«Que me insulten lo que quieran… pero no con temas racistas»
«Si los niños lo escuchan cuando van al fútbol, van a querer imitarlo», incide el joven valenciano que paró un partido por el improperio xenófobo de un rival
P no borra la sonrisa, ni siquiera para ponerse serio: «Hay que seguir en la lucha contra el racismo». Es el joven valenciano que, el ... pasado 1 de marzo, paró el partido de Liga Nacional de juveniles Inter San José-Levante tras recibir un insulto xenófobo por parte de un rival. La indignación del chico menguó con el paso de las horas, hasta que llegó la sanción a su club por haberse negado a seguir compitiendo: derrota por 3-0, multa de 300 euros y penalización de otros 3 puntos. Apelación desestimó el recurso al entender que no habían alegado al acta.
«Ha pasado ahí, en un momento en el que estábamos los dos calientes y ya está. Pero luchar contra el racismo y que encima nos quiten tres puntos, eso no puede pasar», lamenta el joven futbolista, que a final de esta temporada acabará su etapa como juvenil. El chico reconstruye los hechos, sucedidos en el campo de El Canó de Llíria. El origen está en la típica tángana de un partido de fútbol donde las revoluciones están a mil: «Íbamos perdiendo y de repente empezó a burlarse de un compañero, algo así como: 'Mira dónde estás tú y dónde juego yo'. Yo lo escuché y le respondí que él tampoco era internacional absoluto, que estaba en el Levante cobrando 200 o 300 euros». Los ánimos se calentaron y P admite que empujó al rival, a lo que este replicó con el comentario de: «A mí no me toques, mono».
Fue entonces cuando P, cuya madre es guineana, dio la voz de alarma, contando incluso a un par de futbolistas del Levante, también negros, del insulto que había proferido su compañero. «A mí durante el partido que me insulten, que me digan lo que quieran... pero no con temas racistas», comenta para argumentar: «Una persona que es racista y juega a fútbol, en un momento en el que se caliente o para picar a un rival, va a decir de todo. Y como no hay sanción, sigue haciéndolo».
P asegura que actualmente escuchar este tipo de improperios xenófobos le afecta menos. Y que en casa su madre le ha educado y le ha preparado para afrontar este tipo de situaciones. «La primera vez que me sucedió tendría como 12 o 13 años. Me dijeron 'negro de m...' o algo parecido. Me eché a llorar. Mi madre me dio que no debía sentirme mal porque me llamaran negro», relata. Hace énfasis en que aquel insulto llegara de un chico de su edad para subrayar uno de los problemas de que este tipo de situaciones se den en un terreno de juego: «Evidentemente los niños van a crecer escuchando y si van al fútbol y oyen a gente decir cosas así, luego querrán imitarlo».
Por ese motivo, el joven aplaude la lucha de futbolistas de primer nivel, con Vinícius y el valencianista Diakhaby como los más mediáticos de los últimos años. En el caso del futbolista del Real Madrid pone en valor lo importante, que es la visibilidad que le ha dado a la lucha contra el racismo, aunque desliza un matiz: «Hay que seguir con esa lucha y él lo ha demostrado. Ha hecho muchas cosas y se lo ha tomado muy en serio a raíz de lo que le ha pasado. Digamos que a lo mejor desde su punto de vista quiere llamar la atención, pero para esa lucha. Yo creo que lo ha llevado a más de lo que era necesario».
Cuando se le pregunta si Valencia, o la sociedad española en general, es racista, P admite que con su círculo más cercano no suele tener problemas. Pero sí resalta comentarios que escucha por su barrio que demuestran que todavía queda camino por hacer. «Yo he escuchado comentarios por la calle de que tal trabajo es de inmigrantes, o directamente de negros o de musulmanes, por supuesto. Y también se suelen sorprender conmigo, ante un mulato que hable tan bien castellano», comenta. «Yo estoy orgulloso de ser como soy», incide P, que muestra de este modo haber interiorizado la enseñanza de su madre durante la niñez.
«La sociedad ha mejorado, por supuesto... pero todavía queda mucho por progresar», resalta el joven. Por ejemplo, para que no se den situaciones como la que ha sufrido su club, de acabar perjudicado después de atajar un episodio racista. Fuentes del Inter San José mantienen que su decisión firme de no volver al terreno de juego estuvo basada en los ánimos que percibieron entre sus futbolistas en el vestuario. El choque iba 2-0 a favor del Levante y consideraron que, en menos de media hora, lo más factible era que se produjera otra tángana o incluso que algún deportista acabase lesionado.
Posteriormente, el propio futbolista que insultó a P reconoció los hechos, y el Levante ha aplicado el reglamento interno. «Con el Levante no tenemos nada», señalan desde el Inter San José, que ultima su recurso ante el TAD. La indignación es con la Federación, tras la sanción del juez único de Competición y de que la ratificase el Comité de Apelación.
Fuentes federativas explican que, ante casos de racismo en el fútbol se aplica un protocolo «que no se ha ideado ni a nivel de la Comunitat ni de España, viene de la FIFA». Básicamente, se siguen tres pasos: el árbitro detiene el partido ante una situación de violencia verbal continuada y el delegado o por megafonía se insta a los autores a deponer su actitud; si persisten, el colegiado envía de forma temporal a los equipos a los vestuarios y se insiste en las advertencias; si se mantienen los actos de violencia o se llevan a cabo otros, el árbitro suspende definitivamente el choque.
El protocolo parece prever más actos de violencia verbal –incluye racismo, pero también sexismo o insultos de otra índole– del público a los deportistas o al propio acto. Como es el que sufrió P, al estar ambos protagonistas federados, sería el colegiado el que impartiría justicia. El problema es que no lo oyó y, según se aleja en la sanción, el Inter debería haber alegado al acta. Los entresijos de la burocracia.
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