Cuando en las próximas semanas el pleno municipal del Ayuntamiento de Massamagrell apruebe la compra del trinquet Tío Pena, la cancha construida y gestionada por la familia Soro durante 75 años pasará a ser de titularidad pública. Las instalaciones de pilota de propiedad privada - ... las que albergan habitualmente partidas de élite- estarán prácticamente extinguidas, porque las dos que restan, Guadassuar y Pelayo, también están en proceso de ser adquiridas por instituciones. En el caso de la primera, según fuentes consultadas el Ayuntamiento está en negociaciones con el propietario, que desde hace años se la alquila a su actual trinqueter, Daniel Ribera. En cuanto a la Catedral, este año la gestiona la Fundació pero ya hay gestiones más que avanzadas con su dueño, José Luis López, para que la adquiera la Generalitat.
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Si no se tuercen estas dos negociaciones, quedará extinto un modelo que rigió la élite del deporte autóctono durante décadas: la del trinqueter empresario que impulsaba una instalación que le generaba suculentos beneficios. Valencia llegó a tener una veintena de trinquets durante la primera mitad del pasado siglo y un altísimo porcentaje de poblaciones de toda la Comunitat contaban con el suyo. Canchas que con el paso de los años y la reducción de los ingresos fueron desapareciendo: por citar algún caso, Bétera se vendió para construir una finca. No resulta extraño encontrarse con un 'Bar Trinquet' como testigo del lugar donde antaño se hallaba la instalación.
A mediados del siglo XX algunos trinquets eran poco menos que una gallina de los huevos de oro. No había plataformas con series y películas ni casas de apuestas que operasen por internet. La pilota era un pasatiempo a la salida del trabajo y ofrecía, además, la dosis de adrenalina que generan los juegos de azar. Los trinqueters mandaban porque eran ellos quienes confeccionaban las partidas, elegían a los pilotaris y decidían su caché. Este modelo se ha mantenido hasta el inicio del nuevo milenio.
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Ahora mantener un trinquet no es rentable para nadie -o casi nadie- como demuestra el hecho de que, progresivamente, han ido desapareciendo o siendo adquiridos por Ayuntamientos: es el caso de canchas repartidas desde Vila-real hasta La Llosa de Ranes. Uno de los últimos ejemplos ha sido el de La Pobla de Vallbona: tras un duro pulso el Consistorio se hizo con su titularidad y lo ha rehabilitado, convirtiéndolo en una de las canchas de referencia en el área metropolitana de Valencia. Su ejemplo lo ha seguido Vilamarxant, cuya institución municipal ha impulsado obras de mejora de forma fragmentada, las últimas de cara a la final de Copa que acogerá el 5 de noviembre.
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Porque uno de los problemas al que se enfrentan los trinqueters tradicionales es que el negocio ya no da desde hace años ingresos para mantener la instalación en óptimas condiciones. Ha caído el volumen de la 'travessa' (la apuesta) al mismo nivel o más que la afluencia, por lo que esa reducción de ingresos no se puede contrarrestar con el precio de las entradas. Además, hay una mayor regulación fiscal que hace varias décadas. Esto es más acuciante en las denominadas partidas del día a día: la sociedad actual no permite a gran parte del público acudir a una partida entre semana a las 16:00 horas y la mayoría de las canchas, en sus mejores años, organizaban carteles hasta cinco de los siete días.
A todo esto hay que sumar que la tendencia es que la Fundació, que gestiona la vaqueta de élite, exija instalaciones dignas para acoger partidas de primer nivel: esta es una condición que todos los actores ven como necesaria para reactivar el deporte autóctono, pero luego está el problema económico. Massamagrell se había convertido en un claro ejemplo de esa caída de ingresos y sólo sobrevivía por la ilusión que los hermanos Batiste, Manuel y Enrique heredaron de Batiste Soro 'Pena', el Tío Pena. Amante incondicional de la vaqueta él fue quien lo levantó en 1947. “Vivió y murió con la pilota, no conocí a nadie que la amara tanto”, señala el primogénito.
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En un reportaje publicado por este diario este año, quien vistiese de blanco como Soro I relata que él se crió en el trinquet. Manuel jugó como profesional asumiendo el nombre de Soro II mientras Enrique ha aportado al deporte autóctono a uno de sus hijos: una auténtica leyenda, al todavía en activo Francesc 'Soro III', seis veces campeón del Individual. Quico, como se le conoce en el entorno de la vaqueta se retiró del mano a mano en 2021 en la cancha que aún gestionan entre su padre y sus tíos. Aquel día hubo más afluencia de público, que al final de la partida, mientras a él le brillaban los ojos, coreó una vez más el '¡Quico, Quico!', ese grito de guerra entonado en tantas finales del Individual.
Aquella tarde, como cada martes, estaba bajo la cuerda su tío Batiste. Y el otro, Manuel, de marxador. Y su padre, como en cada una de sus partidas, de lado a lado de la escala, paseando para tratar de anestesiar los nervios. Cada martes los tres abren el trinquet de Massamagrell. Hace ya muchos años que la actividad profesional en la cancha de l'Horta Nord se reduce a ese día, y se para en los meses de verano. En los años 50 había dos carteles por semana: martes y domingo. Y en invierno, si llueve y la partida es de campeonato, se traslada a otro trinquet porque el Tío Pena no está techado.
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Pero claro, cada martes acuden a Massamagrell los tres hermanos Soro pero, paulatinamente, ven cómo los fieles se van reduciendo por inevitables motivos vegetativos. Así, de forma paulatina y con la práctica imposibiidad de captar nuevos habituales porque a las 16:00 entre semana la mayoría de la gente trabaja y muchos tienen que acompañar a niños o nietos a actividades extraescolares. Los herederos del Tío Pena han resistido años, pero han decidido traspasar el legado de su padre al Ayuntamiento para que la institución municipal se sume a la tendencia de que sean las entidades públicas las que colaboren en reimpulsar la pilota.
Aún está por definir, pero es de esperar que el Consistorio implique al club, como se ha hecho en otras localidades (con trinquets tradicionales o algunos más nuevos) como La Pobla de Vallbona, Oliva, Dénia o Xàbia. Tampoco es descartable que los Soro sigan gestionándolo con la figura de 'trinqueter colaborador' ideada hace algún tiempo por la Fundació: son autónomos y por su trabajo al organizar la partida cobran un fijo más un variable en función de la afluencia y de lo recaudado por la travessa. Este modelo se ha implantado en canchas que habitualmente acogen partidas de élite como Vilamarxant, El Genovés o La Llosa de Ranes. La figura del trinqueter independiente, como la de la cancha privada, está en vías de extinción. Daniel Ribera gestiona Guadassuar, donde sobrevive el día a día, Pedreguer, Ondara y Benissa. Habrá que ver si su joya de la corona pasa a ser de titularidad pública qué modelo de gestión decide implantar el Ayuntmaiento.
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