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Héctor Catalá paseaba estos días con su perro por los montes de su querido Serra. «Esto lo hago ahora», comenta, como si se excusase por estos días sin entrenar, después de un 2021 de ensueño donde no se ha bajado del podio en las competiciones importantes. Ingeniero de profesión, el valenciano que quiso 'esconder' su distrofia de Best cuando empezó a competir se ha convertido en una de las estrellas del deporte paralímpico español.
Por ello, está autorizado para la mentar la situación del deporte en este país con respecto a otros. «Menos el Mundial, el Europeo y los Juegos, para acudir a competiciones internacionales me gestiono yo la facturación del tándem, los hoteles o los vuelos, para mí y para el guía. Hemos comentado con la Federación la situación de inferioridad con respecto a nuestros rivales de Reino Unido, Francia o Italia. Nos dicen que hemos mejorado con respecto a hace cinco años... pero es que yo compito ahora», protesta: «El problema en España es que a los deportistas no nos consideran profesionales, menos a los futbolistas. La gente me pregunta en qué trabajo y yo digo que en esto... y es 24 horas al día en los 365 del año».
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Y a pesar de todas las dificultades, confiesa que le gusta. Por eso, a sus 33 años no tiene ninguna intención de fijar un momento para la retirada: «Será mi cuerpo el que lo vaya marcando». «Pienso en los Juegos de 2024, pero también en los de 2028 y en los de 2032. Gómez Noya dijo que nunca te cansas de los éxitos, si acaso, de perder. Continúo con ganas de seguir compitiendo porque me gusta tanto eso como entrenar», asegura Héctor Catalá.
Prueba de ello es que intenta no saltarse un entrenamiento, incluso en las jornadas de maratonianos viajes. En los Juegos de Tokio fue plata. «El respaldo de Gustavo (Rodríguez, su guía) fue fundamental. Me iba animando todo el rato, aunque no puede tirar de mí porque eso supone la descalificación y en una competición paralímpica eso está muy controlado», recuerda Héctor Catalá, que también resalta lo agónico del final de la carrera: «Esprinté por inercia, en ese momento no sabía ni donde estaba. Gustavo me dijo que una vuelta más y pillamos el oro, pero yo creo que no habría llegado. Acabé con 41 grados y estuve un buen rato atendido por los médicos».
Luego ambos triatletas protagonizaron la anécdota, ya que trascendió que en el viaje de regreso a España aprovechó las horas de espera en el enlace en Doha... para entrenar. «En muchos aeropuertos grandes hay gimnasios y pensé que en este, por donde era, podían tener piscina. Lo comprobé en la web y así era», recuerda Héctor Catalá: «Pero esto es algo en habitual. Por ejemplo, en Barajas ya tenemos localizada un polideportivo que está a cinco o diez minutos en taxi. Siempre que pasamos por ahí, salimos y en cinco horas te da tiempo ha realizar un entrenamiento de carrera y a nadar».
Con sus diferencias, en ese amor por el deporte Gustavo Rodríguez y Héctor Catalá parecen hermanos gemelos. «Es otro maniático y se toma esto como suyo. En el triatlón adaptado, la labor del guía es fundamental», señala el deportista valenciano: «Él es de Tui, un pueblo de Galicia donde hay mucha tradición de remo. En una entrevista, afirmó que esto es como un K-2, que vamos los dos en una misma canoa y que debemos remar».
Después de pasar unos días disfrutando de Serra, Héctor Catalá ya ha bajado a Bétera. Ahí tiene una piscina, además de pista de atletismo y, sobre todo, compañeros como Josep con los que entrenar, ya que Gustavo Rodríguez reside en Galicia. Ya ansía que llegue la primera competición de 2022.
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