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Julián Lafuente
Martes, 3 de septiembre 2024, 01:26
Héctor Catalá no pudo ser más explícito al terminar el paratriatlon: «Se me ha roto el tándem, pero sobre todo se me ha roto el ... alma». Lo decía con la voz entrecortada por momentos, después de haberse tenido que retirar (por primera vez en su vida) de la prueba de triatlón de los Juegos Paralímpicos por una avería. Después de un ciclo olímpico muy complicado llegaba a París y lanzado en carrera, volando sobre la bici y recortando segundos de forma escandalosa a sus rivales, relamiéndose casi con una medalla, le saltó la cadena del tándem, cayó al suelo junto a su guía e, intentando meter la cadena en su sitio, la horquilla de la máquina acabó rota. El deportista del Proyecto FER, iniciativa impulsada por Juan Roig a través de la Fundación Trinidad Alfonso, acabó hundido.
Había tenido un buen inicio de prueba y salió bien de la natación. En esos primeros 750 metros de nado por el rio Sena ya recortó distancia en el agua a los triatletas de la primera salida (se hace así a modo de compensación por diferentes niveles de discapacidad). Le tocaba remontar puestos y salir sin tregua en el segmento ciclista. Por delante, los favoritos (los franceses Perel y Rigaudeau y el británico Ellis), comandaban la prueba, y por atrás, Héctor comenzaba a empujar fuerte, a recortar distancias con los rivales que le precedían y a remontar posiciones. Había salido el penúltimo del agua, y en la primera vuelta del segmento ciclista ya había recuperado la compensación y se colocó sexto, a rueda del otro triatleta español, Jose Luis García. En el siguiente punto de control ya había pasado a su compatriota y estaba a pocos segundos de los que le precedían, es decir, a tiro de piedra de las medallas, con toda la bici y la carrera a pie por delante y yendo como un avión, aquello tenía pinta de medalla.
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Pero la desgracia se cebó con el paratriatleta del Proyecto FER, la cadena de la bici saltó y Héctor Catalá y Carlos Oliver, su guía, pararon para colocarla a toda prisa, con tan mala suerte que acabaron dañando la horquilla de su tándem. Héctor había pasado un ciclo olímpico muy complicado, con cambio de guía incluido y había planificado a conciencia los tiempos para llegar mejor nunca a la cita de París.
«Se nos ha roto el tándem, pero realmente lo que tengo roto es el alma. Es muy duro e injusto. He llorado más en una hora que en quince años. Me he sentido muy arropado por mi familia, también la de Carlos, pero es que no es justo. El deporte no es justo, pero es que la vida tampoco es justa», decía Héctor con voz quebrada. Estaba abatido el paratriatleta de Serra porque sabía que la medalla estaba al alcance: «Han sido tres años muy duros y teníamos el día, aquí el nivel es altísimo, pero íbamos volando en la bici. Hemos salido muy metidos en carrera, a menos de un minuto de cabeza de carrera al empezar la bici. Luego hay que ver lo que hubiera pasado».
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