 de enero 2023, 12:37
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alberto del campo tejedor
Viernes, 13 de enero 2023, 12:37
Las semifinales de la Supercopa han deparado un gran espectáculo. Aunque se preveía que el Real Madrid exhibiera su músculo ante el Valencia, los dos ... contendientes se mostraron parejos y el primer finalista se tuvo que decidir en la tanda de penaltis. En el Barça-Betis, los culés dominaron durante la primera media hora con un Dembélé que desbordó reiteradamente. También Ter Stegen y Pedri mostraron su mejor versión. Pero ni Fekir ni Luiz Henrique brillaron menos, demostrando que la creatividad y el desparpajo no están reñidos con el compromiso y el esfuerzo titánico. El partido tuvo que resolverse en la suerte suprema de los penaltis, después de que el Betis igualara el encuentro hasta en dos ocasiones.
Sin duda, el formato de 'Final Four' ha aumentado el atractivo de la Supercopa, tanto para los jugadores y los clubes, como para los aficionados al fútbol. Pero muchos hinchas lamentan verse postergados, sin posibilidad de asistir al estadio, porque la Federación Española de Fútbol prefiera los petrodólares de Arabia Saudí: quien paga, manda. En cuanto Pedri marcó el último penalti, los seguidores del Betis se lanzaron en las redes a reproducir una y mil veces aquello de 'Viva er Beti manque pierda'. Pero solo 38 béticos se habían liado la manta a la cabeza y pudieron vibrar en directo con su equipo en el estadio King Fahd.
En los años 70 y 80 del siglo pasado, muchos intelectuales pensaban que ciertos acontecimientos populares como las fiestas, las romerías o las ferias estaban condenados a declinar. La excitación por la innovación habría de seducir a los que estaban hartos de antiguallas tradicionalistas. El humano necesitaría nuevos formatos de diversión y ocio. Pero he ahí que la arcaica sociabilidad festiva no solo ha sobrevivido, sino que ha aumentado en los últimos años. En los pueblos se recuperan tradiciones y la Semana Santa y otras fiestas ganan notoriedad en varias ciudades.
Lo mismo ha ocurrido con el fútbol. Algunos vaticinaban que la acumulación de partidos televisados acabaría cansando al aficionado. El hecho de que pudiera seguir en la pantalla la Premier o cualquier otra gran competición que se le antojara, saturaría el deseo de experimentar un momento extraordinario una vez a la semana. Sin embargo, los estadios están llenos y algunos clubes -como el Betis- tienen más socios que nunca. De hecho, hay más de 6.000 béticos en lista de espera y en muchos partidos no queda una butaca libre en el Villamarín.
Yo me alegro de poder ver la Supercopa en la tele. Y ciertamente, las retransmisiones televisivas permiten que muchas personas puedan seguir disfrutando de su equipo, aun cuando, por ejemplo, se vean impedidos por la edad, estén de viaje o vivan en el extranjero. También yo me he quedado en casa cuando caía un aguacero en invierno.
Pero ver un partido por la tele no es un sustituto de vivirlo en el campo, de la misma manera que nos dimos cuenta durante la pandemia que 'vernos' por la pantalla durante un rato no saciaba la necesidad del encuentro cálido con los nuestros. El metaverso nos promete acercarnos cualquier realidad extraña sin movernos de casa. Los canales de pago intentan seducirnos con la posibilidad de ver dos canales simultáneamente en la multipantalla. Y la Federación nos asegura que el hecho de que la Supercopa se celebre a miles de kilómetros es bueno para todos, especialmente para el desarrollo del fútbol modesto que recibirá unos cuantos millones.
Sin embargo, no se puede experimentar en el sillón de casa lo que Simon Critchley llama el «éxtasis sensorial, algo parecido -dice el filósofo e hincha del Liverpool- a un hechizo que nos arranca de lo cotidiano y nos traslada a un estado de euforia, fugaz y compartido». Si la esencia del fútbol es su naturaleza de juego imprevisible, lo característico del hincha es que desea participar emocionalmente de ese juego. Podemos quedar con los amigos o la familia para ver juntos un partido por la tele, pero es imposible reproducir la experiencia extática en las gradas. El presidente de la FEF -que fue primero hincha y después futbolista- lo sabe, pero prefiere exprimir el negocio. ¿Hasta cuándo, Rubiales, abusarás de nuestra paciencia?
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