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El exoesqueleto es vital para volver a tener la sensación de dar un paso y de apoyar el pie. IVÁN ARLANDIS

Tatay, a todo gas para volver a caminar

El piloto valenciano trabaja sin descanso en el Hospital de Parapléjicos de Toledo para recuperar la movilidad de sus piernas tras un accidente a 260 km/h en Portimao

Domingo, 29 de octubre 2023, 00:13

Carlos Tatay tiene asumido desde niño que la frontera entre el éxito y el fracaso puede estar en menos de una décima de segundo. En julio también experimentó en sus carnes que en ese casi imperceptible espacio de tiempo es posible que te cambie totalmente ... la existencia. Él, acostumbrado a una vida de deportista de élite trepidante, quemando gasolina a bordo de una moto, se ha visto postrado en una silla de ruedas. Una caída en el circuito de Portimao le causó fracturas en cinco costillas y en el húmero y, lo más grave, en dos vértebras, la 7 y la 8. «Lo que tengo claro es que quiero seguir compitiendo», subraya el joven de 20 años, que continúa trabajando muchas horas diarias en sí mismo, pero ahora para reconstruirse. Sigue abriendo gas a tope, apurando frenada ante cada curva que se le plantea, pero esta vez la bandera a cuadros y el podio que vislumbra es él mismo volviendo a caminar. Está empeñado y muy centrado en agotar las posibilidades de que la electricidad vuelva a irradiar sus piernas desde su columna vertebral y, si no, prepararse para volver a competir con su nueva realidad y poner su cuerpo al límite.

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Tatay sabe que no debe tener prisa pero es incapaz de ir despacio. Después de dos operaciones en un centro sanitario de Faro, el 5 de julio fue trasladado al Hospital de Parapléjicos de Toledo. «Contactamos con la Federación y en un principio nos cogieron el teléfono, pero cuando supieron de mi lesión medular desaparecieron», lamenta el valenciano, que detalla que Edu Perales, su jefe de equipo, pagó el vuelo medicalizado y su familia, las ambulancias. Mientras el laberinto de los seguros se encauza hacia los juzgados, el joven valenciano de 20 años no pierde ni un segundo en la batalla contra su propio organismo. LAS PROVINCIAS le acompaña en una de sus trepidantes jornadas, que empieza cuando el despertador suena a las 7 de la mañana y acaba pasadas las 8 de la tarde.

El hospital de Toledo es una colección de vidas quebradas desde la columna vertebral. Cada paciente cuenta la historia de un accidente, de un tumor o de un bisturí que tuvo que hurgar de más. Cada uno tiene sus objetivos y anclajes para apuntalar el deseo de sobrevivir. Algunos no demasiado saludables, como el hombre en silla de ruedas y reducidísima movilidad que ha inventado una especie de gadget donde apoyar el cigarro y, con mucho esfuerzo, seguir fumando. Pide ayuda para colocarlo y encenderlo. Cuando él da su primera calada, aparece Tatay.

Tatay fue 'modelo' en una case para futuros fisioterapeutas, jugando a tenis adaptado y preparándose para una sesión con los bitutores. IVÁN ARLANDIS

«¡Buenos días!». Ya se ha aseado, desayunado y vestido con una sudadera de una marca que le sigue apoyando. «No he hablado con ellos, pero seguro que sí», afirma. Porque su anclaje sigue siendo la gasolina: «Es lo que me va... por eso cuando salga de aquí, sea andando o en silla de ruedas, tengo claro que quiero seguir compitiendo. Ya estoy contactando con gente para contar con un coche con el que probar... tengo claro que seguiré si me siento competitivo. El ciclismo y el triatlón adaptado también me atraen. Voy a disparar esas tres balas, a ver qué sale».

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Con lo que cuenta es con varios tesoros. El principal, los ejemplos de otros deportistas que también se rehicieron tras una lesión similar a la suya, como Wayne Rainey, Joan Lascorz, quien volvió tras un duro accidente y fue el primer piloto de rallies con tretraplejia; o Isidre Esteve, quien pasó de las motos a los coches para poder seguir corriendo el Dakar, donde ha participado en 13 ocasiones. «También he contactado con Albert Llovera, que me está dando consejos sobre cómo empezar a darle caña», señala, en referencia a otro deportista que tras una lesión modular se ha convertido en referente, propietario de su propia ortopedia y que incluso ha colaborado con la NASA en iniciativas para la estimulación muscular.

Y su otro gran tesoro es el círculo más cercano. Esos padres, Juan Carlos y Mari, que estuvieron viviendo en pleno verano en la autocaravana con la que iban a las carreras, en un camping a dos kilómetros del hospital. Ahora ella se ha alquilado un piso en Toledo y va a diario a llevar a su hijo comida y ropa limpia. Él ya se conoce de memoria la carretera a Valencia, donde pasa la semana sosteniendo la panadería que sustenta a su familia. Ayelén, su novia, puede estudiar a distancia y reside en una habitación. Mientras, la casa familiar está en venta. «Es un bungalow de cuatro plantas, podíamos ser muy optimistas o asumir que ahora yo no puedo vivir ahí», indica Tatay. Sus progenitores han adquirido otra casa en construcción y cuando viene algún fin de semana pernocta en la de su abuela.

