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Julián García Candau
Domingo, 28 de julio 2024, 17:33
Múnich 72 marcó nuevos rumbos en el olimpismo. En los medalleros hubo nombres que ha habido que recordar y las noticias de las diversas pruebas estuvieron por encima de la desgraciada noche del terrorismo. En aquellos Juegos se dio la primera muestra de lo que acabara siendo el santo y seña del deporte en general: la publicidad de las marcas deportivas. En Múnich hubo un atleta blanco que ganó los cien metros lisos.
Un campeón dio la vuelta al estadio mostrando su victoria, Juan Antonio Samaranch era el director de la Comisión de Prensa del Comité Olímpico Internacional (COI) y en el mundo de la gimnasia se produjo un cambio sustancial. Tras haber visto en México a la gran reina de la disciplina, la checoslovaca Vera Carlavska, comenzaron a sucederle la gimnastas niñas.
Olga Korbut, de Bielorrusia, fue la primera imagen de lo que ha sido posteriormente, la noticia de de esta disciplina. Desde el punto de vista político se dio la buena noticia de la participación de la Unión Soviética. No se integraron Irak y Albania.
Y fue la primera gran protesta de los dirigentes africanos por la participación de Nueva Zelanda que había jugado en rugby con Suráfrica. Este país practicaba la la discriminación racial, el «apartheid». Para España, el deporte olímpico había tenido un comienzo extraordinario con el triunfo de Francisco Fernández Ochoa en eslalon gigante en los Juegos de Invierno disputados en Sapporo.
El primer gran nombre español fue el de Francisco Amorós Ondeano, el padre de la gimnasia moderna. Fue el impulsor de esta disciplina a la que tardaron en incorporarse nuestros gimnastas. Francisco Amorós cuya figura no parece contar fue el valenciano, Marqués de Sotelo, que se tuvo que exiliar porque tenía ideas partidarias de la cultura que llegó con las influencias napoleónicas. Esta posición política lo obligó a exiliarse. Nació el 19, de febrero de 1770, y murió en 1848. Pudo volver a España, mas su doctrina se quedó en Francia y sus teorías han sido la base de este deporte olímpico.
La gimnasia había vivido en México 68, la boda y las subidas al podio de Vera Caslavska, que fue la última mujer con todo el desarrollo físico posible. Tras ella comenzamos a ver niñas como Olga Korbut. Los Juegos potenciaron los deportistas de estado que ya habían aparecido en varios deportes, pero el olimpismo los potenció porque países como los del Este de Europa se sirvieron de sus victorias olímpicas para mejorar su imagen en la que se trataba de ocultar el origen dictatorial de sus gobiernos.
Dictadura también fue la de Uganda de donde salió un campeón casi desconocido hasta que ganó el oro en los 400 vallas. Akii-Bua se salvó de Idi Amin Dadá, pero no toda su familia. Akii vivió entre la tragedia y la gloria. En Múnich, con récord del mundo en 400 vallas, dio la vuelta a a la pista con el aplauso de los espectadores. Esa manifestación se convirtió en una regla para quienes ganan la competiciones.
Con la bandera de su país dando la vuelta de los 400 metros de la pista se celebra el éxito con exaltación patriótica. No era el cado en las otras competiciones ya que solamente tal manifestación es solo posible en el Estadio Olímpico.
Tal vez la gran figura mediática fue el nadador estadounidense, Mark Spitz, que ganó todas las pruebas en que participó y dejó para la historia el primer gran recordman de la piscina. Mark Spitz era judío. El hecho fundamental de su biografía no fueron solo las siete medallas de oro, sino el hecho de que al acabar una de las pruebas saludó con unas zapatillas en la mano.
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Fue un acto publicitario aunque no figurara como tal, pero a partir de ese momento mostrar especialmente las tres rayas de Adidas fue opción para captar ingresos. Personal o colectivamente. Aquella imagen fue criticada porque hubo mucha gente que entendió que el nadador había hecho el gesto con intención publicitaria.
Juan Antonio Samaranch, que en Munich era presidente de la Comisión de Prensa en un almuerzo en Madrid vaticinó el futuro. Dijo, claramente, que aunque el COI mantendría, un tiempo, su oposición a que los deportistas, además de las vestimentas oficiales lucieran otro tipo de símbolos ya no se detendría la tendencia. Poco después las marcas deportivas se pelearon por conseguir los mejores contratos con federaciones y comités olímpicos.
Múnich marcó el camino de lo que hoy es tan común que no hay economía de federaciones y clubes que no base parte importante de su economía en el lucimiento de la ropa deportiva. Ahora es un lujo vestir ropa en la que se proclama con grandes letras la marca deportiva.
Múnich dejó para la historia olímpica la figura de un atleta blanco, el ucraniano Valery Borzov, que ganó en cien y doscientos metros. No hubo negro estadounidense vencedor porque dos de ello, por error de su entrenador no llegaron al estadio a participar en la final. El italiano Pietro Mennea aún fue oro en Moscú, pero no hizo doblete.
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