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Qatar no es de gustar
Este Mundial es el ejemplo de blanqueos de conciencias con eventos deportivos de masas
David Salinas-Armendariz
Sábado, 19 de noviembre 2022, 01:11
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David Salinas-Armendariz
Sábado, 19 de noviembre 2022, 01:11
Comienza la Copa del Mundo de Fútbol masculino de la FIFA número 22. El Mundial de Qatar, el de los petrodólares y el de ... la ignominia. El Mundial que refleja como ningún otro acontecimiento la postergación de la dignidad humana en aras del negocio obsceno en el que se ha convertido el balompié.
Se trata del llamado 'sportswashing', variante del 'whitewashing', el blanqueo de conciencias, de regímenes y de barbaries a través del oropel de los eventos deportivos de masas. Pese al oportuno y temporal maquillaje que se espera, sabemos que el emirato catarí no pretende cambiar en su odiosa consideración de la mujer, del colectivo LGTBI y de los disidentes de una monarquía feudal chapada en oro negro. «Dadles tiempo», proclama el presidente de la FIFA, sentado en un sillón de opereta y agasajado por los sátrapas. «Es una cultura distinta a la que hay que respetar y comprender», nos dicen. Pues mire, no. No hay respeto ni comprensión posibles ante el ultraje institucionalizado. El respeto debido lo es a las personas, individual y colectivamente consideradas, y en esa dirección caminamos en otras partes del planeta, con nuestras contradicciones y limitaciones. Lo suficiente como para no tener que prestarnos a este lavado de cara vendiendo deporte a un postor impostor.
Tampoco conviene pecar de inocentes y desmemoriados. Los más talluditos recordarán al Caudillo de España pavoneándose en una Eurocopa ganada a la pérfida Unión Soviética (1964). O a Videla presidiendo un Mundial cuando se asesinaban opositores en la Argentina (1978). Por no remontarnos a la Olimpiada de Berlín del Führer (1936), o al Mundial de Italia del Duce (1934). Hoy debería seguir ofendiéndonos ver a turbios gerifaltes hacerse fotos con trofeos y acoger multitudes, compradas y dirigidas hasta lo grotesco, para hacer olvidar a propios y a extraños que los derechos humanos son una entelequia en sus posesiones. ¿Qué hacer ante estos intentos burdos de continua utilización del deporte, actividad sana por naturaleza? ¿Son peccata minuta las corrupciones descubiertas en la asignación de la sede, el riego de millones a los dirigentes del fútbol mundial para taparlo todo? ¿Importan algo las prácticas cataríes en las obras de infraestructura, con la ausencia de mínimos derechos laborales y las consecuencias trágicas traducidas en miles de muertes sin investigar?
Las federaciones participantes, y los países que representan, tuvieron que oponerse, no ya sólo a adjudicar la organización a un estado de tales características, sino después (aunque pueda suponer cuestión menor al lado de aquélla) a modificar las competiciones anuales por motivo de favorecer el desarrollo de un campeonato fuera de tiempo y lugar. No tocaba un Mundial ahora, con su repercusión negativa en la salud de los jugadores y en la planificación y rendimiento de sus equipos. Se podrán ver las consecuencias, que no previsiblemente las responsabilidades.
¿Tiene sentido, ahora, un boicot a Qatar22? Argumentos existen, desde luego, y es de halagar la posición de aficiones europeas al respecto, como hemos visto en Alemania, Holanda o Dinamarca, y absurdo pretender acallar su expresión con la excusa de ser «cuestión política». ¿Acaso no lo es la (entendible) expulsión de las competiciones de equipos rusos o bielorrusos? También es digna de aplauso la postura de artistas de negarse a tomar parte en los fastos del acontecimiento a pesar de las grandes cantidades ofrecidas. Vergüenza debería dar a los dirigentes cataríes y a la propia FIFA asistir impertérritos ante ese rechazo de quienes no comulgan con ruedas de molino. Aunque, seguro, se las traerá al pairo si el bolsillo del dirigente anda caliente y el jeque puede presumir con el juguete adquirido a precio de oro oscuro, por manchado.
¿Los ciudadanos de a pie? Cada cual con su conciencia, su libertad y el alcance de su pulsión futbolera. Yo lo tengo claro. Qatar sí, degustar no. El fútbol es muy grande, pero no, no es de gustar este maldito Mundial de Qatar.
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