M. O. MARTÍNEZ
Lunes, 21 de febrero 2022, 00:50
La infancia es esa época donde los sueños aún están por cumplir. Cada niño o niña cuenta con unas aspiraciones que fluctúan según el entorno, ... pero cuando un pequeño es un habilidoso deportista, no queda otra que anhelar el mundo profesional. Esto ocurre en multitud de polideportivos y campos a día de hoy. Unas metas con las que fantasean más los padres ante la inocencia de sus vástagos, más si cabe en el deporte rey. El fútbol acapara el interés de la sociedad por encima de cualquier otra disciplina. Es por ello que muchos infantes quieren convertirse en futbolistas del equipo que aman, aunque no siempre es así. Más extraño es que cuando a la hora de elegir no gane el fútbol, pero poco le importó eso a Carlos Salelles para dedicarse al deporte que realmente ama, la pilota valenciana. Tanto es así, que el jugador de la modalidad de raspall llegó a rechazar una oferta para formar parte de las categorías inferiores del Levante UD.
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«En un campeonato nos seleccionaron a cinco jugadores de la UD Oliva para entrenar con el Levante. Fuimos varias veces y la experiencia fue positiva. Estuvimos compitiendo en diferentes torneos, pero yo ya tenía claro que no quería continuar con el fútbol», explica Salelles II, como es conocido en la pilota. Natural de Oliva, el raspaller empezó en el CE Conde, club de L'Alqueria de la Comtessa, porque «mi hermano jugaba allí». Luego pasó a las filas de la UD Oliva donde se juntó con una generación «que eran mis amigos de clase y ganamos casi todos los campeonatos durante cuatro o cinco años. Tuve suerte, era un aliciente».
A pesar de destacar bajo los palos, Salelles empezó como jugador de campo. «Un día el portero enfermó y en el mismo partido preguntaron si alguno quería ocupar su puesto. Soy atrevido y alcé la mano. Desde ese momento me di cuenta que disfrutaba más en esta posición», comenta. La relación del joven Salelles con la portería era especial: «Es un mundo aparte. Un jugador de campo tiene que ser un 'Messi' para destacar, sin embargo la visión externa de un cancerbero es diferente. A mí me gustaba despuntar por hacerlo bien. Con dos paradas ya lo conseguía. Me motivaba más que estar en un banquillo y estar pendiente de cuando tenía que jugar. Además, como portero tenía mayor seguridad».
Este paso como defensor de la red, ayudó a Carlos Salelles a desarrollar ciertas habilidades que le vendrían bien en el trinquet. «En Oliva, hacíamos entrenamientos todos los porteros de la escuela y siempre me dijeron que destacaba por mi agilidad. Cambia mucho un entrenamiento de pilota al de un portero de fútbol y creo que adquirí movimientos y fuerzas que ahora aplico, como a la hora de tirarme o mover las piernas. No tengo miramiento para lanzarme al suelo. Nunca tuve miedo, sé cómo hacerlo y tengo confianza para ello, así como para saltar o usar ambas manos», analiza el joven de 20 años.
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Salelles combinaba el fútbol y la pilota a partes iguales. «Un sábado terminaba de jugar a fútbol y en el coche me protegía las manos para ir a jugar a pilota. Siempre que podía, la misma mañana practicaba ambos deportes, pero donde disfrutaba de verdad era en la pilota», puntualiza el raspaller.
Y es que Carlos Salelles nunca dio el paso de fútbol-7 al campo grande. En alevines terminó su trayectoria con el balompié por un motivo: el ambiente que se genera en ambas disciplinas. «En fútbol era todo mucho más serio y empecé a ver que el protagonismo no recaía en los jugadores, sino en directivos, entrenadores o padres. Eso ya no me gustó. Según subía categorías, el entorno iba a peor. Sin embargo, en la pilota es diferente. Solo el público ya no es igual. Eso, en un deporte como el nuestro donde los aficionados son tan cercanos, es un factor importante para los jugadores y el juego. En fútbol todos querían ser el más destacado, el que consiguiera más méritos, sin pensar en el resto. Es más egoísta. La pilota, no. Si destaco yo o mi compañero da igual, lo que interesa es la pilota. Yo la vivo por eso. Aunque en pilota también destacaba, desde un primer momento me hice amigo de todos con los que competía. Es un ambiente incomparable. Mis rivales del primer día, eran mis compañeros y los sigo considerando mis amigos», desarrolla el de Oliva.
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Esta decisión convirtió a Carlos en Salelles II. Un pilotari que se define como «un jugador que lo da todo» y que ahora luchará por la Lliga2 tras quedar descartado inicialmente entre los titulares de la Lliga de raspall. No obstante, pudo disputarla como suplente, dejando actuaciones destacadas. «Me he quitado la espina. He demostrado que mi nivel está para competir en campeonatos oficiales. Ha sido una motivación para mí», sentencia el pilotari que dijo 'no' al fútbol.
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