La campeona valenciana sin títulos ni podios

A Paula Teresa Ntutumbu Okomo (Valencia, 2002) le cuesta encontrar las palabras exactas para describir lo que siente por la halterofilia. «Practicándola me siento como en casa, noto paz dentro de mí». Una pasión que, por la burocracia, se ha convertido en un arma de doble filo. Ha logrado las mejores marcas nacionales pero no ha podido subir al podio por no tener la nacionalidad. «Mi madre es de Guinea Ecuatorial, yo nací en el Hospital General pero no soy española porque ninguno de mis progenitores tienen la nacionalidad. Con el NIE puedo competir pero no recibir premios«, asegura la joven, de 18 años.

Desde que empezó a ir a campeonatos, allá por 2015, ha terminado en numerosas ocasiones entre las tres primeras, pero no sabe qué es subirse a un podio a nivel nacional. En la Comunitat no ha tenido ese problema: «Mi marca sí que me la quedo para mí, queda registrada, pero el reconocimiento pasa a la siguiente persona, que tampoco tiene la culpa, claro. De hecho, a veces me han cedido algún trofeo».

Además de no poder saborear como corresponde las victorias, la haltera se ha visto privada de recibir becas como el resto de deportistas de alto rendimiento, un suplemento económico gracias al que podría hacer frente a los desplazamientos hasta el gimnasio para su formación académica paralela a la carrera deportiva. El peso que ha levantado Paula en categoría de +94 le será reconocido si, algún día, le conceden la nacionalidad. Pero las fueras de esta joven empezaron a flaquear hace unos meses. «Va a parecer un poco de película pero me entró una especie de depresión por toda la historia de que no había manera de que me diesen los premios. Además, en la última competición me lesioné y me costaba mucho volver a coger el hilo». Ahora ha recuperado de nuevo las ganas, al menos de entrenarse. Su vida, sin la halterofilia, no tiene «tanto» sentido. «He decidido que voy a volver a los entrenamientos aunque no compita porque es algo que me ayuda mucho a mantener mi equilibrio psicológico». Ahora, con los 18 años cumplidos, seguirá peleando por lograr la nacionalidad de un país en el que ha nacido y crecido. Su objetivo era acudir al Centro de Tecnificación de Tenerife pero hasta que no se le reconozca como ciudadana española no podrá hacerlo.

Mientras, continuará formándose, el curso que viene arrancará un módulo de Integración, es un mundo que le «fascina». De hecho, también ha descubierto la satisfacción que provoca el «voluntariado». Sus entrenadores, como ocurre en su club de Aldaia, siempre le han ayudado. Allí, al igual que sus colegas deportistas, son conscientes de las capacidades de Paula Teresa: «No hay muchas chicas españolas que hagan halterofilia en mi categoría. Admiro a Estefanía Juan, que es de aquí, y también a Lydia Valentín. Los Juegos es algo que todo deportista sueña con estar«. En Albal, localidad en la que reside a día de hoy, también recibió en 2018 el respaldo del alcalde para intentar acelerar los problemas burocráticos, pero nada.

En un principio, a su madre no le gustaba la idea de que su pequeña fuese haltera, pero a medida que veía la felicidad de su hija y los asombrosos resultados con tan poca experiencia, cambió de opinión: «Ella me decía que me podía lesionar y cosas parecidas, que eligiese otro deporte. Ahora está muy orgullosa de mí y de hecho muchas veces me pide perdón por no haber logrado la nacionalidad para que yo pudiese disfrutar de mis premios, se siente culpable y yo le repito siempre que no debe sentirse mal, hay cientos de personas que están en la misma situación, no soy la única». Una «gran e incomprensible injusticia».