En el aeropuerto de Barajas le esperaban su mujer y sus dos hijos, de 18 y 15 años. Jorge López se emocionó al verles. ... Atrás, una pesadilla. El exfutbolista del Valencia y el Villarreal ha abandonado Ucrania huyendo de la guerra. Y es que el riojano, de 43 años, se convirtió en diciembre en el director de la academia del FK Kryvbas. En absoluto se podía imaginar lo que estaba por llegar.
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–¿Ha sido la peor experiencia de su vida?
–Sí. Ha sido una experiencia complicada. Desde que fueron las explosiones el jueves de madrugada, las casi 48 horas hasta que conseguí salir de allí han sido difíciles porque fue cada vez a más. Todo lo que hemos tenido que vivir y ver allí ha sido duro.
–¿Sintió miedo?
–Dentro de lo malo, la ciudad en que me encontraba (Krivói Rog) estuvo bastante tranquila. Pero es verdad que la base militar que derribaron se escuchó y destrozó todos los cristales de la residencia donde están los chavales de mi equipo. Hubo que sacar a todos los chicos de allí y llevarlos a hoteles. Ahí sí hubo una situación de pánico. Después de eso, ya no hubo nada más. Cuando salimos de la ciudad, ya se estaban preparando para cerrarla totalmente con vigas enormes de hormigón y sacos de arena para evitar la entrada de las tropas rusas. Te cruzabas con muchos militares, camiones y algún tanque. Es algo duro.
–¿Cuándo decidió salir?
–Krivói Rog está al sur de Kiev a 380 kilómetros. El problemas estaba sobre todo en Kiev, pero había cosas en todas las ciudades. Estaba el pánico de la gente que se estaba yendo y el problema de la gasolina. Si te quedabas sin gasolina, no podías comprarla. Era un caos. Cuando aumentan los problemas en Kiev, me llaman del club de madrugada y me dicen: «Jorge, te hemos puesto un coche para mañana y te tienes que ir porque hay que salir. Sabemos que esto no va a parar». Ahí es cuando te asustas un poco por si no puedes salir. Nos fuimos el traductor y yo. La suerte que tuve fue que mi traductor, que es un chico que está afincado en Elche desde hace 20 años, conoce aquello. Si no hubiese estado él, sé que no salgo de allí. Los carteles no los entiendes y es muy complicado moverte por allí. Tuvimos suerte porque fuimos por los montes Cárpatos. Era una carretera malísima, pero por lo menos por ahí estaba más tranquilo.
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–Y pudo tomar un vuelo.
–Al pasar la frontera. En el paso fronterizo no había una fila. Llegabas allí y entraba el que podía. Tenían prioridad las madres con niños, que había muchísimas. Cada 20 o 30 minutos abrían e iba pasando la gente. Se apelotonaban todos y era imposible. Era un 'sálvese quien pueda'. Ahí estuvimos desde las dos de la mañana hasta las nueve, cuando conseguimos pasar. Y conseguimos pasar gracias a varios jugadores y el entrenador del Dnipro, que estaban allí. Nos unimos a ellos y nos pasaron. Si no, no paso. Lo tengo claro.
–¿Esa fue la principal ayuda?
–La clave ha sido mi club, estar con mi traductor y la Federación Española, que fue la que nos dijo que saliésemos con los del Dnipro y nos coordinásemos con ellos porque podían salir al tener un contacto en esa frontera para poder salir. El problema es que si tu no tienes un contacto o algo no sales, porque no es una fila y hay puestos. Cada vez había más gente, la gente estaba cada vez más nerviosa y era un caos. Había coches, camiones...
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–¿Y la embajada española?
–Con la embajada muy mal. Me dijeron que me fuera a Kiev porque había un convoy que salía a las nueve de allí. Eran las 12 de la noche. Ir a Kiev era irme al problema y además había toque de queda. Me tenía que buscar la vida para ir a Kiev. Y me dijeron que, si no podía, me acercase lo todo lo posible a una frontera por mis medios.
–¿Hablaba mucho con la familia?
–A la familia no le contaba todo lo que había. No quería que se preocupasen más de lo que ya podían estar. Tuve la sangre fría de no contarles muchas cosas y decir que estaba todo bien. Hasta el último momento no les dije que estaba en el coche. Ellos pensaban que iba a estar allí unos días hasta que se tranquilizara todo.
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–¿Qué opina sobre el conflicto?
–Lo que pensamos todo el mundo normal. Es inexplicable que en esta época pueda pasar lo que está pasando. Veía a chavales que mandaban a la guerra y podían ser mi hijo, que tiene 18 años. Piensas que esos chicos van a morir. Ahora mismo la situación es muy dura. A nuestro equipo sub-19 le cogió concentrado en una zona cercana a Hungría y están en un hotel y estan bien. Pero han recibido llamadas de sus padres diciéndoles dónde dejan el dinero y las cosas porque se van al ejército y posiblemente no les van a ver. Imagínate los chavales cómo están. Eso está a la orden del día.
–¿Tiene previsto regresar?
–Había firmado para tres años y llevaba un mes y medio. Pero es algo que ahora no me planteo. No sabes lo que va a pasar. A pesar de todo, si estuviese todo bien y todo en orden, yo no tendría ningún problema porque estoy muy agradecido al club, que se ha portado muy bien. Han estado súper pendientes del viaje. Lo primero que tiene que acabar es la guerra.
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