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Si hay un deportista que pueda vincular longevidad y olimpismo ese es Pablo Herrera. El castellonense estará en París junto a Adrián Gavira y esto ... lo convertirá en leyenda: disputará sus sextos Juegos, algo que no ha conseguido nadie en la arena del voley playa. Esto tiene su parte de venganza, ya que supera al brasileño Emanuel Rego, que junto a Ricardo Santos le privó de la medalla de oro en Atenas 2004. Hace dos décadas, Herrera, junto a Javier Bosma, conquistó una plata que conforme avanza el tiempo adquiere más valor.
Incalculable, podría decirse, cuando Pablo Herrera está a mes y medio de encarar el último baile... olímpico. «Luego quedará el Europeo en Holanda y el Campeonato de España en Fuengirola», avisa. También hay quien pone en duda que, a pesar de estar a punto de cumplir 42 años, se vaya a retirar. «Sí, yo creo que ha llegado la hora. Adrián Gavira seguirá, tiene cinco años menos que yo», apunta. Y eso que Herrera se siente bien: «Por ejemplo, en Tokio tuvimos que tirar mucho de antiinflamatorios».
Pero es que a Pablo Herrera no le duelen ni las articulaciones, ni los tendones, ni los huesos. Lo que le lastima es las horas en las que sólo puede ver a sus hijos de 8 y 5 años a través de una pantalla y una conexión de zoom. «A veces hemos estado dos semanas, o incluso un mes, fuera de casa», apunta. La factura que hay que pagar para ser deportista de élite es sumamente costosa.
Y eso que él tiene equipo. «Adri y yo nos llevamos muy bien; la sintonía con Fran, el entrenador, y Javi, el preparador físico, es perfecta. Son ya muchos años trabajando juntos», destaca. Pero la piedra angular se queda en Castellón cada vez que hace las maletas. «Raquel, mi mujer, que ha sacrificado su trabajo para poder estar con los peques. Ellos se portan genial, pero si no fuera por ella seguramente me habría tocado parar ha hace un par de ciclos», comenta.
Hubo un momento en el que la niña le preguntó que por qué los dejaba solos. «Se lo expliqué y lo comprendió», indica. Pero quizás ese día empezó a meditar ya en serio la retirada. «Intento hablar con ellos, y los días antes de los torneos suelo buscar algún juguete o artesanía que traerles. En los Juegos de Tokio les compré las mascotas en peluche», comenta: «Si hacemos podio, el trofeo es para ellos. Hace poco, a la vuelta a casa, el chaval me preguntó: 'Papá, ¿dónde te has dejado la medalla?'».
El gran sueño, sin duda, en París, será poder concluir la competición con una medalla que regalar a sus hijos. «Ahora que estamos clasificados y hemos jugado a un buen nivel, no vamos a renunciar a nada. A ver de lo que somos capaces», señala Pablo Herrera. Sabe que hay otras parejas a las que se considera favoritas, pero los dos españoles son sin duda los que más experiencia tienen en la competición olímpica de París.
Allí, además, Pablo Herrera contará con un incentivo extra. En esta ocasión no hará falta que se conecte a zoom después de entrenar. Bueno, algún día sí porque estará en la Villa Olímpica. Pero su familia –su mujer y sus igjos, al igual que sus padres– tiene previsto viajar a París, al igual que la de Adrián Gavira. Se le nota ilusionado: «Estamos buscando alojamiento para que estén todos». ¿Para el último baile?
Porque Herrera dice que sí, pero vistos los precedentes ya no hay nadie que se atreva a asegurarlo. «En Tokio rendimos tan bien que pensamos que era una pena parar», reconoce. Pero cuando se le plantea la regla de tres, asegura lo contrario: «No, esta vez no». El tiempo lo dirá. Lo que está claro es que el castellonense no quiere apartarse del deporte que le ha regalado 24 años, no de sueño, sino de realidad olímpica. Y en lo que piensa es en la vuelta a los orígenes.
«Quiero seguir vinculado al L'Illa Grau», señala sobre su club de pista. «También me gustaría en algún momento montar alguna escuela de voley playa en Castellón», señala el deportista integrado en el Proyecto FER y que también agradece el respaldo del Villarreal. Pero antes exprimirá París, donde hará historia y avisa: «Los Juegos Olímpicos son torneos especiales en los que pasan cosas diferentes. Hay gente que entra más en las quinielas que nosotros, pero veremos...».
Aunque parezca que el tiempo no corra para Pablo Herrera, lo hace como para todos. Sin ir más lejos, se cumplen dos décadas de su histórica medalla de plata junto a Javier Bosma. Aquella fue la primera presea para el deporte español en esta modalidad. Perdieron la final contra los brasileños Emanuel Rego y Ricardo Santos. Entonces el voley playa completaba su tercer ciclo olímpico, ya que se estrenó en el programa competitivo en los Juegos de Atlanta 1996. Ya había aparecido como deporte de exhibición en los de Barcelona de 1992. Pero es que este deporte, aunque pudiera parecer lo contrario, es ya longevo, y es que ya ha superado el siglo de existencia. Su origen se sitúa en las playas de Santa Mónica (California), en 1920. El primer torneo se disputó en 1947 y en 1950 se puso en marcha un circuito. Durante bastante tiempo fue una modalidad que practicaron jugadores de pista tras acabar la temporada, aunque ya es habitual que los de élite se especialicen en playa.
Éxito total para la Comunitat en lo referente a la participación en el voley playa. A Pablo Herrera hay que sumarle la presencia de la pareja alicantina integrada por Liliana Fernández y Paula Soria. La de Benidorm había estado en las tres ediciones anteriores junto a Elsa Baquerizo y ahora se ha clasificado en compañía de la ilicitana. Lo consiguieron pese a no pasar la ronda previa del VW Beach Pro Tour de Ostrava, pero sus rivales por el último billete olímpico, las canadienses Pavan y McBain, ni siquiera entraron en esa fase. Por primera vez el voley playa femenino español tendrá dos parejas en el torneo olímpico, ya que también estarán Daniela Álvarez y Tania Moreno.
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