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No hay ningún valenciano al que el parque Gulliver no le traslade a su infancia. A Elvira Galera le transporta a su primer amor. Al monopatín. Al deporte del que se prendó con sólo 7 años. Durante un lustro no se separó de esa tabla con ruedas sobre la que soñaba alcanzar el cielo. A los 13, en plena adolescencia lo dejó. No sólo por la edad. Ir sobre monopatín para una mujer no era fácil. Ni lo es. «La diferencia es muy grande en muchos aspectos. Por ejemplo, no hay categoría infantil para niñas, ellas compiten junto a las mayores, los niños sí que tienen dos», afirma. La recompensa para los ganadores en los campeonatos tampoco es la misma. Ni mucho menos: «Ellos ganan el doble, si al primero le dan un premio de 3.000 euros, a la mejor, 1.500. Es así». Aunque reitera que personalmente no ha sufrido ningún tipo de rechazo: «Tengo muy buenos amigos, me han ayudado mucho cuando lo he necesitado».
Pese a todo, a los 27 años volvió al skate park. Una marca se fijó en ella. Sin patrocinadores es imposible: «Te dotan de material y te dan mucho apoyo. Son fundamentales para este tipo de deportes». Lo de los viajes es otra cosa. El skate es un deporte en el que sin solidaridad, sería imposible. «Nos ayudamos mucho, nos enseñamos unas a otras, unos a otros. Te permite conocer a gente. En las competiciones siempre alguien te deja un lugar donde alojarte porque en muchas, los premios ni siquiera son dinero en metálico, son unas ruedas o protecciones y desplazarte para eso...».
Elvira estuvo a punto de viajar el pasado mes de abril a la cuna del skate. A Los Ángeles, California. Pero la pandemia le truncó los planes. Como a todos. «Después de muchos años me hacía ilusión ir, pero se paró todo. Las competiciones también», afirma. La valenciana trabaja en Correos, por las tardes, se dedica a un deporte que ha visto crecer: «El hecho de que fuese considerado olímpico benefició mucho a todos los que lo practicamos. Antes en toda Valencia había un skatepark. Ahora en la ciudad hay varios y no hay municipio en el que no haya alguno». Más allá de las instalaciones, a Elvira le hace feliz que, cada vez más niñas se animen a subirse al monopatín. Todavía existe una «brecha» entre ambos sexos«
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