Sara Cabrera vuela bajo sobre el hielo. Completa un kilómetro en 1 minuto, 20 segundos y 68 centésimas. «No sientes miedo, sino adrenalina. Quiero ir más rápido», afirma. Además, lo necesita porque tiene entre ceja y ceja unos dígitos: 1.20:68. Esas 68 centésimas ... son la llave para abrir otra puerta, la de la Copa del Mundo. «Creo que tengo mucho margen de mejora, sobre todo en la parte técnica», comenta la valenciana de 20 años. A partir de ahí entraría en la pelea contra las mejores por la caza mayor: un puesto para los Juegos Olímpicos de invierno.
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El plan, de momento, mantiene el rumbo que se marcó cuando, con 17 años, dijo en casa que se quería ir a Holanda. Echó a volar, como esos aparatos que tanto la fascinan desde niña. «Me gustan mucho los aviones y sueño con poder diseñar uno algún día», afirma. Por eso, Sara Cabrera empezó a estudiar aeronáutica: «Me encantaría trabajar en Airbus, pero eso son palabras mayores».
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Ella tiene otras dos pasiones. Una de ellas, el patinaje: «Pero desde niña, veía a alguien por la calle y me encantaba. En el colegio siempre quería que me apuntasen, pero nunca podía ser porque era demasiado pequeña». Hasta que descubrió el Ciudad del Turia, club que tiene su guarida en el Polideportivo Virgen de Beteró. Allí cumplió su sueño con 11 años y en su pista de velocidad se entrenaba cada tarde con el objetivo de ir cada vez más rápida.
Pero había un techo que parecía imposible de romper: ser olímpica. El patinaje de velocidad no está en el programa de los Juegos de verano... pero sobre hielo, sí en el de los de invierno. «La Federación puso en marcha un programa para formar una selección hace tres años o así y yo me apunté», recuerda Sara Cabrera: «Pero en España no hay ninguna instalación, así que había que ir a Holanda».
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De repente le tocó echar de nuevo a volar. Romper con todo: irse lejos de amigos y familia, y hasta alejarse del sueño de diseñar un avión. «En casa me han apoyado siempre, quieren que sea feliz con lo que haga», señala. «Estudiaba en la Universitat Politècnica, pero era imposible compaginarlo. Me pasé a ingeniería mecánica, que sí está en la UNED y es lo más parecido que encontré», indica.
En el hielo halló un modo de disfrutar del patinaje durante todo el año. «Me he adaptado muy bien. La técnica es muy parecida. La gran diferencia es que aquí tienes un carril y si te sales estás descalificada y sobre ruedas es pista libre. En invierno compito en hielo y en verano, sobre ruedas», precisa. Y quedó impresionada por el fenómeno social que es su deporte en Holanda: «Como el fútbol en España. Llenan estadios y la gente conoce a los patinadores, los tienen idolatrados».
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La pandemia, sin embargo, obligó a cambiar de país. En Países Bajos no les permitían entrenar, pero sí en Alemania. «Debemos pasar un test de antígenos diario, eso sí. y el Campeonato de España fue sin público», especifica. Aún así, ella no olvidará una competición que supuso un empujoncito más en su carrera, ya que se colgó la medalla de oro.
Ese éxito debe servir de incentivo para limar esas 68 centésima. El siguiente paso, los Juegos: «A partir de ahí, debo estar entre las 20 primeras del ránking o lograr uno de los 10 mejores tiempos». Su objetivo es meterse en los de 2026, que se celebrarán en Milán-Cortina. Cuenta con el respaldo del Proyecto FER y toda la determinación: «Hay varias distancias, 500, 1.000, 1.500, 3.000 y 5.000. Yo soy más velocista».
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Por eso está centrada en la prueba del kilómetro. «Ya te digo que tengo margen de mejora. Progresar en el aspecto físico es fácil, pero en el técnico, no tanto. Y ahí es donde creo que debo trabajar», explica Sara Cabrera. El otro sueño se lo toma con más calma. «Primero tengo que acabar la ingeniería, que a distancia es aún más difícil. Luego no sé si haré un año puente y dos de aeronáutica, o un máster», elucubra. Este reto lo ve más complicado, y por eso deja caer que tiene un plan B. «Me encanta la cocina, le dedico casi todo mi tiempo libre. Me gusta sobre todo lo que tiene que ver con la repostería», apunta. En ese aspecto, quienes salen ganando son sus amigos: está claro quien se encarga siempre de las tartas de cumpleaños.
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