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Porque el régimen que tiene en Toledo, entre las normas del hospital y las que se autoimpone, son casi marciales. Carlos Tatay está ingresado en una habitación que comparte con otros dos chicos. En su rincón, junto a su cama, tiene expuestos como incentivos el maillot de metas volantes d su mejor amigo, que compite en ciclismo, y el peluche de un conejo con su nombre y apellido bordado en las patas, regalo de un fan.

Tatay intenta ir lo mínimo a la habitación: para dormir y para 'ir al baño', esto es, sondarse, pues no puede orinar por sí mismo. «Cuando llegué tenía movilidad del pecho hacia arriba, ahora ya llego al ombligo», destaca. Cada milímetro es una victoria, como haber adquirido consciencia espacial de dónde están sus piernas cuando está tumbado en la cama. Eso lo ha conseguido a costa de muchas horas de fisio. La primera estación de la mañana es una de las muchas camas dispuestas en el gimnasio, que se torna en potro de tortura. Tatay aprieta los dientes y cierra los ojos pero pide más intensidad en el tratamiento. «Ahora mis brazos son también mis piernas, debo estar muy fuerte», proclama. También centra el trabajo en los abdominales interiores, su actual frontera entre el cuerpo de un deportista de élite y la parte de su organismo que le lastra.

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Para volver a recuperar la sensación de apoyar los pies tiene una sesión en barras paralelas, con las rodillas fijadas gracias a los bitutores. Ahí le lanzan un balón de basket o hace ejercicios con luces para ir ganado equilibrio. Pero lo más espectacular –y también más placentero para Tatay– es la media hora en el exoesqueleto, el robot que da los pasos por él y ayuda a su cerebro a recordar un movimiento que antes del accidente era automático.

Seguir a Tatay por los pasillos es difícil. Sigue apurando las frenadas, ya sabe rodar en la silla a toda velocidad y se agarra a las columnas para girar perdiendo el mínimo de inercia. No tiene un segundo que perder. «¡Una camiseta de Falcao, qué matao!», bromea con otro paciente, que luce una elástica del Rayo. Pero eso en pleno ejercicio.

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La mañana se completa con la sesión para perfeccionar el manejo de la silla de ruedas, incluso subiendo y bajando escalones. El tiempo para comer es escaso porque no hay un segundo que perder. La vida de Tatay cambió cuando iba a 300 km/h e impactó sobre el asfalto a 260. A una velocidad menor y con las ideas claras, el valenciano se centra en el aquí y el ahora: «Pensar ahora en subirme a la moto cuando no puedo ni mover las piernas sería ilógico. Antes hay muchos objetivos ambiciosos pero realistas».

Tatay posa en el Hospital de Parapléjicos de Toledo. IVÁN ARLANDIS

«El objetivo a largo plazo es el Dakar o los Juegos de 2028»

Carlos Tatay es ambicioso pero, al mismo tiempo, realista. Tenía ya firmado un contrato largo, de tres años, para volver al Mundial sólo uno después de abandonarlo porque por su estatura la Moto3 se le quedaba pequeña. Iba a competir en Moto2, la categoría intermedia y en la que tuvo el accidente, corriendo en el Mundial Junior. Tras pasar dos semanas encamado en Toledo, en cuanto ha podido se ha puesto en marcha en lo que siempre ha hecho: el deporte.

En esto ocupa las tardes. Desde hace un par de semanas está en el gimnasio para tener unos brazos, abdomen y espalda de deportista de élite. «Son también mis piernas», reitera. Hace natación y handbike, entrenamiento que esta vez se ha saltado por una nueva sesión de fisioterapia con María, que debía dar clase a alumnos de Alcalá de Henares y ha recurrido al valenciano como 'modelo'. «Es como una simbiosis, a veces hay que elegir y creo que esto ahora me beneficia más. Cuando me den el alta y esté en Valencia seguiré con la handbike, pero esto era una ocasión, señala Tatay. «¡Te la has pelado, eres un paquete!», bromea el monitor de ciclismo en un pasillo.

Luego sí se pasa las últimas horas de la tarde practicando tenis adaptado, modalidad a la que recurrió Cisco García para convertirse en paralímpico tras su lesión medular sufrida mientras hacía snowboard. El abogado es otro de los referentes de Tatay, que tiene claro su objetivo: «Ir al Dakar sería un sueño, pero cuando corría en moto no podía dedicarle demasiado tiempo al triatlón y es una modalidad en la que me motiva exprimirme y ponerme al límite. El ciclismo adaptado o el paratriatlón son deportes que tengo en mente de cara a Los Ángeles 2028, pero soy consciente de que hay gente muy preparada. Tengo claro que son objetivos a largo plazo».

Tatay siempre pide más caña. Ya por la tarde, al monitor de tenis: «Venga, tírame una bola difícil, que me tenga que lanzar de la silla». El deporte es su vida y su válvula de escape. «Tenemos días malos y hace poco, que hizo mal tiempo y no pude entrenar, estaba frustrado. Al final lo pagas con quien tienes cerca, también los tienes ahí para eso, para que te apoyen», reconoce. «Yo le digo que un día dejo el piso y me voy para Valencia», replica su madre. Pero no. Seguirá ahí, aprendiendo ella también a vivir la nueva realidad de Tatay, que además estudia a distancia, cómo no, ciencias de la actividad física y del deporte.

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