![Rubiales no engañaba a nadie](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/03/24/1479018279-RCTknVrNxYMkSQ3Yhc7g0zK-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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Calé a Rubiales en un debate en À Punt sobre 'Les clavegueres del futbol' dirigido por Jèssica Crespo. No imaginaban entonces en la televisión valenciana hasta qué punto estaba bien elegida su presencia aquel 4 de abril de 2019, cuando llevaba apenas un año en la presidencia de la federación. Sacó ya ese punto macarra antes de empezar el programa, en la sala de espera junto a los demás invitados, los periodistas Santiago Segurola e Inma Lidón. Fue preguntarle por un partido de su etapa de futbolista del Levante UD, el día que supuestamente se dejó ganar el cuadro granota por el Athletic Club en junio de 2007, y empezar a gritarme: «¿Cómo te atreves a preguntarme eso delante de mis hijas?».
Sus hijas ya eran mayores y el otro acompañante era el famoso tío Juan, Juan Rubiales, que acabaría denunciando todas las irregularidades del sobrino. Durante el programa, le apreté por si ya había firmado un supercontrato con Arabia Saudí para llevarse allí la Supercopa de España. Todavía no. Pero sí dio a entender lo poco que le importaban los derechos humanos y lo mucho el dinero y el poder, la constante en su mandato. El resto es historia: cinco años de corruptelas y malos modos al frente del fútbol español, investigados ahora por los Juzgados y la Guardia Civil. Cinco años de complicidad desde el Consejo Superior de Deportes del Gobierno de Pedro Sánchez ¿Por qué? Es un misterio.
Sobre todo desde abril de 2022, cuando El Confidencial publicó unos audios en los que Rubiales y Piqué, entonces jugador en activo del Barça, se repartían el pastel de la Supercopa de España. El Geri (Piqué), que actuaba de intermediario, instaba a el Rubi (Rubiales) a pegar «unos palos» a los árabes y a repartir «ocho kilos» para el Madrid y otros ocho para el Barça mientras los otros dos equipos se quedarían con las migajas. A esas revelaciones se acogió precisamente el Valencia CF para ir adelante con la denuncia del reparto de la Supercopa de 2020 hasta conseguir, en julio de 2023, una indemnización federativa, que tenía todas las de perder en el juzgado.
En este tiempo, Rubiales me envió dos burofaxes faltones y amenazantes. El primero por una información sobre cómo había 'comprado' el voto de los presidentes territoriales a través de un sueldo de más de 100.000 euros anuales (Salvador Gomar, de la valenciana, cobra 152.000). Los votos de los presidentes territoriales en la asamblea que lo reeligió, en septiembre de 2020, eran decisivos, así como los de los árbitros, a quienes también triplicó el sueldo, siendo los mejor pagados de Europa.
Y el segundo burofax me llegó por una opinión en este periódico sobre su hipocresía como jefe supremo de los árbitros y del Comité de Competición: fuerte con los débiles y débil con los fuertes. El tiempo y el 'piquito' a Jennifer Hermoso en la celebración del título mundial femenino español en Sidney lo han puesto en su sitio, aunque siga exhibiendo un morro infinito: tiene una citación desde la semana pasada para declarar «a la mayor brevedad posible» en el juzgado número 4 de Majadahonda y él no regresa a España desde la República Dominicana hasta el 6 de abril. Olé. No era difícil calar a Rubiales. No engañaba a nadie.
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